Nostalgias de la Argentina populista
En 2006, el entonces presidente Néstor Kirchner dispuso un aumento retroactivo del precio del gas para la industria y el comercio. Ordenó, al mismo tiempo, que el Estado asumiera el costo de los aumentos correspondientes al consumo domiciliario. Las dos decisiones han sido tomadas por el presidente Mauricio Macri (primero el aumento retroactivo general y, después, la absorción de esa suba por parte del Estado), y ambas fueron duramente criticadas por la viuda del presidente Kirchner. Tanto Macri como Néstor Kirchner cumplían con una ley de otro presidente peronista, Carlos Menem, defendida en 1992 por el entonces diputado Oscar Parrilli, hoy el principal guardaespaldas y confidente telefónico de Cristina Kirchner.
Para la expresidenta, sin embargo, las decisiones de Macri son propias de una derecha insensible, incompatibles con las ideas de la revolución inconclusa que ella cree haber encarnado. Con otras palabras: si lo hacía Kirchner era progresista; si lo hace Macri es reaccionario.
El aspecto más curioso del conflicto por el aumento de las tarifas de gas es que el liderazgo de la oposición cayó, otra vez, en manos de Cristina . Justo en ella, que gobernó de tal manera que el país perdió el autoabastecimiento energético. Todavía se recuerda el acto en el puerto de Buenos Aires, adornado para la ocasión con un palco, que encabezó el exministro Julio De Vido en homenaje al primer barco que llegó con petróleo venezolano. La Argentina tenía hasta entonces autoabastecimiento de petróleo y gas. Nunca una derrota y una fiesta fueron confundidas tan bien. Ahora fue ella la que difundió la resolución con el aumento retroactivo antes de que se publicara en el Boletín Oficial. Todavía sigue teniendo una penetración importante en el Estado. ¿Funcionarios de carrera que simpatizan con ella? ¿Personal que ella nombró y Macri no sacó? Nadie lo sabe. El problema estaría acotado si se encerrara en el espacio político del cristinismo, que es minoritario, aunque representa al conglomerado opositor con más simpatizantes.
Pero la principal constatación de los últimos días es que hay un resabio demagógico y populista en la política argentina, en la Justicia y hasta en importantes franjas del periodismo independiente. Cristina los llevó de la mano a todos. La ley de 1992 dice claramente que, en caso de que el dólar se aprecie en más del 20 por ciento, la diferencia en el precio de la tarifa de gas debe ser pagada por los usuarios en un plazo máximo de seis cuotas. El secretario de Energía, Javier Iguacel , consiguió que ese plazo fuera de 24 cuotas en lugar de seis, después de una devaluación del peso del 110 por ciento. Ignorar ese mandato de la ley hubiera sido un acto claramente ilegal y una ruptura de hecho de los contratos con las empresas petroleras.
El primer sector institucional en abrazarse a la demagogia fue el judicial. El fiscal Guillermo Marijuan denunció penalmente a Iguacel por abuso de poder e incumplimiento de los deberes de funcionario público. De esa denuncia se hizo cargo la fiscal Paloma Ochoa, de conocida militancia en Justicia Legítima y en el cristinismo ideológico. ¿La Justicia tenía algo para decir sobre la decisión de Iguacel? Desde luego que sí. Correspondía a jueces de otro fuero decidir si esa ley del 92 es constitucional o inconstitucional o si la resolución debía someterse a una nueva audiencia pública, aunque ya pasó por una. Pero denunciar penalmente a un funcionario por haber cumplido con la ley vigente fue un acto de populismo judicial que carece de atenuantes.
