Signo de los tiempos. La inflación de la moneda y la devaluación de la palabra
Como ocurre con el papel recién pintado que sale del cajero para comprar cada vez menos, cada nueva campaña confirma la devaluación de la promesa anterior
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Si la inflación de la moneda devalúa el billete, la inflación comunicativa deprecia la palabra presidencial. Y para las dos devaluaciones el Gobierno toma medidas similares. Así como creen que vigilar los comercios impedirá el aumento de precios, proponen policías del pensamiento para controlar las críticas. Observatorios de discursos comparten con los inspectores de precios la misión de buscar el desvío al valor oficial y promover la enmienda. Pero mercado y lenguaje tienen otras reglas.
Para contar el problema de la emisión monetaria de la Argentina sirve la anécdota del vicepresidente que terminó en prisión por adquirir una empresa para imprimir billetes. En esos años en que la Casa de la Moneda imprimía en dúplex, se decidió reemplazar el presidente del billete de cien pesos por una primera dama. En 1999, cuando se lanzó el papel con la figura de Julio Argentino Roca, los cien pesos equivalían a cien dólares. Cuando fue simbólicamente desplazado por Eva Perón en 2012, alcanzaban para unos treinta dólares. En 2022 van a reemplazar la anterior esfinge por una Evita beatífica, que sonríe en un billete que ya no compra medio dólar. Quizás la primera recordaba demasiado a Madonna cantando Don’t cry for me Argentina.
Emisión récord
Esa devaluación feroz en veinte años confirma que no hay propaganda que compense los errores de la política monetaria. No sirvieron las presiones a la prensa para que no hable de inflación, ni el falseo fraudulento de las estadísticas públicas. El simple acto de comprar el pan nuestro de cada día alcanza para constatar que la moneda argentina no vale lo que ayer. Lo mismo pasa con los mensajes.
Esa devaluación feroz en veinte años confirma que no hay propaganda que compense los errores de la política monetaria. No sirvieron las presiones a la prensa para que no hable de inflación, ni el falseo fraudulento de las estadísticas públicas.
La publicidad oficial tuvo emisión récord en los gobiernos de los Fernández. Justamente los períodos con más caída de la credibilidad. El índice de confianza en el gobierno de la Universidad Di Tella mide un piso de 1,44 de un total de 5 puntos para el tercer año de Alberto Fernández. El mismo que tuvo Cristina Fernández en igual período de su segundo mandato, aunque su peor registro de 1,04 en 2008 marcó el inicio de su primer gobierno.
Más mensajes no es mejor comunicación. Según el estudio Twiplomacy los presidentes que más publican en redes sociales son los de Filipinas, El Salvador y Venezuela, con más de 50 tuits diarios. A Volodimir Zelensky le alcanzan apenas tres al día para lograr que su video recibiendo a la congresista Nancy Pelossi supere 4 millones de vistas. El video de Alberto Fernández saludando a Emmanuel Macron no llegó a las 20 mil.
Vocerías
La última gira europea del presidente argentino reforzó el contraste entre la comunicación institucionalizada y la incontinencia populista. Ejemplo de la primera son las conferencias de prensa en las que los líderes que se reúnen ofrecen declaraciones conjuntas a la mayor pluralidad de medios y periodistas. En contra de esa recomendación, el presidente argentino llenó con entrevistas exclusivas los vacíos de la agenda oficial. Y cada nueva declaración devaluó las previas.
En el mundo los presidentes resguardan su palabra con instituciones como la del portavoz, que reserva las declaraciones presidenciales solo para ocasiones especiales. En la Argentina la vocería desprotege al presidente tanto como el Banco Central a la moneda. En lugar de elegir portavoces con bajo perfil y alta competencia comunicacional, se eligen militantes preparados para distribuir titulares de escándalo más que para brindar información de calidad.
El fracaso que representa la devaluación generalizada no disuade al gobierno argentino de reforzar la emisión: ahora va a renovar los billetes con ilustraciones de figuras épicas y a relanzar una nueva campaña de publicidad. Para seguir abultando cajeros y carteras con billetes de poco valor, mantendrá el billete de máxima denominación en mil pesos, equivalente al euro de menor valor. Dicen que es para honrar a próceres olvidados, pero persisten en estamparlos en papeles que nacen devaluados.
Con el mismo espíritu, se lanza el nuevo eslogan de “Primero la gente” que desplaza al de “Reconstrucción argentina” de 2021, que a su vez reemplazaba la campaña “Argentina te cuida” de 2020. Con las promesas de cuidado y de reconstrucción incumplidas, ahora proclaman que la gente es la prioridad. Como ocurre con el papel recién pintado que sale del cajero para comprar cada vez menos, cada nueva campaña confirma la devaluación de la promesa anterior.