Show siamés y acto universitario huelen a naftalina
Milei fue más influencer que presidente en Parque Lezama; colados impresentables en la marcha supuestamente estudiantil
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Ni streaming, ni redes sociales, ni inteligencia artificial. Multitudes de argentinos de las más opuestas tendencias acaban de elegir como método para expresarse un formato que tuvo su gran auge el siglo pasado, pero que en este fue quedando atrás: el acto callejero. Expresión totalmente vintage que en la Argentina no termina de pasar de moda y que produce percepciones distorsionadas sobre el verdadero poder de quienes convocan. Ocupan mucho espacio en los medios tradicionales –particularmente en la televisión–, pero sus efectos terminan diluyéndose rápido, aunque suelen absorber la energía de sus participantes, que se sienten realizados con la mera beligerancia aun cuando después siga todo igual... o peor.
El sábado de la semana pasada, La Libertad Avanza decidió dar el puntapié inicial, bastante prematuro, a la campaña electoral del año próximo, con su primera presentación nacional en sociedad, desde el Parque Lezama. El vociferante discurso de Javier Milei pareció más dedicado a su núcleo duro que a seducir a nuevos seguidores, seguramente espantados por su tosco lenguaje de letrina. Por otra parte, el miércoles último tuvo lugar una nueva concentración masiva –aunque convocó a algo más de la mitad de la gente que en abril– en protesta por las férreas restricciones presupuestarias a las universidades.
Dos fenómenos unen a ambas marchas, a pesar de haber tenido móviles tan opuestos: la nostalgia que se les mete sin pedir permiso por la ventana y que huelen a naftalina. Atrasan.
Llama mucho la atención que la imagen del afiche para promocionar el acto que encabezó el Presidente haya sido un primer plano de un abrazo entre los hermanos Javier y Karina Milei. Es que resultó innegablemente clonada de dos antecedentes muy conocidos de la iconografía peronista: el abrazo de Juan y Eva Perón, en los años 50, y el idéntico gesto de Néstor y Cristina Kirchner, ya en los 2000. Los dos primeros pretendían fijar en el inconsciente colectivo que el máximo poder político residía en un doble comando marital. En el actual esquema de conducción gubernamental cambia ese vínculo: se trata de un poder siamés, en el que las estrategias y decisiones más importantes del país ya no las toma un matrimonio poderoso, sino dos hermanos que mandan desde ese comando filial unificado. Para ser la primera vez que hablaba desde una tribuna tan pública, resultó una pieza rudimentaria la alocución telonera de Karina Milei, que antecedió a la del Presidente.
El otro síntoma nostálgico es que las dirigencias políticas no oficialistas se ilusionan con recuperar relevancia copando marchas ajenas. Sucedió en la movilización universitaria de días atrás con más intensidad que en la de abril, no solo por el aporte de un buen número de participantes por parte de municipios bonaerenses y representaciones gremiales, sino que fue mucho más explícito cómo salieron a caminarla destacados dirigentes opositores. Hasta Cristina Kirchner hizo su contribución, aunque bien resguardada desde su búnker en el Instituto Patria, no sea cosa de que en la calle le pasara lo mismo que a Horacio Rodríguez Larreta, que sufrió un escrache.
No es la primera vez que a una manifestación con un determinado sentido se le montan parasitándola otras fuerzas con fines muy distintos, que a veces disimulan y otras exhiben desembozadamente. “Como chupados detrás de una ambulancia”, fue la certera imagen que usó Luciana Vázquez en su última columna. Tal es el caso de las marchas de Ni Una Menos, cuando en la lectura del documento se cuelan temas totalmente ajenos a la violencia de género. O cuando el Día de la Memoria, los 24 de marzo, en vez de ser una jornada de recogimiento por los horrores sucedidos entre 1976 y 1983, termina teniendo como principal móvil atacar al gobierno no peronista de turno. Ni siquiera se salvan las fechas patrias: el kirchnerismo se apropió del acto conmemorativo del 25 de Mayo porque coincide con la asunción al poder del primero de sus cuatro gobiernos.
Más disimulados, aunque también con inevitable sesgo, deben observarse los desfiles militares del 9 de Julio presididos en su momento por Mauricio Macri y este año, más ostensiblemente, por Javier Milei y Victoria Villarruel, encaramados en un tanque de guerra en una imagen sumamente difundida, que apuntaba más a la promoción del desavenido binomio presidencial que a evocar la fiesta patria.
Lo malo de estas situaciones que se repiten es que aquellos ciudadanos que genuinamente quieren marchar por una causa noble sin ser manipulados por otros intereses empiezan a retraerse cuando comprueban que esto sucede. El éxodo de participantes en las marchas de Ni Una Menos y en la última concentración por las universidades debe buscarse por ese lado.