Se acerca la reconciliación entre Cristina y Alberto
De la mano del ataque presidencial a Mauricio Macri y del avance del proyecto reformista para aumentar los jueces de la Corte podría sobrevenir el reencuentro entre el Presidente y su vice
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La nueva estrategia del presidente Alberto Fernández de aguijonear tanto a Mauricio Macri como a los miembros de la Corte Suprema de Justicia es la señal más contundente de acercamiento a la vicepresidenta Cristina Kirchner, desde que se produjo el distanciamiento entre ambos. Por distintos caminos, el propósito de los gestos del primer mandatario ante su inmediato antecesor en el sillón de Rivadavia y ante el máximo tribunal de la Nación conduce a la búsqueda de impunidad que desvive a la expresidenta.
Las próximas horas serán decisivas para determinar si el jefe del Estado y la vicepresidenta, tras tres meses sin dirigirse la palabra, avanzan hacia una reconciliación, hacia una convivencia más civilizada o hacia nada de eso. El hecho de que esta tarde se los pueda ver de nuevo juntos en el acto de conmemoración de los 100 años de YPF es todo un dato.
Lo cierto es que, en los últimos días, Alberto Fernández ha dado muestras de que al menos está buscando hacer algunas de las cosas que Cristina Kirchner haría en su lugar, más allá de que no esté dispuesto a dar el brazo a torcer en otras cuestiones, tales como acceder a entregar la cabeza del ministro de Economía, Martín Guzmán, principal blanco de los cuestionamientos desde el cristinismo.
El ataque presidencial a Macri, a quien Fernández identificó como “ladrón de guante blanco” cuya puerta la Justicia no se anima a golpear, apunta en varios sentidos. Implica la intención del primer mandatario de agitar el fantasma del retorno del expresidente o de la “derecha maldita” con el fin de aglutinar bajo “un enemigo común a vencer” a un Frente de Todos fuertemente dividido.
Disparar contra Macri persigue también el propósito de persuadir a la sociedad de que el expresidente es tanto o más corrupto que Cristina Kirchner. Se pretende equiparar a unos y otros en lo peor: si todos son corruptos, o si al menos los dos principales líderes políticos de la Argentina de hoy lo son, en rigor nadie lo es; todos están igualados.
La embestida presidencial contra los actuales miembros de la Corte Suprema y el principio de acuerdo entre el Presidente y la gran mayoría de los gobernadores de extracción peronista para promover la ampliación del número de jueces del tribunal de 5 a 25 es también parte de la estrategia de Fernández para descongelar la relación con la vicepresidenta, intentando concretar lo que ella siempre quiso: debilitar a la cabeza del Poder Judicial, convirtiéndola en un brazo más del poder político y licuando su influencia.
Los operadores de Cristina Kirchner en el gobierno nacional encontraron en la inminencia en que la Corte Suprema debe fallar sobre la controversia por el recorte de los fondos de coparticipación federal a la ciudad de Buenos Aires el momento preciso para persuadir a los gobernadores provinciales de la necesidad de presionar a los jueces del alto tribunal de la Nación con la iniciativa reformista.
Desde hace rato, el cristinismo ni siquiera disimula sus verdaderos planes y cada vez se acerca más a la posición hecha pública en marzo de 2019 por el entonces intendente de San Antonio de Areco, Francisco Durañona, quien, en un auténtico sincericidio, afirmó que la Corte debía estar integrada por “militantes nuestros”. A esta postura se ha acercado ahora el propio presidente Fernández, luego de que, allá por 2016, desde el llano, advirtiera públicamente que “la Corte debe tener cinco miembros y lo otro es fantasía”, al tiempo que refutaba los argumentos de Eugenio Raúl Zaffaroni para incrementar su número de jueces y dividirlos en salas.
Peligrosamente, el Presidente se ha arrimado a la concepción de Cristina Kirchner según la cual nuestra organización institucional, basada en la división tripartita de poderes, es obsoleta, pues data de una época, como la de la Revolución Francesa de 1789, en la que –según subraya la vicepresidenta– no existía la luz eléctrica, ni el auto, ni el teléfono celular. Se trata de una visión donde el Poder Judicial debe ser un apéndice del Poder Ejecutivo, absolutamente funcional a la búsqueda de su propia impunidad.
En los últimos días, frente al avance del proyecto de boleta electoral única promovido por la oposición en la Cámara de Diputados, desde el oficialismo se hizo gala de una particular hipocresía cuando se virtieron críticas a esta iniciativa por no ser presuntamente una cuestión prioritaria en la agenda de preocupaciones de la sociedad argentina.
Curiosamente, para el Gobierno, sí forma parte de esa agenda de prioridades ciudadanas la necesidad de ampliar el número de miembros de la Corte Suprema, cuando esta es solo una inquietud de Cristina Kirchner para licuar al máximo tribunal y comprar tiempo o impunidad para zafar en las distintas causas judiciales en las que se encuentra procesada por escándalos de corrupción. No es más que una obscena maniobra tendiente a paliar la desesperación que envuelve a la vicepresidenta por evitar condenas firmes en su contra, mediante el copamiento del Poder Judicial con cortesanos que le respondan.