Si estudiar da frutos, que estudien los árboles
“A contramano de lo que escuchamos del gobierno nacional, si no hubiera Estado no habría verano” (De Axel Kicillof)
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Acá voy. Me confieso. Usé el ChatGPT para redactar esta columna. Y lo admito sin culpa, sin que se me atormente ni una de los millones de neuronas del cerebro ni se me salten las teclas de la PC, acostumbradas a que la que piensa soy yo y no una máquina.
Le pregunté a “José Inteligencia Artificial” qué quiso decir Axel Kicillof con que “si no hubiera Estado no habría verano”. Tuve una larga charla con el chat, básicamente, porque me pedía más datos de contexto de la frase. Parece que tampoco la entendía.
“Axel Kicillof es un exministro de Economía y gobernador”, arrancó diciéndome. Me hizo acordar a cuando en un examen universitario me preguntaban algo específico y yo empezaba por el origen del universo para impresionar a los profesores, que rápidamente me pedían que fuera al punto.
Hice lo mismo con la IA, la apuré y me detalló un poquito más la cosa: “Parece referirse a la importancia del Estado en la regulación de las actividades sociales y económicas durante el verano”. Lo de “regulación” me sonó un poquito politizado, por lo que le exigí precisiones. “No hay una relación causal entre la existencia del Estado y la estación del verano”, se atajó. Y, ante mi insistencia para que hiciera un nuevo esfuerzo aclaratorio, hizo lo mismo que cualquier estudiante cuando no sabe para dónde correr cuando el profesor advierte que no estudió: “El verano es una estación del año que se produce por la inclinación del eje de la Tierra y su órbita alrededor del Sol”.
Empezó a gustarme la charla. Advertí en el chat actitudes bastante humanas: dudar, desorientar, versear... Lo mejor llegó cuando, adrede, elogié la frase del gobernador destacando la necesidad de un “Estado presente”. Por un momento, imaginé que me diría que esa expresión enfrenta a Kicillof con la motosierra de Milei, pero me sorprendió: “Es positivo que un gobernador se preocupe por los turistas, pero también es legítimo preguntarse si esto debería ser una práctica habitual y no solo una medida temporal o excepcional”. ¡Chapeau, robotito!, me salió decirle. Y me respondió: “Merci beaucoup. Y gracias por el sombrero”. “Te escribí chapeau para expresar admiración”, le aclaré. Y se disculpó.
No le diría que me hice amiga del chat, querido lector, pero confieso que me encariñé con él. Eso sí, nunca al punto de suscribir aquel viejo refrán de que “si estudiar da frutos, que estudien los árboles”.