Sin clientes, no hay trata
Debemos entre todos deconstruir ciertas pautas culturales que avalan esta flagrante violación a los derechos humanos
Como sociedad vivimos un drama que nos afecta a todos. Los adultos estamos permitiendo que se reproduzca la idea de que consumir sexo por dinero es algo normal. Naturalizar la idea de que se puede consumir a otro ser humano como mercancía. Y no sólo eso, sino que lo recompensamos. En los grupos de amigos el más macho, el más capo que dirige la batuta, genera presión y cuestiona al que no le interesa ser parte del ritual heredado de "ir de putas". Si estamos de fiesta, con los muchachos, es un rato, y tampoco es tan grave, che.
Pero sí, che. Es grave, tan grave... Miles y miles de mujeres, niños y niñas son víctimas de trata con fines de explotación sexual. Ellos son reducidos a mercancía para que el sexo pago esté al servicio del cliente. Personas disponibles para ser consumidas, como cosas.
No alcanzarán mil leyes, ni infinitas campañas contra la trata y la explotación sexual, mientras que siga resultando natural eso de pagar por sexo. A veces festejado, otras visto apenas como un pequeño desliz, nada de que enorgullecerse pero tampoco para avergonzarse, un juego de machos, una travesura. Pero nada grave, che.
La sociedad después se espanta de las cosas que pasan, mientras cenan en familia frente al noticiero de la noche. Todos nosotros nos aterramos con las desapariciones de chicas que podrían ser nuestras hijas o hermanas, nos conmovemos ante el dolor de Susana Trimarco, nos indignamos frente a los jueces, políticos y policías corruptos que resultan cómplices de las mafias que engañan, secuestran, golpean, torturan, violan, venden, explotan y someten a mujeres, niñas y niños que en la gran mayoría de los casos pertenecen, además, al sector social más vulnerable de la sociedad.
No alcanzarán mil leyes, ni infinitas campañas contra la trata y la explotación sexual, mientras que siga resultando natural eso de pagar por sexo
Pero eso sí, es esta sociedad la que es incapaz de relacionar las dos caras de la moneda. Los consumidores no se asumen, ni remotamente, como la pieza clave de una maquinaria perversa y cruel que viola derechos y destruye familias, que acaba con muchas vidas y degrada tantas otras, que reproduce violencia y convierte en mercancía manchada de sangre y muerte algo placentero y lleno de vida como es el sexo. Hay que hacerse cargo, la ecuación es simple: sin cliente no hay trata.
Seguiremos desde nuestro lugar impulsando leyes y promoviendo campañas, pero insisto; hasta que el hombre promedio deje de ver como natural y nada grave el hecho de pagar por sexo poco cambiará. Celebro que finalmente después de dos años se reglamentó parcialmente la Ley Nº 26.364 de Prevención y Sanción de la Trata de Personas y Asistencia a sus Víctimas, un instrumento muy importante para combatir las redes de prostitución, que puede ayudar a poner freno a la trata de personas.
Hay que hacerse cargo, la ecuación es simple: sin cliente no hay trata
Entonces me pregunto: ¿qué debemos cambiar en la sociedad para que ese hombre, el mismo que se espanta ante los hechos de trata, deje de pagar por sexo?
Debe haber un camino que la sociedad pueda transitar para que esa conducta en el hombre cambie, porque así como concuerdo en que ninguna mujer nace para puta, sostengo que ningún hombre nace para putañero.
Putañero se hace. Lo hace la sociedad en la que le toca crecer y formarse. Lo hace la familia, lo hace la escuela, el club, la calle, los medios. Debemos entre todos deconstruir ciertas pautas culturales que avalan esta flagrante violación a los derechos humanos.
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