Señales de alerta en el tablero de control macrista
Desde que asumió la presidencia de la Nación, Mauricio Macri se sintió casi siempre más cómodo en su interacción con los actores internacionales que en sus relaciones con los distintos factores de poder locales. Obtuvo en el mundo un nivel de comprensión mayor al que pudo conseguir del empresariado, del sindicalismo, de la Iglesia, de la oposición y hasta de algunos de sus socios políticos. La inminente Cumbre del G-20 puede constituir otra oportunidad para el mandatario argentino. También un serio riesgo, si se repitiesen las deficiencias que ayer exhibió un Estado incapaz de garantizar un River-Boca sin hinchas visitantes. Pero no puede perderse de vista que no pocos líderes de las potencias occidentales creen que el gobierno de Macri, más allá de sus limitaciones, encarna un intento de renovación y modernización frente al populismo y al aislamiento internacional de las administraciones kirchneristas.
Esa visión es compartida por empresarios y potenciales inversores extranjeros, a quienes, por encima de la inflación argentina o el futuro del plan de estabilización macroeconómico del Gobierno, solo parece desvelarlos un temor: que Cristina Kirchner pueda volver al poder en 2019 .
Once meses, el tiempo que resta hasta las elecciones presidenciales, suele ser una eternidad en la Argentina. Sin embargo, una luz de alerta se encendió en los últimos días en la Casa Rosada y en despachos de altos ejecutivos de empresas, cuando trascendió que una de las encuestas supervisadas por Jaime Durán Barba arrojó que el porcentaje de ciudadanos que aseguran que nunca votarían por Cristina Kirchner resultó, por primera vez, inferior al de quienes afirman que jamás votarían por Macri. Lo paradójico de ese dato es que los dos principales líderes de la política nacional, Macri y Cristina Kirchner, son rechazados, cada uno en mayor o menor medida, por más del 50% de la ciudadanía. Una cuestión que provoca serias dudas frente a una eventual segunda vuelta en los próximos comicios presidenciales.
Otra encuesta, llevada a cabo entre el 20 y el 21 de este mes por la consultora Aresco, que dirige Federico Aurelio, brinda una pauta más clara del problema: cuando se consultó a la ciudadanía qué actitud tomaría de cara a un hipotético ballottage entre Cristina y Macri, el 39,3% se inclinó por la expresidenta y el 38,8% por el actual jefe del Estado. Se trata de una diferencia mínima, que deja a ambos igualmente lejos de la mitad más uno de los votos. El mismo sondeo da cuenta de que los dos tienen una imagen negativa muy superior a la positiva: Macri posee una percepción negativa del 58,7% y una positiva del 35,8%, en tanto que Cristina tiene el 55,5% de imagen desfavorable y el 39,4% de imagen favorable.
Estos datos estarían planteando una nueva dinámica en la opinión pública. Si hasta hace poco más de un año, tras las elecciones legislativas de medio término, se creía que el camino de Macri hacia su reelección era poco menos que imparable, y si hasta hace pocas semanas existía la percepción mayoritaria de que, pese a todas las dificultades del gobierno nacional, Cristina Kirchner nunca podría retornar a la presidencia porque su techo electoral es demasiado bajo, hoy la perspectiva es otra. El nuevo paradigma indica que hay un espacio electoral vacante para quienes no están de acuerdo con la política de Macri ni quieren que su antecesora vuelva al poder. Algunos analistas han comenzado a denominarlo el espacio de los "no-no" o de los "ni-ni" (ni Macri ni Cristina).
Este paradigma, que plantearía la alternativa para una tercera vía, como la que pretende encarnar el peronismo no K, o bien para la emergencia de una figura dentro de Cambiemos que no sea Macri, como, por ejemplo, María Eugenia Vidal , es rechazado tajantemente en la Casa Rosada, donde se sigue apostando a la polarización con la expresidenta.
En el tablero de control del comando electoral macrista, se siguen tres variables centrales, capaces de medir el grado de cercanía o lejanía de Macri a su reelección. Esas tres variables son la percepción sobre la situación socioeconómica, el grado de división de la oposición y el nivel de cohesión de la coalición oficialista. El mejor escenario para el Presidente pasaría por una más rápida recuperación de la economía, por la consolidación de una fractura del peronismo entre kirchneristas y no kirchneristas, y por la ratificación de la continuidad de Cambiemos. Si se dan las tres cosas, las probabilidades de que Macri sea reelegido serían altas.
Los últimos días no fueron los mejores para los generales del macrismo que analizan la situación frente a la mesa de arena. Por un lado, la caída económica de septiembre colocó técnicamente a la Argentina en recesión; por otro, el acuerdo alcanzado entre los distintos sectores parlamentarios del peronismo y el kirchnerismo para arrebatarle un lugar en el Consejo de la Magistratura al oficialismo encendió otra alarma, ante la posibilidad de que ese entendimiento entre peronistas pudiera extenderse más adelante al plano electoral. Finalmente, el malestar que provocó en el radicalismo lo ocurrido en el Consejo y el duro documento de la conducción radical, que acusó de "impericia, mala praxis y desidia política" al macrismo, junto con las siempre resonantes frases de Elisa Carrió –"Estoy corrida y al margen de todo", dijo–, volvieron a poner en duda el grado de cohesión de la coalición Cambiemos, aunque nadie prevé por el momento una ruptura.
El agrandamiento de la mesa que reunió originalmente a Sergio Massa , Miguel Ángel Pichetto , Juan Schiaretti y Juan Manuel Urtubey , con la incorporación de siete gobernadores de las provincias de Entre Ríos, Misiones, Tucumán, Chaco, La Rioja, Chubut y Tierra del Fuego, tuvo también su impacto. Especialmente por un documento que, palabras más, palabras menos, parecía señalar que Cristina representa el pasado y Macri, el fracaso. Pero las disidencias dentro del grupo no son menores. Mientras que algunos representantes del espacio no quieren saber nada con Cristina –"Ir con ella a una interna sería estafar a la gente", sentenció el salteño Urtubey–, otros como el tucumano Juan Manzur reclamaron "una unidad sin exclusiones". En el medio estaría el massismo, desde donde el dirigente Juan José Amondarain admitió que la única posibilidad de que todo el peronismo dirima su candidatura presidencial en una primaria abierta se daría si Cristina Kirchner no se postulara. Esta última es hoy una opción poco probable, aunque no imposible en la medida en que la natural sed de impunidad de unos y el síndrome de abstinencia de poder de otros conduzca a los dirigentes peronistas a unirse como sea para vencer a Macri. Y ya hay algunos dirigentes, tanto kirchneristas como no kirchneristas, que se preguntan qué pasaría si la expresidenta abandonara el camino a la Casa Rosada para postularse a la gobernación bonaerense.
No es poco sugestivo que el kirchnerismo esté llevando a cabo una estrategia para despegar a su jefa de la corrupción de la última década, sin por ello negar que pueda haber habido hechos ilícitos, de los cuales Cristina no habría sido, según sus defensores, ni judicial ni políticamente responsable. Una frase del dirigente social Juan Grabois es significativa al respecto: "Queremos que vuelva Cristina, pero sin los corruptos que avergonzaron al campo popular". Es parte de una serie de movimientos tendientes a persuadir de que la expresidenta no estaba enterada de las coimas, los sobreprecios y los negocios familiares incompatibles con la función pública. Abraham Lincoln decía que se puede engañar a todo el mundo algún tiempo y a algunos todo el tiempo, pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo.