Signo de los tiempos. Miente, miente que, al final, todo el mundo desconfiará
Los líderes políticos y su cruzada antiprensa generaron una constante pérdida de interés en las noticias
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Ahora cualquier líder mundial anda diciendo que la prensa y la desinformación nos impiden apreciar su excelso desempeño. Ya no son solo las bravuconadas de Donald Trump tuiteando que la prensa miente, porque hasta Hillary Clinton, su contendiente demócrata, acaba de declarar que “los medios no están haciendo bien su trabajo”. Ahora que el hostigamiento a la prensa es tendencia global, es justo reconocer el pionerismo de Latinoamérica con Rafael Correa, Hugo Chávez o los Kirchner, que iniciaron la cruzada antiprensa que Nayib Bukele o Andrés Manuel López Obrador continúan cada día.
Haber sido vanguardia le permite a la región ofrecer al mundo los resultados de ese experimento. La Argentina ha sido un laboratorio contra la información periodística. En la primera década del siglo, los tanques de pensamiento diagnosticaron “hegemonía de medios” y recomendaron “batallas culturales” contra la prensa masiva. Como arma, propusieron la intervención estatal con reguladores y observatorios que vigilaran la desviación de la palabra oficial. En nombre del pluralismo, crearon un sistema centralizado de medios estatales y paraestatales financiados con fondos nacionales, provinciales y municipales.
Como refuerzo, la posverdad brindó al populismo un marco conceptual conveniente para sostener que la información era algo de lo que desconfiar. Dos décadas de un sistema de medios dizque contrahegemónico en defensa de una supuesta verdad total, dio como resultado una mayor desconfianza en la información.
De los 46 países analizados en el estudio anual del Reuters Institute de la Universidad de Oxford, la Argentina muestra la mayor caída de interés en las noticias: de 77% al 48% entre 2017 y 2022
De los 46 países analizados en el estudio anual del Reuters Institute de la Universidad de Oxford, la Argentina muestra la mayor caída de interés en las noticias: de 77% al 48% entre 2017 y 2022. Si después de la pandemia el mundo recupera levemente la confianza en las noticias (44%), la Argentina sigue por debajo de esa media: 36% dice confiar en las noticias en general, por debajo de la mejor marca de 41% registrada en 2018. Comparte el podio de países con déficit de confianza, es decir, con más personas que desconfían de las noticias que las que confían: Estados Unidos (-15 puntos), Bulgaria (-12), Francia (-8), Hungría (-6), Chile (-4) y la Argentina (-3).
Los datos del Digital News Report muestran porcentajes más bajos de confianza para los medios más politizados. Uno de sus autores, Nic Newman, señala que el porcentaje de gente que evita las noticias ha aumentado en todos los países. Pero se ha duplicado en Brasil (54%) y el Reino Unido (46%) en los últimos cinco años. En contra de la politización de los medios, la opinión mayoritaria en todo el mundo es que los medios deben reflejar la diversidad de opiniones (74%) y que deben ser neutrales en todos los temas (66%). Confianza y polarización parecen ser excluyentes.
El exceso de política es una de las principales razones para evitar las noticias, junto con el efecto negativo que dejan en el estado de ánimo, concluye el estudio. Pero un porcentaje significativo de jóvenes con poca educación dice evitar las noticias por encontrarlas complicadas de entender. Y en este punto es que la Argentina aportó otra estocada mortal a los medios.
Nada más trágicamente efectivo para alejar a la ciudadanía de las noticias que empobrecer su comprensión lectora. Los resultados de las últimas pruebas del Ministerio de Educación confirman que siete de cada diez chicos de los sectores vulnerables no comprenden textos. En un país con la mitad de la población con menos de 31 años, de la cual la mayoría está en la pobreza, hay pocas perspectivas para la información de calidad.
Propaganda, pobreza y polarización conformaron la tormenta perfecta contra la prensa argentina. La trampa es que nadie gana en tierra arrasada por la desinformación. En un reciente reportaje en The New Yorker, el investigador Matthew Gentzkow de la Universidad de Stanford señala que “la narrativa de que el mundo está lleno de noticias falsas, y no puedes confiar en nada, podría tener impacto mayor que el contenido en sí”. Cuando la sociedad se aleja de las noticias, lo hace en general, incluidas las oficialistas.
Si las noticias prestaban un servicio a la democracia era el de recrear un espacio común con la actualidad que era imprescindible conocer. Las antinomias políticas fragmentan las noticias en tantas actualidades como versiones, que quedan todas en un mismo plano. La frase “Miente, miente que algo quedará” que repiten los políticos como lugar común, no tiene autor comprobado ni evidencias que la sustenten. Lo único empíricamente demostrado es que la consecuencia de la mentira reiterada es la desconfianza general.