Sergio Olguín: “Malvinas es una obsesión en la literatura argentina”
El escritor acaba de publicar 1982, una historia de amor trágica que es, también, una novela política
Cuando empezó la Guerra de Malvinas, en 1982, Sergio Olguín tenía 15 años. Era un adolescente que empezaba a convertirse en bicho raro entre sus amigos: dice que pasaba solitarias horas en un rincón de la terraza o en un banco de plaza leyendo las primeras ficciones que lo fascinaron. También en esa época empezó a sentir especial predilección por la revista Humor. “Al principio no entendía por qué Humor no apoyaba la guerra. Yo estaba contento y no sabía qué pasaba. Empecé a entender el discurso de los medios a partir de los artículos de Jorge Sabato en esa revista”, cuenta el escritor, sentado a la mesa del bar Cortázar, en Buenos Aires, pocos días después de que su última novela, 1982 (Alfaguara), está en la calle.
A partir de esos y otros recuerdos de su adolescencia Olguín traza el escenario de su novela que, aclara para evitar confusiones, no trata sobre la Guerra de Malvinas, sino sobre un amor que empieza en esa época. “Es una historia de amor apasionado entre una mujer (Fátima) y su hijastro (Pedro), en un momento muy complicado de la Argentina como fue la guerra de Malvinas”, dice. El relato está inspirado en el mito de Fedra, de Jean Racine, la historia de una madrastra que se enamora del hijo de su marido.
Luna, uno de los personajes secundarios de la novela, que tiene 15 años cuando transcurre la historia, refleja pinceladas del joven Olguín y sus sentimientos durante esa época del conflicto armado que marcó la historia argentina. “El personaje de Luna es el más querible, no sólo de esta novela, sino de toda mi literatura”, se sincera este escritor que ya ha creado numerosos y entrañables personajes en sus trece libros publicados.
El vínculo de amistad entre Luna y Pedro se tiende a partir de la literatura, de las lecturas compartidas; allí anida la complicidad entre ambos. Cuenta Olguín que, desde Filo, una de sus primeras novelas, no se sentía tan libre para incorporar referencias literarias. Sabe que no siempre caben en una novela, que los personajes no siempre las justifican. Pero esta vez volvió a darse ese permiso. En un tramo de 1982 se lee, por ejemplo, el largo monólogo de Hipólito declarando su amor a Aricia en Fedra. También hay listados de los libros que leen e intercambian los personajes y breves comentarios de esas obras.
“Son pasajes que tienen que ver con mi propia biografía. En algunos casos, reflejan mis lecturas: Respiración artificial (Ricardo Piglia) fue un libro muy importante para mí. Otros, tienen hacen al espíritu del personaje”, dice. Aclara que “tiene algo autobiográfico y biográfico para todo aquel a quien le gusta mucho la literatura y vivió esa avidez por leer en solitario y compartir después”. Luna y Pedro, en la novela de Olguín, se encuentran porque aman lo mismo. “Ése era el sueño de mi adolescencia”, dice y recuerda que, para él, estudiar Letras fue encontrar ese mundo de complicidad.
A este escritor, que nació en 1967, por diferencia de algunos años, no le hubiera tocado ir a Malvinas. Sin embargo, se siente parte de una generación de intelectuales para quienes el tema no es ajeno y sobre el que se vuelve una y otra vez. “Claro que hay un relato generacional de Malvinas”, dice. Y agrega: “El primer comentario que salió de la novela Las Islas, de Carlos Gamerro, lo publicó LA NACION y lo escribí yo”, dice, como dando cuenta de su genuino interés por el tema y de su saberse parte de ese relato colectivo. “Gamerro me dejó fascinado porque hablaba de Malvinas y de la Argentina de ese momento, los años 90. Y me parece que Malvinas siempre se ha usado como excusa para hablar de la realidad. Las Islas es uno de los grandes libros de los 90 y fue central para mí”.
En 1982 Olguín no habla directamente de lo que ocurría en Malvinas, sino de los que se quedan en Buenos Aires, de la vida de los jóvenes durante la guerra sin estar en aquellas lejanas islas. “El tema de Malvinas siempre vuelve entre nosotros porque no está agotado, hay muchas formas de entenderlo. Y la distancia permite tomarlo de una manera distinta: con el tiempo podés evitar los prejuicios”, dice. "Malvinas es una obsesión en la literatura argentina".
- ¿Por qué sentís que Malvinas vuelve siempre a la literatura?
- Malvinas es uno de los pocos momentos de la historia donde uno se sintió parte. Pasó lo mismo cuando llegó la democracia. Después no se repitió algo así hasta los episodios de 2001. Son esos momentos en los que sentís que la historia se ancla. Malvinas es un quiebre porque a partir de ahí empieza el fin de la dictadura y la lenta pero firme apertura social. Y eso todavía sigue funcionando en el imaginario argentino. Y hay algo de historia no cerrada en torno a Malvinas, o de esa cosa culpógena que tienen algunos de haber apoyado abiertamente la guerra y después haberse arrepentido. Es una herida todavía muy abierta y la literatura se va haciendo cargo de a momentos. Hay mucho de Malvinas escrito, pero así y todo es algo a lo que volvemos e insistimos en el imaginario argentino, no se agotan las miradas.
- ¿Cuánto de lo vivido en Malvinas creés que se refleja en la sociedad hoy?
- No sé si cambió mucho la sociedad argentina de Malvinas a ahora. Seguimos siendo exitistas, patrioteros, somos capaces de engancharnos con cualquier cosa que nos lleve a un triunfo y somos de pensar que lo deportivo es una guerra o de asumir a la guerra con un tono deportivo. Eso sigue estando en la sociedad argentina.