Signo de los tiempos. El sistema potencia las candidaturas antisistema
El destrato de su opositor o de la prensa es exactamente lo que necesitan para confirmar que no pertenecen a ese mundo que sus votantes desprecian
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Latinoamérica tiene una tradición de líderes que irrumpen en la escena política como salvadores de la nación. En las últimas décadas hubo presidentes militares, economistas, empresarios, indígenas que explotaron el rasgo de estar fuera de la política para acomodarse en ella. Si outsiders son, literalmente, los marginales del sistema, llevamos décadas sumando al altar patrio personajes disruptivos, que dividen las sociedades entre fanáticos y críticos.
La novedad es que en todo el mundo están ganando elecciones candidatos con la propuesta de dar un giro de campana a lo establecido. En los extremos geográficos y del espectro ideológico. De Donald Trump en Estados Unidos y Boris Johnson en el Reino Unido, hasta Pedro Castillo en Perú o Gabriel Boric en Chile.
Para presentarse como antisistema ni siquiera tienen que venir de afuera de la política. Tal el caso de Jair Bolsonaro en Brasil, legislador persistente antes de convertirse a presidente. O Rodolfo Hernández, la sorpresa del balotaje de Colombia, aunque no para los vecinos de Bucaramanga que lo tuvieron de alcalde. En los dos casos, ni la prensa ni las encuestas habían detectado que pudieran disputar la presidencia. Incluso luego de triunfar siguen siendo tratados como intrusos del sistema. Lo que acaba posicionándolos con más fuerza.
Destratos
El destrato de su opositor o de la prensa es exactamente lo que necesitan para confirmar que no pertenecen a ese mundo que sus votantes desprecian. Traer a la campaña imágenes del provocador golpeando, insultando, diciendo barbaridades no lo menoscaba. Al contrario, lo fortalece. Esos mensajes no cambian nada al votante que piensa que es un candidato inconveniente. Y refuerzan al que está buscando alguien insolente.
En 2016 la prensa estadounidense apoyó unánimemente a Hillary Clinton. El profesor Pablo Boczkowski calculó que 229 diarios y 131 semanarios respaldaron a la candidata de más trayectoria. En contraste, solo 9 diarios y 4 semanarios apoyaron al advenedizo Donald Trump. Esa diferencia de 27 a 1 a favor de la presidenta que no fue confirma el efecto paradójico que pueden tener las campañas contra los candidatos antisistema.
El efecto contraproducente ocurre cuando un mensaje obtiene el resultado contrario al buscado. Incluso gente con experiencia mediática, como periodistas o artistas, creen que ridiculizar a estos candidatos ayuda a descalificarlos. No comprenden que terminan fortaleciendo al aspirante supuestamente denostado
El efecto contraproducente ocurre cuando un mensaje obtiene el resultado contrario al buscado. Incluso gente con experiencia mediática, como periodistas o artistas, creen que ridiculizar a estos candidatos ayuda a descalificarlos. No comprenden que terminan fortaleciendo al aspirante supuestamente denostado. El mismo escándalo político termina dando la razón a la sociedad harta de la politiquería. Poner en el opositor los males que ninguno pudo resolver no descalifica a un partido en particular, sino que abona el descrédito general.
No puede concluirse que estos personajes son causa o consecuencia de la decepción del sistema democrático. Pero lo cierto es que, según el último Latinobarómetro, apenas el 55% de los latinoamericanos considera que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno. Diez puntos menos que en 1995. En el mismo periodo, el porcentaje de gente a la que le es indiferente un régimen democrático o no democrático pasó de 17% a 30%. Porcentaje suficiente para torcer cualquier elección.
La prensa hace su aporte a la tormenta perfecta cuando exacerba las actitudes políticas que generan el cansancio ciudadano. Y, a sabiendas o no, provoca el daño colateral de acallar la expresión de la opinión que es insistentemente descalificada. Por eso las encuestas electorales no logran detectar las preferencias por los candidatos que finalmente ganan.
Antes que identificar lo que se expresa con más libertad en las redes sociales, los columnistas prefieren descalificarlas. Y ahí le abren otra oportunidad a estos personajes que explotan las emociones que reprime lo políticamente correcto. En sus declaraciones escandalosas dan rienda suelta a lo que mucha gente no podría expresar. Así, el debate político más genuino se corre de las noticias hacia espacios de más libertad. La prensa de prestigio prefirió descalificar los memes en contra de Amber Heard antes que entender las razones profundas por las que la abrumadora mayoría apoyaba la consigna #JusticiaParaJohnnyDepp. Que coincidió con el veredicto del tribunal.
Cuando esas élites ilustradas hablan de los “antisistema” en realidad están diciendo “anti-nuestro-sistema”. La crisis del sistema político coincide, sugerentemente, con la crisis de la prensa que desprecia a las mayorías y concentra su ascendente en una minoría refractaria.
Analista de medios