Signo de los tiempos. En un país de invisibles, el ciego es rey
El neologismo “invisibilizar” puede ser ontológicamente imposible, pero es una síntesis perfecta del cinismo ilustrado de la casta dirigente que llama invisibilidad a su negación a ver
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Hay una teoría, con fundamentos más místicos que científicos, que sostiene que ciertos grupos siguen postergados porque “están invisibilizados”. El prodigio de que personas tangibles se hayan vuelto invisibles para toda una sociedad se explicaría, según este culto, en que un nombre inadecuado las condenó a la imperceptibilidad. Parafraseando a Borges cuando parafraseaba a Platón, si “el nombre es arquetipo de las cosas, en las letras de rosa está la rosa”. Para los creyentes del nominalismo mágico, el nombre de esta flor discriminaría la variedad de colores en favor de una tonalidad volviendo invisibles a las demás. Suena raro para las cosas, pero está muy extendido en las políticas públicas.
En nombre de la “invisibilización” se reforman nombres en nomenclaturas, como ocurrió con la Convención de los Derechos del Niño de 1989. Como a todas luces sigue incumplida, los reformistas asignaron ese fracaso a que los derechos aludían a un niño solo. Gracias a este descubrimiento reciente, comisiones, defensorías y organismos variados subsanaron el error aclarando que sus misiones involucraban a “niños, niñas y adolescentes”. Aun cuando este sustantivo todavía no fue conminado a desdoblarse en adolescentas y adolescentos, la fatiga de la enumeración derivó en la sigla NNyA, que aun en su brevedad contribuiría a dar notoriedad al grupo mejor que el anterior sustantivo. Pero la realidad insiste en ignorar tan buenas intenciones.
En 2020, de cada diez jóvenes tres no fueron al médico, seis no visitaron al dentista y siete no hicieron actividad física. Con las escuelas cerradas desde marzo de 2020, esos chicos estuvieron dando vueltas por ahí, en las casas, en las esquinas, en los parques. O en las calles, tocando las puertas por ropa, revolviendo basura por mendrugos
En la Argentina pandémica, el 63% de los menores de 17 años son pobres, 7 puntos más que en 2019, según datos del INDEC analizados por el Observatorio de la Deuda Social. En el conurbano bonaerense sube al 74,5%, en el que uno de cada cinco jóvenes es indigente. La mitad de ellos creció viendo que su hogar depende de subsidios del Estado, que no impidieron que uno de cada tres comiera menos que el año anterior y que uno de cada seis pasara hambre. En 2020, de cada diez jóvenes tres no fueron al médico, seis no visitaron al dentista y siete no hicieron actividad física. Con las escuelas cerradas desde marzo de 2020, esos chicos estuvieron dando vueltas por ahí, en las casas, en las esquinas, en los parques. O en las calles, tocando las puertas por ropa, revolviendo basura por mendrugos.
Como si verlos desaparecer por falta de escuela y comida no fuera suficiente, las burocracias que repiten niñosniñasyadolescentes decidieron suspender diagnósticos, pruebas pedagógicas y mediciones. Pero se sabe que la invisibilidad raramente se asocia a la falta de estadísticas públicas.
Mientras tanto, nuestros niñosniñasyadolescentes dedican sus mejores años al experimento que busca volverlos visibles en innúmeras resoluciones, pronunciamientos y declaraciones. A juzgar por los resultados, no alcanzaron las que durante la pandemia aportaron defensorías y organismos como ONU, OEA, Unicef, Unesco, OMS, CIDH. Pero un buen mago sabe que si una magia no funciona hay que repetir el truco.
Para muchos funcionarios las palabras tienen los poderes de la capa de invisibilidad de Harry Potter. Sin ir muy lejos, el presidente argentino los invocó después de referirse confusamente al linaje de México y Brasil, cuando tuiteó “quien se haya sentido ofendido o invisibilizado, desde ya mis disculpas”. El truco se delató cuando la prensa extranjera intentó traducirlo como “in any case, whoever has felt offended or invisible, I give my apologies”, por tomar el diario The Guardian. En el conjuro presidencial, sentirse invisible es equivalente a una ofensa.
Quien pronuncia niñosniñasyadolescentes expresa que el tema le preocupa un poco para transformarlo en nomenclatura, aunque no tanto como para solucionarle los problemas.
El neologismo “invisibilizar” puede ser ontológicamente imposible, pero es una síntesis perfecta del cinismo ilustrado de la casta dirigente que llama invisibilidad a su negación a ver. Si expandir la palabra “niño” no cambia las cosas, al menos aclara la posición ideológica del declarante. Quien pronuncia niñosniñasyadolescentes expresa que el tema le preocupa un poco para transformarlo en nomenclatura, aunque no tanto como para solucionarle los problemas.
El mecanismo para el descubrimiento encierra un encubrimiento. Como enseñó Edgar Allan Poe en “La carta robada”, la mejor forma de ocultar una evidencia es ponerla a la vista de todos. Así está esta niñez robada. Justo cuando tantos se jactan de pronunciar niñosniñasyadolescentes, su pobreza, carencias vitales, desventajas educativas, su exclusión tecnológica acelera su pendiente. El pequeño príncipe advertía que “lo esencial es invisible a los ojos”. La catástrofe infantil no necesita hacerse más visible, sino encontrar gente en disposición de percibir su esencialidad.
Analista de medios