Seguridad energética, del Báltico al Mar Argentino
El nuevo escenario internacional exige repensar el uso racional de los recursos
La guerra -y sus consecuencias- es uno de los tantos escenarios posibles que los planificadores políticos, militares y corporativos conciben cuando actúan en un ambiente internacional donde operan lógicas que asignan a la agresión una herramienta útil para lograr un determinado objetivo político y económico, aun cuando esto implique acciones contrarias al derecho y supongan inestabilidades propias de un mundo interdependiente.
Si nos alejamos de la inmediatez del conflicto en Ucrania, veremos que existe una discusión recurrente que motivó los planteos de varios líderes europeos sobre la necesidad de pensar la llamada “autonomía estratégica europea” en múltiples campos, en particular en el de la seguridad energética por la combinación de efectos que tiene en el plano económico-militar.
En este sentido, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, el primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, la presidente de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyden, entre otros, fueron muy claros en la importancia de diversificar las fuentes de provisión necesarias para desarticular la dependencia de potencias autocráticas, al saber que la transición energética deberá realizarse, pero con fuentes seguras y baja vulnerabilidad geopolítica.
El último de esos llamados, previo al inicio de la invasión de Rusia, lo hizo el primer ministro de Noruega, Jonas Gahr Store, quien expresó sin tapujos que la dependencia energética con Rusia es una de las principales causas de división en una Europa que enfrenta fenómenos globales (cambio climático, autocracias asertivas, transformación tecnológica, etc.) que demandan una coordinación para proteger los intereses comunes de Europa junto con aquellos específicos de cada país.
El exoficial del Ejército de los Estados Unidos, Andrew Krepinevich, uno de los gurúes en la modernización y planificación estratégica explora en su libro Siete escenarios mortales un escenario en particular con profundas implicancias para la economía mundial, el cual se aproxima a nuestra realidad actual. Éste combina la proliferación de espacios que se destinan a la explotación de energía proveniente de plataformas off-shore con la creciente capacidad de actores irregulares que pueden provocar un “shock” estratégico, ya sea mediante la manipulación de la opinión pública o al actuar en contra de la infraestructura crítica para la económica mundial.
Su escenario, conocido como “Guerra a la economía mundial” plantea una acción combinada por parte de actores estatales y no estatales en perjuicio de la economía de occidente a partir de un efecto disruptivo en el abastecimiento global de energía, que crean una crisis económica de proporciones que deviene en una militar, cuando se afecta la producción off-shore de petróleo y de gas que conforman el 30 y el 50% respectivamente del abastecimiento mundial.
Con esta mirada en mente, una serie popular europea -que alcanzó audiencias mundiales- logró capturar la atención al plantear un escenario posible para una nación rica productora de energía, y relativamente débil en materia de capacidades defensivas, muy cerca de una Rusia agresiva en un contexto de crisis energética. La serie, Okkupert (2015), explicaba desde la ficción dos eventos que sucedían en la vida real: La creciente osadía de “ONG ambientalistas” sobre plataformas petroleras en el Ártico que ponían en riesgo la seguridad de la operación de extracción de energía y el creciente uso de las redes sociales para crear desinformación sobre determinados eventos, al promover y provocar una parálisis en la sociedad y en la toma de decisiones, en especial cuando se sucede una ocupación territorial que en este caso es la toma de plataformas off-shore. El mismo espíritu también se reflejó en el mar argentino, con las manifestaciones de los ambientalistas en contra de la exploración off-shore de las empresas de energía.
Es en este contexto de guerra en Europa y a partir del resurgimiento de la discusión sobre la seguridad energética como guía de la acción política, que cobró notoriedad un ejercicio militar multinacional que la OTAN realiza todos los años desde el año 2006, conocido como “respuesta fría” (cold response) donde Noruega -y por ende toda Europa- es atacada por un país ficcional, que obliga a los países miembros a dar una respuesta convencional efectiva para proteger a uno de los principales proveedores de energía de Europa. Este ejercicio tomó lugar en los mares del Norte, de Barents, y en el Ártico el espacio aéreo de los países nórdicos y del Báltico, y a 450 km de la frontera con Rusia en Noruega.
Durante este mes, la OTAN desplegó 30 mil soldados con tres objetivos: repeler una agresión de (Rusia), mantener los flujos de energía para Europa, asegurados tanto los que se producen como los que llegan desde América, y neutralizar aquellas voces, que no expresan disidencias, sino que están puestas de manera intencionada para confundir, manipular y crear tensión en la población civil.
La seguridad energética ya está nuevamente en el foco de atención de los líderes mundiales. Una buena oportunidad para explotar el potencial y contribuir desde nuestro espacio regional a que los peores escenarios no se configuren.
Profesor de Relaciones Internacionales Ucema-Uade