Síndrome Chaplin
Habiendo sido favorecido por un avance tecnológico que atrajo multitudes (el cine), maldijo la aparición de otro (el sonido).
Charles Chaplin sabía de lo que hablaba. Mejor dicho, de lo que callaba. Porque, en efecto, que las películas dejaran de ser mudas para incorporar palabras significó el fin de sus mejores años, los del vagabundo de bigotito, bombín, bastón y esa inconfundible manera de caminar que tanto nos hacía reír y enternecía.
Chaplin supo que la palabra verbalizada era la peor amenaza para su trabajo. Alegó que el sonido llegaba para destruir la magia del cine. Aun cuando El cantor de jazz (1927) fue la primera película sonora, siete años después estrenó Tiempos modernos sin casi decir ni mu (apenas entonó una canción en ese film).
El "síndrome Chaplin" ataca en el presente a la que mencionan como favorita a ganar las elecciones bonaerenses. Al revés que el gran Carlitos, los mayores éxitos de Cristina Kirchner se debieron a su verba inflamada. Ahora, en cambio, pasa días enteros con la boca cerrada y cuando la abre, habla pausado y suave, rodeada de "gente común". Nada de discursos estridentes y agresivos. ¿Algo para decir de Julio De Vido? ¿De cómo hizo su propia fortuna? ¿De Venezuela? Silencio.