Signo de los tiempos. El relato político y lo que va de la gesta a la parábola
Mientras las gestas insisten en pintar héroes extraordinarios en realidades mediocres, la parábola relata personas ordinarias en situaciones excepcionales
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La palabra relato significa, desde que se declinaba en latín, volver (re-) a llevar (lat-). Por eso se usa para las narraciones, porque al contar algo vuelven a traerlo. Cuando la política habla de sus cuentos generalmente pronuncia “Elrelato”, así todo junto, con mayúscula. De ahí, la tercera acepción de la Real Academia Española que lo define como “Reconstrucción discursiva de ciertos acontecimientos interpretados en favor de una ideología o de un movimiento político”. Falta explicar por qué la política gusta de relatar como épica lo que la sociedad suele vivir como tragicomedia.
Estos tiempos de posverdad habilitan a personajes de medio pelo a aspirar a su épica política. En el clima nebuloso donde la propaganda se confunde con información y las emociones se imponen a las razones, prosperan quienes venden humo. Una fumarada muy cotizada es la que proclama que un partido necesita un relato para ganar las elecciones y después para gobernar. La campaña permanente es demasiado lucrativa como para ser desmentida.
No importa que en Latinoamérica sobren fracasos de liderazgos basados en “Elrelato”, que dejaron a su paso sociedades polarizadas, empobrecidas, desconfiadas de la democracia. A los beneficiarios de los gastos en propaganda y de los pingües contratos para los ahumaderos de “Elrelato” no se les pide que rindan cuentas por tan pobres resultados.
Si relato incluye expresiones literarias como la epopeya o la fábula, “Elrelato” latinoamericano por excelencia es la telenovela en la que alguien ungido de carisma salva a un pueblo siempre en el desamparo. Si nuestra historia está llena de padres de la patria es porque la orfandad nunca falta en las telenovelas americanas.
Si relato incluye expresiones literarias como la epopeya o la fábula, “Elrelato” latinoamericano por excelencia es la telenovela en la que alguien ungido de carisma salva a un pueblo siempre en el desamparo. Si nuestra historia está llena de padres de la patria es porque la orfandad nunca falta en las telenovelas americanas.
En un artículo reciente, el filósofo español Daniel Innerarity recuerda que “los relatos no son teorías científicas, sino estados de ánimo que terminan imponiéndose y resultan más decisivos para configurar la opinión pública que cualquier evidencia”. Ahí reside la eficacia del relato que, a diferencia de la historia, puede ser incomprobable, y aún así, como la telenovela, se vive como cierto.
Puede que no nos consten los hechos relatados pero la emoción que generan, a favor o en contra, se percibe más allá de la evidencia. Por eso “Elrelato” es el favorito de gobiernos que reniegan de la transparencia y ven en el periodismo que busca verificar los hechos su enemigo declarado. Que “Elrelato” sea el origen del encantamiento que las sociedades tienen con gobiernos que llegan con votos y salen con pésimo desempeño, no implica que una épica fallida deba reemplazarse con otra épica improbable.
Las recientes elecciones en Chile, Colombia, Italia, Brasil, muestran que mucha gente está cansada de los melodramas de temporadas renovadas, y que está dispuesta a elegir series más cortas y profanas. Y si alguien tiene dudas acerca de si un comediante simplón puede reemplazar al galán carismático, les recuerdo que esas fueron las dudas cuando los ucranianos eligieron a Volodimir Zelensky.
Todas esas son pistas de que la sociedad está cansada, si no del relato, al menos de tanta épica. En el primer Congreso Internacional de la Lengua Española, allá por 1998, el catedrático Manuel Martín Serrano ya explicaba la diferencia de “La gesta y la parábola en los relatos de comunicación pública”. La primera construye relatos enfocados en roles individuales que necesitan el consenso alrededor de los logros de un actor principal.
La segunda se enfoca en lo colectivo y en el principio de realidad, que permite compartir los fracasos para el aprendizaje comunitario. La gesta mira el pasado pensando en la proyección individual futura. La parábola ayuda a una comunidad para lidiar con el presente.
Mientras las gestas insisten en pintar héroes extraordinarios en realidades mediocres, la parábola relata personas ordinarias en situaciones excepcionales. Como la película Argentina, 1985, cuyo estreno pone otra vez en evidencia la contradicción de políticos y élites que reclaman más épica, y el voto popular, que consagra en festivales y en las salas la sencillez de la parábola de personajes corrientes.
Esta narración, que una parte de la crítica encontró sosa, activó la discusión pública por el juicio a las juntas militares como no lo habían logrado las múltiples gestas de museos, subsidios para ficciones de la memoria o institutos de revisionismo histórico. Aun así, siguen diciendo que el pueblo pide épica, cuando son las vanidades políticas las únicas que reclaman relatarse en gestas.