Seguridad, la vocación de los escribanos
Por Horacio Luis Pelosi Para LA NACION
En estos tiempos en que la seguridad jurídica parece estar siempre en jaque, nos parece que mirar atrás es bueno, para comprender qué nos pasa. En efecto, es vital en la función del escribano establecer que la bisagra entre nuestro pasado y nuestro presente es el modo de entender el derecho y el sistema notarial.
Los escribanos tenemos bajo nuestra responsabilidad parte de esta seguridad, al ser depositarios de lo que se conoce como fe pública, el arca donde descansa la veracidad de los actos que el Estado y la ciudadanía realizan día tras día.
Si nos remontamos a la historia de nuestro país, el mismo día en que logramos la independencia, hubo una pregunta que preocupaba a nuestros congresales: ¿quién daría fe de lo que allí estaba pasando? ¿Quién escribiría con tinta lo que tanta sangre le había costado a este pueblo? Y ahí se encontraba don Francisco Narciso de Laprida, nombrado en 1812 alcalde de primer voto en el Cabildo de San Juan. Había actuado, entonces, como notario y le tocó luego presidir el Congreso del 9 de julio, en Tucumán. Su responsabilidad fue asentar la verdad, decirle al mundo que la independencia era nuestra para siempre. Esa es nuestra labor como escribanos: actuar siempre del lado de la fe, de la esperanza y, sobre todo, de la ética.
La seguridad jurídica es uno de los valores fundamentales de la sociedad moderna. Tanto es así que esa seguridad implica, necesariamente, vivir en un Estado de Derecho. Consecuentemente, quien incumple con sus obligaciones o viola sus normas, debe soportar una sanción.
El mundo occidental se rige por dos modelos de derecho: el common law y el derecho continental, o latino, de raigambre romano-germánica. Los países hispanoamericanos y de otros continentes –agrupados en la Unión Internacional del Notariado Latino (UINL), organización no gubernamental, constituida en la ciudad de Buenos Aires en 1948– se han enrolado en este arquetipo del derecho.
Nuestro viejo, pero siempre rejuvenecido sistema, viene acrecentándose en número de miembros. La Unión Latina cuenta en la actualidad con 73 países asociados.
Y es un orgullo que, en este marco mundial de problemas siempre duros y difíciles de solucionar, la Argentina se haya constituido como modelo de este sistema notarial. Nuestro propósito es brindar al país una trayectoria histórica y de identidad que, por sobre todo, sea una muestra de integridad y confianza para los hombres y mujeres que viven en él. Sabemos que puede sonar extraña esta afirmación cuando desde diversos lugares se nos hace sentir que vivimos solamente entre el temor, la corrupción y la inseguridad. Sin embargo, los argentinos también tenemos muchas cosas buenas que merecen ser reconocidas y que son el resultado del trabajo de todos los ciudadanos y no de la acción de un gobierno u otro.
El notariado acepta el reto que le plantea el tercer milenio, haciendo cada vez más ostensible el significado de la función notarial, que deriva en una mayor estabilidad y transparencia de las relaciones jurídico-económicas.
El Colegio de Escribanos de la ciudad de Buenos Aires – que el jueves próximo cumplirá 139 años– quiere acercarse a la gente y acompañarla en cada momento, con la seguridad que un modelo notarial como el nuestro puede ofrecer. Por eso, además de las campañas que realiza para aclarar y aconsejar sobre cómo comprar o vender una casa o un auto, como testar o realizar un poder, se encuentra dedicado a la organización del Primer Encuentro Internacional Multidisciplinario de Seguridad Jurídica en la Contratación Inmobiliaria, que se realizará el 29 y 30 de junio próximo. Nuestro objetivo es que todos aquellos que están involucrados en operaciones inmobiliarias encuentren, junto con el escribano, el modo más seguro para acompañar todo el proceso.
La seguridad jurídica es uno de los ejes fundamentales de muchas otras seguridades que hacen que un país pueda desarrollarse.
Esa es la labor del escribano: generar seguridad jurídica para la población desde el ámbito notarial. Nuestra firma es sólo el símbolo de una cadena interminable de tareas en las que intentamos hacer más segura la vida de nuestros compatriotas. Esta es nuestra única vocación: ser dignos depositarios de la confianza de la gente.