Sin educación no hay crecimiento económico ni justicia social
El principio básico de la justicia social es la igualdad de oportunidades para todos, más allá de las circunstancias de origen económico, étnico, social o de género. Norberto Bobbio expresa este concepto cuando afirma: “Lo igualitario parte de la convicción de que la mayor parte de las desigualdades son sociales y como tanto eliminables”, aunque lograr este objetivo exige un formidable esfuerzo político, con amplio apoyo de la sociedad,
El siglo XXI es el siglo del conocimiento, de la racionalidad científica y tecnológica que contribuyen al cambio de las condiciones económicas, sociales y políticas en el planeta. La innovación tecnológica, el espíritu empresarial, la armonía social y la ventaja competitiva de los pueblos dependen de la educación, que expande el capital humano de una sociedad que es más importante que tradicional capital físico: según el Banco Mundial, “el valor del capital humano equivale a cuatro veces el valor del capital físico”.
Estuvo en lo cierto la revista The Economist cuando, haciendo referencia al nivel educativo, afirmó: “La fortaleza de una sociedad depende principalmente de lo que está en la cabeza de las personas. Por esta razón Japón y Alemania pudieron recuperarse rápidamente a la finalización de la Segunda Guerra Mundial, a pesar de que sus ciudades estaban reducidas a cenizas”.
Hace tiempo que aumenta la escolarización en las naciones, especialmente en las asiáticas, que lideran no solo el crecimiento económico mundial, sino también el abatimiento de la pobreza, el avance tecnológico y las mejoras en robótica y automatización que aumentan la productividad y requieren grandes avances en la educación.
Para avanzar económicamente y abatiendo la pobreza, debemos encarar la gran tarea pendiente en la Argentina de asegurar una significativa mejora educativa, ya que se están eliminando empleos no calificados y aumentando la demanda por trabajadores con mayor educación, por eso la escuela ayuda a abatir la pobreza y también al crecimiento económico. La mayoría de los pobres tiene trabajos precarios y poco calificados o están desocupados, porque carecen de un buen nivel educativo.
El nivel educativo secundario se está transformando en el piso establecido para las oportunidades laborales. No es fácil crear trabajo productivo y estable para quienes están marginados de la educación. Sin educación para todos, la justicia social es una ilusión. Un buen sistema escolar asegura altos niveles de conocimientos a sus alumnos, pero además apunta a eliminar las desigualdades en los niveles de conocimientos de los alumnos que dependen del estrato socioeconómico de sus familias. Cuando la pobreza es coyuntural, se pueden encontrar soluciones de corto plazo con planes sociales, pero cuando la pobreza es estructural –como la que padecemos– son además necesarias otras líneas de acción que apunten a la raíz del flagelo de la pobreza con exclusión social.
Nuestra pobreza y la indigencia se concentran en quienes tienen una escasa escolarización. Nuestros adultos que hoy son pobres y excluidos no terminaron ayer la escuela secundaria, pero debemos lograr que mañana sus hijos se gradúen en escuelas secundarias de buen nivel educativo. Así podremos quebrar este círculo de reproducción intergeneracional de la pobreza. La igualdad de oportunidades es esencial en una sociedad donde la justicia social no es simplemente retórica. De la pobreza no se sale con subsidios, que son útiles pero no alcanzan; el requisito mínimo es la escolarización completa de los adolescentes. Abatir la pobreza y la exclusión social exige una educación que haga más equitativa la distribución del capital humano. Sin inclusión educativa no podremos abatir una pobreza que hoy es laboralmente excluyente. El papa Francisco expreso: “Los excluidos ni siquiera son explotados, son descartados”.
La nueva sociedad que crece aceleradamente en este siglo es la sociedad de la información y de su creciente difusión y utilización. Este cambio basado en nuevas tecnologías está levantando nuevas barreras de clase entre “incluidos” y “excluidos” en la revolución tecnológica. Estamos inmersos en un período de transición histórica, en el que los nuevos conocimientos tecnológicos se convierten en los pilares de la acumulación de capital, el crecimiento de la productividad y el fortalecimiento de núcleos de poder económico. Esta transformación es similar, pero más acelerada y de mayor impacto geográfico global, que lo que significó el tránsito de la sociedad agraria al mundo urbano-fabril propio de la Revolución Industrial.
Las nuevas tecnologías están acortando las distancias, generando un nuevo tiempo y espacio global, de manera que las actividades más dinámicas ahora operan a escala mundial. Todo esto impulsa fuertes transformaciones en la estructura y la organización de los procesos productivos, así como da lugar a una nueva división internacional del trabajo. No habrá un sostenido crecimiento económico en un país sin inversión, concepto que incluye la educación en todos sus niveles. El mundo globalizado es ya un escenario muy complejo, con grandes oportunidades pero también con grandes desafíos.
El desafío que enfrentamos como país es claro ya que los cambios tecnológicos se aceleran en todo el mundo y sus resultados ya están a la vista, por esto ya es impostergable el fortalecimiento de nuestra educación. Es evidente que padecemos un retroceso educativo y sin igualdad de oportunidades para todos los niños y adolescentes. Sin una buena escuela no habrá movilidad social y consolidaremos la exclusión social. La prueba Aprender de 2021 fue un claro llamado de atención a toda la sociedad, ya que retrocedió el nivel educativo de todo el nivel primario, siendo este retroceso mayor entre los alumnos de familias de nivel socioeconómico bajo. Este preocupante hecho, más los resultados de las últimas pruebas PISA, son dos motivos suficientes para hacernos reflexionar.
El desafío que enfrentamos es cómo avanzar hacia una educación inclusiva y de calidad, necesaria para reducir la pobreza y la exclusión social. La desigualdad educativa es un obstáculo para una sociedad integrada. Los años que vienen serán críticos para nuestro país, ya que estará en juego nuestra capacidad de aprender de los errores del pasado, y encauzar nuestro rumbo como nación por el sendero no solo del crecimiento económico, sino también de la igualdad de oportunidades y la inclusión social. Sin educación no hay crecimiento económico ni justicia social en el globalizado siglo XXI.
Universidad de Belgrano, Academia Nacional de Educación