Signo de los tiempos. Mujeres con poder y mujeres poderosas
La diferencia entre las primeras damas que suman impulso y credibilidad en la campaña y en la gestión y las que son un engranaje en la dinastía presidencial
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Cuando una persona llega al poder, lo hace con la carga familiar. Los parientes se vuelven indicio del carácter del candidato y condicionantes del derrotero presidencial. La compañera puede darle impulso y credibilidad en la campaña y en la gestión, como es el caso de Obama, Zelensky o Bolsonaro. O puede ser un engranaje en la dinastía presidencial, al estilo de los Clinton, los Ortega o los Kirchner.
Las primeras damas suelen ser las reveladoras del talante presidencial. Para bien o para mal. Las tiernas recriminaciones de Michelle Obama dan pistas de la bonhomía del carácter del esposo Barack. La celebración del cumpleaños de la señora Fabiola Yáñez en el momento en que la población padecía una cuarentena estrictísima delata la débil autoridad de Fernández hasta en su propia casa.
Al poner en evidencia la humanidad de los líderes, el vínculo marital puede mostrarlos más cercanos o delatar su cortedad. Y si los acompañan mujeres “de” poder, con la preposición que se usa para el apellido ganancial. O si son mujeres poderosas, a las que el cargo protocolar sirve para proyectar su personalidad. En su autobiografía Becoming, Michelle Obama se presenta sin modestia como la gran mujer delante del gran hombre y no detrás, como reza el dicho popular. Su estelaridad en las redes sociales la confirman hoy como un personaje más interesante que el mismísimo Barack Obama
Entre las poderosas también podría ubicarse Olena Zelenska, productora y autora de la sátira política que dio a su marido Vladimir Zelensky notoriedad como artista y credibilidad para acceder al cargo presidencial. Su cuenta de Instagram la muestra dedicada y elegante, cumpliendo su rol institucional y protagonizando portadas de medios internacionales como El País y el Corriere della Sera. Su misión es ahora cuidar de las mujeres y niños que padecen la guerra. Así lo expresó en el reportaje de Vogue Ucrania, donde además agrega la situación de periodistas y creadores que intentan sobrevivir en un país avasallado. La temática de la revista y las fotografías de Annie Leibovitz avivaron la atención global, como evidencian las búsquedas en Google; todo haría pensar que Olena sabe lo que hace.
Entre las poderosas también podría ubicarse Olena Zelenska, productora y autora de la sátira política que dio a su marido Vladimir Zelensky notoriedad como artista y credibilidad para acceder al cargo presidencial.
Algunos analistas coincidieron con los medios oficiales de Rusia en que esa aparición es, cuando menos, polémica. Algo similar ocurrió en 2019, cuando una corriente de la prensa subestimaba la candidatura de Zelensky dado que se trataba de un comediante. Hoy, cuando la serie Servidor del pueblo está disponible en todas las plataformas, todavía asombra la crítica feroz al sistema político que escribía Olena y Zelensky actuaba en 2014. Pero ayuda entender por qué se convirtió en la plataforma política que derrotó al candidato prorruso y llevó a la pareja a la presidencia. También por qué son ellos los que padecen la guerra.
El emperador Adriano de Marguerite Yourcenar decía que prefería la libertad al poder, y el poder, solo cuando proporcionaba más libertad. Y ahí está la principal diferencia entre estas mujeres poderosas y las mujeres de poder, como Cristina Fernández de Kirchner. En su tercer periodo de gobierno (cuarto, si se cuenta el de su marido), la vicepresidente enfrenta el juicio oral por la corrupción de cuando fue presidente. Su defensa se basa en decir que ella no tomó decisiones. Si la fiscalía la acusa de ser jefa de una asociación ilícita, ella prefiere presentarse como víctima de un complot institucional y alguien que desconocía los alcances del negocio familiar.
Cuando Michelle Bolsonaro habló de Dios y sus designios para Jair Messias hizo algo más que apoyar el lanzamiento de su reelección presidencial. Estratégicamente alojados en la cuenta de Instagram de la primera dama, esos doce minutos hipnóticos llegaron al millón de vistas en diez días. Muestran a una mujer que hace flamear su pantalón verde como una bandera, en una ronda que solo se detenía un instante para recoger las ofrendas de una multitud que coreaba con ella “Glória a Deus”. Poderosísima.
El carisma es, precisamente, un don sobrenatural que la política asigna a ciertos candidatos. Esta mujer simplemente avisó que del mismo Dios venía la misión salvífica del matrimonio. Con más de 40 millones de evangelistas en Brasil, se entiende cómo en 2018 los milagros divinos acompañaron a Bolsonaro más que las encuestas.
Si los indicios de la intimidad presidencial se vuelven elocuentes es porque los mensajes políticos son poco creíbles. Y en esa transferencia de confianza es que las familias resultan electas junto con el presidente.
Analista de medios