Signo de los tiempos. El irresistible encanto de las promesas electorales
La premisa de que las razones no disuaden las emociones debería ser la guía de cualquier campaña electoral.
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Un maestro del viejo dicho que aconseja hacer de defecto virtud es el señor Elon Musk. Uno solo de los eventos que enfrentó las últimas semanas sería, para cualquiera, una crisis irremontable. La nave espacial Starship de su empresa SpaceX explotó después del despegue. Twitter, la plataforma que adquirió el año pasado, no logró convencer a los usuarios de que paguen por la verificación de la cuenta. Entonces, se la sacó a todos para después imponérsela a algunos. Entre los que tuvieron que aclarar que ni la solicitaron ni pensaban pagarla estaba el Memorial de Auschwitz, para ver que la movida no respetó nada. La bajada de precios de los exclusivos autos Tesla no paró la caída del veinticinco por ciento en las acciones. Y como si fuera poco, concedió entrevista al polemista Tucker Carlson apenas unos días antes de que Fox News lo despidiera.
Para la mayoría de la humanidad esto habría sido una mala racha. Para el millonario sudafricano, un refuerzo para el ego y la imagen. La prensa mundial relata los movimientos de Musk con un detalle que no dedica a empresarios que trabajan para paliar algunas de las urgencias de la humanidad. Y mientras los millonarios evitan la lupa del periodismo, los negocios de Musk se basan en las declaraciones con las que opera las expectativas del mercado, de las que saca pingües ganancias. De las que no se priva a pesar de haber sido condenado en 2018 a pagar millones de multa.
Estas contradicciones no mellan el entusiasmo de vastas mayorías, como ocurre con tantas otras personalidades que mantienen el apoyo popular, hagan lo que hagan. La política tiene muchos ejemplos de este fanatismo a prueba de fallos, que no disminuye ni con delitos probados, ni con certificados de desequilibrios mentales.
El peligro de estos personajes es que utilizan este hechizo para ganar poder. Popularidad es la “aceptación y aplauso que alguien tiene en el pueblo”, según define la Real Academia Española. Demagogia es cuando el aplauso no se busca como resultado, sino como motor de mentiras.
Uno de esos éxitos populares canta “Dale a tu cuerpo alegría, Macarena”. Algo que bien podría condensar la receta populista de personajes como Nayib Bukele o Donald Trump.
Como ellos, el candidato Javier Milei es bueno para decir lo que mucha gente espera escuchar sobre eliminar la inflación, como lo fue Alberto Fernández en la campaña de 2019 cuando prometía que no se iba a pelear con el partido con el que estaba peleado. Quien maneja pérfidamente la expectativa social raramente tenga que rendir cuentas.
Es más fácil ver este mecanismo en Elon Musk que en los candidatos en campaña. Pero es el mismo. Cuando era usuario de Twitter, Musk abogaba por la transparencia y el juego limpio. En cuanto se hizo cargo de la empresa, despidió miles de personas y promovió cambios que perjudicaron a cuentas de calidad como la radio pública NPR
Es más fácil ver este mecanismo en Elon Musk que en los candidatos en campaña. Pero es el mismo. Cuando era usuario de Twitter, Musk abogaba por la transparencia y el juego limpio. En cuanto se hizo cargo de la empresa, despidió miles de personas y promovió cambios que perjudicaron a cuentas de calidad como la radio pública NPR, a la vez que daba certificación a medios de Rusia, Irán y China. En pocos días impulsó el crecimiento de cuentas de propaganda que la depuración de la pandemia y la guerra habían tratado de marginar.
Lo mismo hizo con la inteligencia artificial. En pocos días, el millonario pasó de firmar una solicitada que pedía suspender los avances en esa tecnología por seis meses, argumentando que eran un peligro para la humanidad, a sumar a su conglomerado una empresa competidora del ChatGPT.
Como ocurre con líderes como Cristina Fernández o Nicolás Maduro, ser multimillonarios no les resta admiración entre gente que por plataforma política repudia la riqueza. Ni fracasos contundente, como ganar el récord Guiness de mayor pérdida de dinero en la historia, les restan adherentes. Récord que se le otorgó a Musk porque los bancos centrales de la Argentina y Venezuela no habían entrado en esa competencia.
De nada sirve que se verifiquen sus promesas incumplidas de viajes turísticos a la Luna, taxis sin conductor y sin accidentes, ranquin que Tesla encabeza, quintuplicando a la segunda empresa. Como no sirve desmentir las propuestas electorales inviables. La afinidad emotiva es un vínculo poderoso porque nada cuesta más que reconocer que hemos sido engañados.
La premisa de que las razones no disuaden las emociones debería ser la guía de cualquier campaña electoral. Estos personajes lo saben y por eso construyen su carrera en base a insensateces. Todos tenemos en la vida, pública o privada, algún personaje al que le perdonamos cualquier cosa. Es el sistema electoral el que debería filtrar a quienes prometen locuras sin que jamás tengan que rendir cuentas.