Si quieres controlar el mar, pelea por las islas
A diferencia de Europa, donde el control territorial ha sido el principio organizador del poder, Asia es un espacio geográfico en el que el agua, desde el Pacífico hasta el Índico, pasando por los mares de China y el estrecho de Malaca, es el elemento que organiza las interacciones entre Estados. Controlar el mar ha sido una parte muy importante de la historia soberana de estos países. Y ésta parece ser la nueva preocupación de China.
El nacionalismo es un fenómeno de muchas cabezas. A veces toma fuerza cuando las cosas están mal y produce un Trump o un Brexit. Otras veces crece en pueblos que buscan revancha y aparece un Putin. Pero el nacionalismo chino, hoy en ascenso, tiene otro rostro. O dos. Por un lado, es la expresión de un país cada vez más poderoso que no se contenta con su dimensión continental y que busca proyectarse al mar. Un mar muy celosamente cuidado por Estados Unidos y, también, por los países al sur de China. Por otro lado, es la forma de canalizar los sentimientos de una población que siente que no sólo necesita tener plata sino también una narrativa de cuál es su lugar en el mundo.
Y qué mejor que comenzar por el vecindario, en particular el mar del Sur de China, o mar Meridional. Un mar rico en recursos, como pesca y petróleo, y estratégico para el comercio. Un mar que China percibe como un problema de soberanía y que Estados Unidos entiende como un problema de libertad de navegación. Un mar que también es reclamado, en parte, por Vietnam, Filipinas, Malasia, Brunei e Indonesia. Si a esto agregamos que en ese mar hay pequeñas masas de tierra que China afirma que son islas, los ingredientes para el conflicto están en la mesa.
Mucho más cuando el 12 de julio pasado la Corte Permanente de Arbitraje falló a favor del caso de Filipinas contra China, afirmando que las islas que pretende China sencillamente no son islas. Arbitraje que China rechazó, indignada. Claro, nombrar una elevación de tierra como isla tiene consecuencias estratégicas. Se es dueño de la isla y del mar que la rodea, por muchas millas. Por eso, no es lo mismo decir que es una roca, una elevación de baja marea o una isla artificial, las cuales obtienen sólo quinientos metros como zona de seguridad. De ahí que China haya invertido enormes recursos para llevar adelante la construcción social, y material, de islas que le permitan asegurar los pasos, controlar el tráfico y, claro, poner obstáculos a la circulación de Estados Unidos.
Los conflictos grandes, se dice, no necesitan grandes causas. Plutón dejó de ser un planeta y eso no molestó a nadie. Preguntemos en Pekín qué sienten cuando les dicen que sus islas no son islas.