SIDE: prioridades y sospechas
“El FMI no puede creer lo que estamos haciendo, estamos haciendo el ajuste más grande no de la historia del país sino el más grande de la humanidad”, enfatizaba poco atrás el presidente Javier Milei. No miente Milei, el ajuste es feroz y se ve reflejado en los indicadores que muestran dos caras: por un lado, la positiva, con una baja importante de la inflación, y por el otro, la negativa, la recesión es más profunda y duradera que lo que presagiaban cualquiera de los peores pronósticos económicos de principios de año.
En ese contexto de ajuste, la muletilla “no hay plata” se transformó en una consigna de gobierno, repetida hasta el hartazgo por funcionarios, legisladores, militantes y voceros-que hay muchos y en todos lados- para responder a los pesares que reflejan distintos sectores relacionados con los comedores y subsidios sociales, la salud, la educación, el trabajo y la niñez. El Gobierno ha demostrado en estos 220 días de gestión ser más sensible a los reclamos que provienen de sectores castrenses que a la política social. Así lo hizo con la compra de 24 aeronaves de combate F-16 a Dinamarca, una operación que demandó una erogación total para el Estado de US$ 301.200.000, mientras estudia la posibilidad de incorporar más armamento militar para el Ejército y la Armada Argentina, se habla desde 100 vehículos blindados y hasta un submarino. No es criticable que un gobierno modernice y equipe sus Fuerzas Armadas, lo que es polémico es que lo haga en el contexto del “ajuste más grande de la humanidad”, relegando a personas que necesitan insumos y servicios para su subsistencia en un contexto de 60% de población bajo la línea de pobreza. Para ellos “plata no hay”, y eso se esgrime con cierto orgullo, porque mostrar insensibilidad parece ser un plus de fortaleza para Milei y los suyos, esa actitud derrama en un sector de la sociedad que ve a la pobreza o a los sectores que viven fuera del sistema de la economía formal como “responsables de su condición” y no como “víctimas” de décadas de decadencia y clientelismo.
Esta semana la noticia que causó impacto e indignación en aquellos que ven en el Gobierno una actitud selectiva a la hora de designar presupuestos, fue la decisión de disponer de 100 mil millones de pesos para la nueva SIDE. La Inteligencia pasó a ser una de las áreas más bendecidas por el gobierno a la hora de distribuir recursos. El nuevo esquema, anunciado la semana pasada y que incluye la creación de cuatro agencias, recibirá esos fondos con una particularidad consignada en el artículo 2° del DNU: se trata de “fondos reservados”, es decir que no tienen controles y podrán ser utilizados discrecionalmente por la nueva SIDE. Un dato que no pasa inadvertido, hasta ahora la exAFI contaba con un presupuesto que apenas superaba los 70 mil millones de pesos, de los cuales 1400 millones eran para gastos reservados. El Gobierno con un decreto centuplica esa cifra en un contexto de ajuste que deriva en una ausencia inédita del Estado Nacional en áreas sensibles, restando apoyo a las provincias más pobres, quitándoles así la posibilidad de encontrar equidad entre los servicios que debe recibir su gente.
Muchas son las preguntas que nos deja esta medida: ¿era necesario destinar esos fondos de manera reservada y discrecional en este momento? ¿cambió la SIDE como para confiar en ella y llenarla de recursos? Esta es, sin dudas, una de las medidas más insensibles e inexplicables adoptada por el gobierno de Javier Milei, que al parecer considera esto más importante que atender algunos de los tantos reclamos que se podrían encaminar con solo una parte de estos 100 mil millones de pesos. En contraposición, el Brasil de Lula este año decidió que el Ministerio de Defensa, la Policía Federal y la Inteligencia tuvieran recortes presupuestarios de 430 millones de reales de fondos, unos 84 millones de dólares, como consecuencia de una reciente reforma fiscal. Vale aclarar que la economía de Brasil, la mayor de América Latina, ya logró superar a Italia, convirtiéndose en la octava a nivel global por PBI, tras crecer 0,8% solo en el primer trimestre. Su realidad es muy distinta a la nuestra, sin embargo, maneja otras prioridades.
Por lo pronto, la designación de Sergio Neiffert al frente de la Inteligencia pone mantos de sospechas sobre su capacidad y experiencia, absolutamente nula en la materia, pero se sabe que responde al asesor Santiago Caputo uno de los dos hombres fuertes del gobierno libertario. La otra es Karina Milei, “El Jefe”, como la llaman. Dos hombres con poder y muy temidos por el resto de los funcionarios del organigrama que se comportan cada vez más reticentes a hablar en público y a tomar decisiones sin saber si alguno de ellos fue consultado por temor a ser castigados o desplazados porque “ese día” esas palabras pueden caer mal y costarles el puesto. Las formas y los motivos que derivaron la salida del subsecretario de Deportes, Julio Garro, demostró que todos penden de un hilo, ninguno tiene juego o fortaleza propia y que están permanentemente observados por la dupla poderosa en la que más confía el Presidente.
Ahora comenzaremos a transitar, como en la mejor época de los gobiernos peronistas (menemistas o kirchneristas actuaron de la misma manera), un mar de especulaciones sobre qué hará el gobierno libertario con ese dinero. En el Congreso ya comenzaron a fabricar distintas hipótesis. Legisladores opositores recomiendan observar dos áreas con atención y advierten que esas podrían ser las destinatarias de parte de esos fondos reservados. Creen que el destino puede ser la compra de medios de comunicación o a potenciar la granja de trolls para seguir manejando la opinión en las redes y poder acosar a opositores, periodistas y economistas críticos, ONGs, hasta empresarios y Organismos de Cooperación. Ninguno se salva del acoso digital, un modus operandi característico del juego libertario. Ni siquiera son ajenos a este escenario los propios que molesten o incomodan al Presidente o a sus espadas más fieles “pecando en opinar distinto” convirtiéndose así de inmediato en “traidores”. Suelen decir que es un espacio donde todos pueden tener sus propias ideas, pero en la práctica exhiben una autoritaria disciplina interna. De algún modo, un verticalismo personalista ya fuera de época.
Una de las personas que debería estar más preocupada por la posibilidad de un armado comunicacional con fondos reservados de la flamante SIDE es la vicepresidenta Victoria Villarruel, que con templanza se mantiene firme y en silencio público ante los ataques que recibió estos días de parte la propia tropa por su afamado tuit criticando a Francia con el fin de defender a los jugadores de la Selección. Ayer en la Rural, solo atinó a decir: “Mi relación con el Presidente está bien”, aunque gente cercana al Presidente intencionalmente haga correr el rumor de que esa relación hoy está rota.
Se sabe que la idea de Villarruel es no repetir las experiencias de Chacho Álvarez en la Alianza ni la de Julio Cobos con Cristina Kirchner, pero que tampoco se quedará esperando mansamente que la marginen del gobierno que ayudó a conquistar, y de a poco tendrá agenda propia y voluntades políticas que la elijan por sobre Milei. Se espera que algo tenga para decir y hacer en el armado de la Bicameral de Inteligencia, desde donde se podrá, quizás, esto nunca se sabe, conocer el destino de esos fondos que, por el momento de ajuste en que se tomó la decisión y por la importancia que el oficialismo le da a la comunicación y a las redes sociales, ya representan una magnífica invitación a la sospecha.