Los radicales están muchas veces más cerca de los peronistas que de Macri. El equipo del Presidente comete recurrentemente el error de no hablar de decisiones importantes con los principales referentes de los partidos aliados. Son fundamentalmente tres: Elisa Carrió , Mario Negri y Luis Naidenoff , estos dos últimos líderes de los bloques de Cambiemos en Diputados y en el Senado. Con todo, parece que a veces a los radicales les gusta que no los consulten, porque así les queda el espacio libre para el reproche y para desplegar sus ideas, más viejas que nuevas. El error es del Gobierno, pero también de sus aliados cuando protestan en público sin intentar antes golpear las puertas del Presidente y reclamarle una explicación. Los radicales lo dejaron a Macri sin Congreso; la rectificación era el único camino que le quedaba. El senador Angel Rozas, presidente del bloque radical, llegó a decir que estaba contento con la marcha atrás del Presidente. "Lo logramos… se hará cargo el Estado", se alegró. Pero ¿quién financia al Estado argentino? ¿Las Naciones Unidas? ¿La Unión Europea? La noticia es mala para Rozas: el Estado argentino es financiado por los argentinos. Y las posiciones como las de Rozas, compartidas por gran parte del peronismo, explican que la enorme presión impositiva local, que afecta a los sectores productivos y al ciudadano común que trabaja en blanco, sea la más grande del mundo.
El escándalo público de los radicales les abrió las puertas a los peronistas para que hagan su propio piquete contra el aumento retroactivo de gas. Los peronistas, y no importa cuál sea su extracción, también prefieren un Estado generoso con dinero ajeno. Un Estado igualmente injusto. Si bien el promedio de las subas era de entre 90 y 100 pesos por mes, los que menos consumen pagarían entre 40 y 70 pesos. Las facturas de más de 10.000 o 15.000 pesos pagarían, en cambio, 400 o 500 pesos. Todos quedaron subsidiados, pero fundamentalmente los de mayor consumo, que son los sectores medios altos y altos de la sociedad. Nadie se acordó de los argentinos que deben usar gas en garrafa, que es el gas más caro del país, y que consumen los sectores menos pudientes de la sociedad. ¿Por qué los radicales no propusieron una modificación de la resolución para que fueran subsidiados solo los usuarios con menor consumo? ¿Por qué esa iniciativa no surgió del sensible peronismo? ¿Qué esperar de una dirigencia política que tiene entre sus principales exponentes a Sergio Massa, enredado siempre en su propia y cambiante demagogia? Esta vez se las tomó contra los exportadores de materias primas. Lo dijo así, pero luego le echó la culpa al Gobierno cuando los productores rurales lo criticaron duramente. Massa en estado puro. Algunos políticos son "relatores frescos" (Gustavo Grobocopatel dixit) del esfuerzo de los otros.
Iguacel tuvo siempre la aprobación de Macri. Si Dujovne estaba informado o no, es poco relevante después de todo lo que pasó. ¿Se comunicó mal? Seguramente, porque la información inicial de la resolución quedó en manos de Cristina Kirchner. Debieron empezar diciendo cuál era el valor promedio del aumento retroactivo, qué ley se respetaba y cómo había actuado Néstor Kirchner en un caso parecido. El estilo de Macri es ir directamente al centro de la cuestión. Y la cuestión central en este caso era la preservación de la inversión petrolera en Vaca Muerta, uno de los dos únicos sectores (el otro es el agropecuario tan denostado por Massa) que invierten en el país. Ya hay comprometidos unos 150.000 millones de dólares para los próximos 20 años. El año próximo habrá inversiones por 10.000 millones de dólares y unos 20.000 millones más en los dos años siguientes. Todo eso no es más que una fracción de las inversiones posibles. Las petroleras están explotando solo pequeñas parcelas de la enorme geografía de gas y petróleo no convencionales. La Argentina ocupa el segundo lugar en el mundo en reservas de shale gas, y el cuarto en petróleo también no convencional. La ruptura de los contratos con las petroleras sería un crimen para el futuro de la propia sociedad argentina.
Más allá de los errores políticos y comunicacionales del Gobierno, que los hubo, lo cierto es que la resaca populista en la Argentina es una enfermedad demasiado extendida. Bastó ver la alegría de los radicales cuando el gobierno anunció que el Estado se haría cargo de todo el subsidio por la tarifa del gas. O la decepción del peronismo cuando perdió la oportunidad de anularle una resolución a Macri. Nadie los oyó gritar cuando Menem aprobó esa ley o cuando Kirchner la aplicó mucho tiempo después. Cristina Kirchner expresa, en alguna medida, la esencia ideológica de gran parte de la política argentina.