Ser joven a los 97 años: en memoria del Dr. Javier Villanueva
En una Argentina tan sedienta de valores y ejemplaridad, es importante destacar a un hombre de bien, prestigioso y honesto intelectual y materialmente
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Hace pocos días, en este mismo diario, el psicoanalista José Eduardo Abadi expresó algo que me pareció crucial ante la pérdida de un ser amado, sea familiar o alguien relevante en nuestra vida. Dice Abadi: “El cuarto paso es incorporar la pérdida a nuestra memoria amorosa. Cuando la recuperamos de este modo y la llevamos adentro simbólicamente, le otorgamos inmortalidad y nos sentimos acompañados”.
Hacia finales de enero, a pocos días de cumplir 98 años, falleció el doctor Javier Villanueva, economista, investigador, profesor y maestro que contribuyó a la formación de muchos economistas en su paso por numerosas universidades de la Argentina y del exterior. Recibió múltiples premios y fue miembro de las Academias Nacionales de Ciencias Económicas y de Ciencias de la Empresa. Lo anterior fue descripto en una correcta nota ya publicada.
Pero quizás porque fue la Facultad de Ciencias Económicas de la UCA (en la que investigó hasta poco antes de comenzar la pandemia) la que durante más tiempo pudo disfrutar de sus lúcidos análisis, su original mirada y su sabiduría, o porque su impronta fue mucho más allá de los datos enumerados, trataré de volcar en palabras algunos rasgos y enseñanzas de este maestro ejemplar.
En una Argentina tan sedienta de valores y ejemplaridad, me parece importante destacar a un hombre de bien, prestigioso, honesto intelectual y materialmente, humilde como pocos, abierto de mente y siempre interesado en la opinión de los otros.
Tuve el privilegio de ser su alumna en la carrera de grado en la UCA y lo elegí para que dirigiera mi tesis de doctorado, cuando transcurría la crisis de 2001. En ese período pude compartir largas horas de análisis y reflexión, y confirmar que la juventud es una cuestión mental, que depende del interés y la curiosidad que la realidad despierta en nosotros.
Javier insistía en que la función de los académicos es “explicar, explicar y explicar”, porque muchos errores de política económica eran cometidos por la falta de comprensión acerca de la dinámica de las variables. La evidencia de cuán antiguos son los problemas que nos aquejan es que ya en 1963 (¡60 años atrás !) investigó y escribió acerca del proceso inflacionario argentino a lo largo del período 1943-1962 y sobre la relación entre inflación y política de precios empresarial.
En las siguientes décadas se enfocó con profundidad en el proceso de industrialización de los países y el comercio internacional y su rol en el desarrollo económico. Muy tempranamente, en un tiempo en el que las novedades no irrumpían en el celular, sino que el acceso al conocimiento era más laborioso, Javier Villanueva habló del comercio de los servicios y de la creciente importancia de los bienes intangibles. Recuerdo que aún no había comenzado el nuevo siglo, cuando expresaba con total claridad la importancia de fortalecer y extender la educación en un mundo en el que la riqueza se generaría en su mayor parte a través del conocimiento. También analizó la arquitectura financiera internacional y el rol del FMI en las crisis de deuda.
En lo personal, fue quien más me iluminó acerca de la importancia de las instituciones y su estabilidad para el crecimiento y el desarrollo de los países. Siempre era muy claro y hablaba de cosas complejas con humor e ironía. Tenía la humildad de los grandes y la capacidad de escucha de los sabios.
Hasta pasados sus 90 años, llegaba todas las tardes en colectivo a la UCA y se instalaba en una oficina llena de libros y papeles. Era imposible salir de su espacio sin llevarse alguna idea nueva o una mirada original acerca de algún tema.
Javier Villanueva nos dejó, pero no del todo. Su recuerdo y sus análisis seguramente seguirán en muchos de nosotros. Junto a personas de la talla de Francisco Valsecchi, Felipe Tami, Carlos Moyano Llerena y Eduardo Zalduendo, entre muchos otros, trabajaron en la construcción de una facultad y una universidad cuya impronta es el humanismo y la formación en valores.
Sin darse cuenta, Villanueva nos dio a muchos de nosotros una lección de vida: siempre hay algo nuevo para aprender. Sólo envejece quien cree que lo sabe todo.
La autora es directora de UCATec y ex Decana de la Facultad de Ciencias Económicas de la UCA