Reseña: La gran estafa, de John Grisham
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El estadounidense John Grisham (Arkansas, 1955) es el campeón absoluto del "thriller legal", ese subgénero donde los estudios de abogados con sus colaboradores ocupan el sitio que en las novelas policiales detentan las comisarías y su personal. En esa línea, el autor acapara con regularidad el primer puesto en ventas (su seguidor, a buena distancia, es Scott Turow). Como escritor de best sellers Grisham es, sin embargo, bastante peculiar. Sus libros acostumbran tejer en las dos primeras terceras partes auténticas novelas de literatura popular, con aires de Charles Dickens. La trama es densa, los personajes son complejos y vívidos, los temas y ámbitos sociales son variados y están bien descriptos. En el tercio final, en cambio, aplica por lo general un tono cercano a la novela de fórmula, donde todo encaja sin conflictos en el modelo clásico del género.
La gran estafa, su último libro, cumple al pie de la letra con esos postulados. Con solidez y sentido del humor instala un ámbito específico: el de las universidades privadas de segunda categoría, que constituyen en Estados Unidos un negocio suculento. Por medio del trío protagónico (Mark, Todd y Zola, estudiantes de Derecho casi recibidos), se van agregando a la historia otros temas contemporáneos. Por ejemplo, la concesión irrestricta de préstamos por parte del estado, que culmina en deudas que resultan impagables por su cifra o por el deterioro del mercado de trabajo. O el maltrato común contra los inmigrantes con problemas de papeles, que dividen familias según quien haya nacido o no en Estados Unidos (Zola, uno de los protagonistas, es de una familia de Senegal). O la personalidad bipolar de Gordy, un compañero que ha investigado la red de triquiñuelas legales de las empresas "de fachada".
Grisham enfoca el modo en que el trío se dedica a hacerse pasar por abogados recibidos en los pasillos de los tribunales y en los hospitales (con sus "caranchos") sin exagerar la nota dramática. Más bien contempla el deterioro de una profesión y una sociedad con mirada entre compasiva e irónica. Una mezcla de simpatía, audacia y astucia define a Mark y Todd, mientras Zola representa la duda y la culpa.
En sus tramas, Grisham suele emplear un enfoque de refinado populismo, donde seres endebles (ancianos, negros, estudiantes de Derecho hartos de un sistema, como en La gran estafa) se enfrentan a villanos con todos los recursos para poder seguir saliéndose con la suya. La contienda entre esos dos grupos implica un conocimiento detallado del sistema legal estadounidense. Un formato frecuente es un abogado joven que se enfrenta a un conglomerado económico-criminal (como en Fachada, llevada al cine con Tom Cruise en el papel central).
La gran estafa aporta en ese sentido una novedad: los justicieros cometen tantos crímenes legales como los villanos, en parte porque el sistema social ha ido perdiendo conciencia de dónde están los límites. Por otra parte, los tres protagonistas tienen una carga abundante de glamour, y hacen que la lectura esté más cerca de la diversión que de la angustia (salvo los tramos relacionados con la familia senegalesa). No puede decirse, sin embargo, que las novelas de Grisham estén pensadas para el cine. Mantienen cierto peso literario, más allá de la solución que propone a los intrincados problemas que plantea.
Otro valor de La gran estafa es el modo en que se retrata cada calle o lugar esencial de la ciudad de Washington sin entorpecer la acción. Para los tres jóvenes mosqueteros, el "olor del dinero", bordeando a veces los millones de dólares, aparece y desaparece. También en ese plano Grisham demuestra tener mano de prestidigitador para pintar el ambiente legal con una mezcla de encantamiento y desencanto.