Si hacemos las cosas bien, recuperaremos la confianza
El nuevo edificio del Banco Central Europeo inaugurado en 2014 conmueve por su historia, pues está levantado sobre el famoso mercado de frutas y verduras, Grossmarketstrasse, destruido por un explosivo en la Segunda Guerra Mundial. Su construcción, producto del arquitecto austríaco Wolf D. Prix, es completamente vidriada, lo que resalta un valor central para una institución monetaria: la transparencia. Al descender del ascensor ultrarrápido en el piso cuarenta, se acerca el jefe de protocolo italiano para avisarme que hubo un cambio de parecer y que Mario Draghi, el economista italiano presidente del Banco Central Europeo, me recibirá en su escritorio. Agradezco su cálido gesto y quedo impresionado por la austeridad de la oficina y, sobre todo, por la vista: Fráncfort está a sus pies.
No habíamos vuelto a conversar desde nuestro último encuentro el año pasado en Jackson Hole. La realidad de China, los mercados emergentes, la coyuntura de Brasil y el futuro de la Argentina fueron algunos de los temas que tratamos. Coincidimos en que el país de Confucio está viviendo la transición desde una economía sustentada sólo en el ahorro y la inversión hacia otra que necesita encontrar un balance con mayor consumo interno. En esta coyuntura, el haber usado fondos públicos para la compra de acciones en el mercado de valores ha sido un error que provocó una burbuja de precios, y el no haber evacuado en su totalidad las dudas acerca de la cuantía de préstamos morosos en ese sistema bancario sólo ha generado más volatilidad en aquellas tierras y en el resto de los emergentes. Claro está que la capacidad de respuesta de las autoridades es incomparable: un banco central repleto de municiones que tiene 100 veces más reservas que su par argentino, cuando el producto bruto es sólo casi 20 veces superior.
En ese marco, enfatizo que las autoridades monetarias de los países emergentes tienen ya mucha experiencia como pilotos de tormentas y que estoy convencido de que, a pesar de las turbulencias y los efectos negativos de corto plazo, no estamos frente al germen de una nueva crisis internacional. Esto nos lleva a la realidad europea, más precisamente a la crisis helena. Lo noté confiado en haber encontrado un camino de solución, muy concentrado en el trabajo diario con los cuatro bancos de aquel país. Mario Draghi ha sido un elemento fundamental en convencer a todos los Estados europeos de tomar medidas no convencionales para sostener su moneda, por lo cual se ha convertido en la práctica y de modo simbólico en un verdadero "guardián del euro", más allá de su probada capacidad técnica.
Lo anterior significa que la mayoría de los países desarrollados deberán continuar con sus políticas monetarias expansivas (inyección de dinero y tasas de interés muy bajas), pues existe capacidad ociosa y la inflación se comporta bien por debajo del objetivo. Por lo cual, más allá de la coyuntura actual, esto se reflejará en un significativo flujo de dólares, euros y yenes que seguirán buscando alternativas de inversión en el mundo.
A esta altura del intercambio de visiones, conversamos sobre nuestra región, los desafíos que tiene por delante Brasil y el devenir de nuestro país. En este sentido, lo encontré muy curioso sobre la situación argentina. Escuchó mi descripción sobre el tema de los acreedores externos con atención. Aquí, creo que es más importante demostrar un enfoque resolutivo que correr contra el reloj, ya que las partes tienen posiciones muy divergentes. El presidente del Banco Central Europeo asintió, reforzando que es fundamental resolverlo en su integralidad para cerrar definitivamente el capítulo del default. Luego de años de vivir de espaldas al mundo, la figura de un nuevo presidente genera expectativas de cambio y aquí tenemos una ventana de oportunidad para recuperar la credibilidad perdida. Se interesó por los candidatos presidenciales, su futura agenda económica y sus equipos de trabajo técnicos. Le resumí las principales características de los tres candidatos más competitivos y, al finalizar, recordé que todos ellos son descendientes de italianos. "No estoy seguro de que eso sea un activo", fue su risueña respuesta.
Al despedirnos, con tono optimista, dijo: "Martín, Argentina era uno de los países más ricos del mundo a inicios del siglo XX. Yo creo que la promesa sigue vigente: la Argentina lo tiene todo para ser un gran país".
Mi principal impresión del encuentro, luego de una hora de intenso intercambio, es que Mario Draghi es un buen amigo de la Argentina. Estoy convencido de que si trabajamos con seriedad y profesionalismo, muchos líderes mundiales como él estarán dispuestos a extendernos su mano.
Miembro del Tribunal de Solución de Controversias de la Organización Mundial de Comercio
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