Signo de los tiempos. La política está desnuda, dice la conversación en red
La sociedad aprovechó el encierro forzado para apropiarse de las tecnologías y ponerlas al servicio de una conversación virtuosa, que no pasa un mes sin mostrar resultados
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En un hecho inusual para la Argentina, aunque perfectamente normal para cualquier democracia consolidada, el electorado expresó su interés en propuestas electorales distintas al oficialismo. De pronto aparecieron fuerzas a los costados de lo que se llamaba derecha o izquierda, inaugurando un pluralismo electoral desacostumbrado. Pero si la ciencia política toma la alternancia como indicador de una democracia saludable, para un partido que hace de la hegemonía su batalla cotidiana, la pérdida del más ínfimo porcentaje de votos es una catástrofe.
A la hora de buscar culpables, para el oficialismo siempre son los mensajes. De los medios dizque hegemónicos, empeñados en confundir a las masas engañadas. De las redes sociales, que denuncian contaminadas de odio y noticias falsas. El gobernador del principal distrito electoral justifica la derrota en que “Nosotros que solemos recorrer, hacer actos, no pudimos hacer nada de eso porque las condiciones no lo permitían, pero a los que trabajan con trolls, redes y marketing no les resultó tan difícil”. Un alcalde con renovación automática amenaza con que “un día un pueblo se va a levantar contra los medios”. Pero la tuitería está muy ocupada poniendo la educación en la agenda nacional como para darse por ofendida con el gobernador. Y el pueblo anda demasiado fascinado con reality shows de cantantes y pasteleros como para alzarse en sedición desde José C. Paz. Y menos antes de saber quién resulta el confitero del año.
Políticos y periodistas citan, para avalar su diagnóstico mediático, a académicos funcionales que coinciden en el desprecio por las redes sociales, a las que definen como una cloaca de hostilidad y fake news. Mientras tanto, fuera de esta burbuja que se autopercibe reserva intelectual del Occidente decadente, la humanidad está entretenida compartiendo memes, confirmando que, más que odio, la política le provoca gracia. Por algo, de los diez emojis más usados en Twitter, cuatro son caritas que lloran de risa, según el informe de HootSuite. Y cinco tienen corazones. No sabemos qué tipo de seguidores frecuentan los detractores de las redes, pero las nuestras nos están dando momentos inigualables.
Acostumbrada a monopolizar el micrófono sin posibilidad de repregunta, la política desprecia la conversación ciudadana que circula por las redes. Mientras el Gobierno excusa sus fracasos en la pandemia, la sociedad aprovechó el encierro forzado para apropiarse de las tecnologías y ponerlas al servicio de una conversación virtuosa
Acostumbrada a monopolizar el micrófono sin posibilidad de repregunta, la política desprecia la conversación ciudadana que circula por las redes. Mientras el Gobierno excusa sus fracasos en la pandemia, la sociedad aprovechó el encierro forzado para apropiarse de las tecnologías y ponerlas al servicio de una conversación virtuosa, que no pasa un mes sin mostrar resultados.
Cuando la clase política suponía a la gente encuarentenada, se formaron comunidades poderosas para organizar el consorcio, la cooperadora o la seguridad del barrio. La libertad amenazada se defendió en grupos en red que movilizaron la sociedad cuando suponían que se iba a quedar callada. Cuando la clase dirigente despreciaba una vez más la educación, los padres se organizaron para reclamar por las clases y desafiaron al mismísimo ministro de educación desde el chat de mamis. Otra conversación exigió la vacunación de grupos postergados y otra organizó no una sino dos ceremonias de despedida de los ciento diez mil muertos desde la marcha de las piedras. La conversación en red convocó fiscales ciudadanos para las elecciones primarias y logró una participación inédita en el control de las mesas electorales. Lo que seguramente explica mejor el resultado electoral que la hipótesis de las noticias malas.
Fueron las redes las que revisaron las planillas de accesos a la residencia presidencial para exponer que mientras la sociedad estaba condenada al encierro, los funcionarios se reunían hasta la madrugada, festejaban cumpleaños y entrenaban a los canes presidenciales.
Es probable que a esa conversación debamos, también, que en estos días aciagos la incertidumbre y la decepción no explotara como otras veces en las calles. Ante las declaraciones políticas que amenazan, los diálogos de la red contienen y abrazan. Ponen humor donde los analistas exageran drama. Dan apoyo comunitario cuando la política solo busca volumen en golpes de efecto. Los políticos pueden sacar una cuenta en las redes sociales, pero no están en ellas hasta que se animen a ser uno más de alguna conversación.
Fueron las redes las que revisaron las planillas de accesos a la residencia presidencial para exponer que mientras la sociedad estaba condenada al encierro, los funcionarios se reunían hasta la madrugada, festejaban cumpleaños y entrenaban a los canes presidenciales. Y mensajes de WhatsApp los que trajeron los testimonios de la violencia estatal en provincias acostumbradas a silenciar los abusos de poder asfixiando a los medios locales. Se entiende por qué estos canales de conversación molestan tanto al Gobierno y sus intérpretes. El poder acostumbrado a los ropajes de la propaganda, en las redes queda desnudo y en falta.
Analista de medios