Sin desarrollo no hay república para todos
Hace algunas décadas, las ciencias sociales se ocuparon de la relación entre las instituciones y el desarrollo económico, poniendo el acento en la influencia de las primeras sobre el segundo. Sin negar sus aportes, urge pensar ahora la relación inversa: cómo el desarrollo económico condiciona el funcionamiento de las instituciones.
Sin instituciones que garanticen los derechos ciudadanos no hay república. Pero concentrarse en el tema institucional sin atender adecuadamente los requisitos para que haya desarrollo económico (como base de una distribución equitativa) lleva no solo a una democracia formal vacía de contenido social, al afectar la vigencia efectiva de derechos básicos –el empleo, los ingresos, la salud y la educación de calidad–, sino que incluso pone en riesgo el funcionamiento mismo de la república.
Recuperada la democracia en 1983, el énfasis puesto en restaurar las instituciones llevó a proclamar que con la democracia se come, se cura y se educa. Eslogan de una relevancia incuestionable para el momento histórico en que fue acuñado, pero que no se sostiene en los hechos. Para satisfacer todas esas necesidades materiales, sociales y culturales, sin afectar los valores republicanos, hacen falta cuantiosos recursos cuyos orígenes genuinos no pueden provenir de otro proceso que no sea el desarrollo económico.
Fue así que una visión de la política que privilegió lo institucional, con descuido de la creación de recursos genuinos y seguida por políticas que hablaban de revoluciones productivas sin acertar con los resultados, llevó a que el estancamiento económico se consolidara y los niveles de pobreza crecieran de forma exponencial. Y como consecuencia de esos fracasos económicos, muchos derechos se fueron perdiendo: garantías derivadas del derecho laboral se hicieron letra muerta para los muchos trabajadores que pasaron a la informalidad; el derecho a la salud se resintió fuertemente, mientras miles y miles de jóvenes dejaban de acceder al derecho a la educación, los que al quedar también fuera del mercado laboral pasaron a integrar el numeroso ejército de los ni ni.
Ya en este siglo la pobreza siguió creciendo persistentemente, y para enfrentarla se echó mano de políticas improvisadas disfrazadas de progresismo, que fueron acompañadas de medidas que lesionaron derechos y garantías propios de una institucionalidad republicana: la Justicia independiente perdió vigencia y la división de poderes estuvo lejos de respetarse, mientras que el incremento de la inseguridad no permitió garantizar ni siquiera el derecho a la vida. Así el funcionamiento mismo de la democracia se vio alterado cuando una proporción importante de argentinos pasaron a depender de los favores del gobierno de turno para subsistir, perdiendo así las condiciones necesarias para ejercer el voto libremente. Un estudio de 2019 muestra que "todos los meses, el Estado deposita dinero en las cuentas de casi 20 millones de argentinos, convirtiéndose, en la mayoría de los casos, en sostén principal de esas personas" y que ese número "es 221 por ciento más alto respecto de 2001", lo que implica que "sobre una población de 44,7 millones de habitantes, el 44,5 por ciento depende total o parcialmente del Estado para sobrevivir".
Esa intervención del Estado para encubrir la incapacidad y el desinterés del gobierno por promover el desarrollo económico que genere empleo genuino está creando una suerte de "ejército electoral de reserva" integrado por millones de ciudadanos que, al votar condicionados por la "ayuda recibida", se convierten en una base importante para la conservación del poder de los responsables de esa política. Es la existencia de ese "ejército" la que alienta el "ir por todo", con propuestas que significan ataques frontales a la institucionalidad republicana, sin temor a que aquellas afecten sus posibilidades electorales. El acoso a la independencia judicial; la propuesta de elegir jueces por el voto de esas mayorías cautivas, o un presidente y una vicepresidenta aplaudiendo la imagen de Montoneros son algunos ejemplos de esos ataques.ß
Sociólogo, miembro del Club Político Argentino