Scioli, obligado a diferenciarse de Cristina
Daniel Scioli se encuentra como esos típicos DJ que, en medio de una fiesta que empieza a decaer, de pronto se ven forzados a aumentar la temperatura de la pista de baile. Sabe que, aun cuando suba el volumen de la música, no logrará que más del 40% de los asistentes se anime a mover el esqueleto si sigue pasando las mismas melodías. Sus viejos hits sobre el optimismo y la esperanza ya no captan nuevos adherentes, al tiempo que sus más recientes letras en defensa del modelo kirchnerista han comenzado a espantar a un público que valoraba su moderación. Lograr que al menos el 45% se sume a bailar con él lo fuerza a cambiar.
Tras soportar, inmediatamente después de las PASO de agosto, tres de las peores semanas que vivió desde que se acercó a la política, el candidato del Frente para la Victoria y sus principales asesores creen estar ante un dato alentador: pese al huracán que representaron las inundaciones, las críticas por su inoportuno viaje a Italia y su declaración patrimonial, su controversia con Carlitos Tevez y las derivaciones del escándalo tucumano, su intención de voto no sólo no ha caído en las encuestas, sino que hasta pudo haber sumado un punto respecto del 38,69% cosechado en las primarias. Esta aparente buena noticia para Scioli puede no ser tan buena si se evalúa que este piso electoral podría estar cerca de su techo y que llegar al 45% en la primera vuelta del 25 de octubre para evitar el ballottage no será fácil.
Los analistas de opinión pública coinciden en que, para alcanzar los 45 puntos mágicos, el gobernador bonaerense deberá modificar su posicionamiento como candidato de Cristina Kirchner. "Hay un voto peronista que nunca iría al kirchnerismo", dice la socióloga Graciela Römer, para quien hay que buscar las razones del estancamiento electoral de Scioli en la incorporación de Carlos Zannini a su fórmula y en el giro dado antes de las PASO por el candidato presidencial hacia un discurso más cercano al kirchnerismo duro.
"Lean mis labios: no más impuestos", expresó George Bush en 1988, meses antes de ser elegido presidente de los Estados Unidos y más de un año antes de acordar subas impositivas con el Congreso de su país. Las grabaciones de aquellas declaraciones fueron utilizadas por la oposición demócrata en la siguiente campaña electoral y, en 1992, Bush perdió la presidencia ante Bill Clinton. Hábilmente, Scioli hizo en los últimos años lo contrario de Bush: siempre pareció convocar a la ciudadanía a leer sus gestos, antes que sus labios. Esa táctica, que lo mostró dentro del oficialismo pero lejos del ultrakirchnerismo, le permitió cosechar adhesiones tanto entre los partidarios de la continuidad como entre los proclives al cambio y obtener, como candidato a su reelección como gobernador bonaerense, en 2011, un porcentaje de votos superior al logrado por Cristina Kirchner para la Presidencia.
¿Qué pudo ocurrir para que aquel 55% alcanzado por Scioli cuatro años atrás en la principal provincia del país cayera al 40% en agosto pasado? Más allá de múltiples factores que podrían haber incidido en ese retroceso, allegados al candidato presidencial ya tienen una respuesta: hay que avanzar hacia una "deskirchnerización" de la campaña y "sciolizarla". En la última semana, Scioli y sus principales colaboradores ofrecieron varias señales en ese sentido:
- Dejaron trascender que, si el candidato oficialista llega a la Casa Rosada, su equipo económico será distinto del actual. No contemplará a Axel Kicillof y tendrá en Miguel Bein, Mario Blejer, Silvina Batakis, Miguel Peirano y Rafael Perelmiter a sus principales referentes.
- Se anunció que se buscará un acuerdo con los llamados fondos buitre y que se buscará volver lo antes posible al mercado internacional de crédito.
- Se repitió, como lo hizo el titular del Banco Provincia, Gustavo Marangoni, que Scioli tiene un pensamiento estratégico y no ideológico, al tiempo que encarna un liderazgo "consociativo", término que no figura en el Diccionario de la Real Academia, pero que debería leerse como un liderazgo articulador y proclive a la búsqueda de consensos, antes que a la naturaleza confrontativa de los Kirchner.
¿Le alcanzará a Scioli con estas señales para ganar en primera vuelta? Según cálculos de Juan Germano, director de la consultora Isonomía, lograr los aproximadamente siete puntos que necesita para asegurarse la victoria, le demandará apuntar a un electorado que en un 70% privilegia el cambio y sólo en un 30% la continuidad. Se trata, a su juicio, de electores sin afinidades partidarias claras, que difícilmente puedan enamorarse de algún candidato y a quienes es imposible encasillar como de derecha o de izquierda. Como explica Graciela Römer, es un público mayormente de clase media y media-baja, con criterios más pragmáticos que principistas, capaz de votar en función de circunstancias muy particulares.
De allí que los analistas consultados coincidan en que nos aproximamos a un proceso electoral que puede definirse por detalles y requerirá equivocarse lo menos posible. En este tránsito hacia el 25 de octubre, dos factores serán determinantes: la estrategia que adopten los candidatos de la oposición y la marcha de la economía.
Entre Mauricio Macri y Sergio Massa hay un acuerdo virtual para no agredirse, avanzar hacia una fiscalización conjunta de las elecciones y tratar de limitar el crecimiento de Scioli, que podría concluir, si se llega a la instancia del ballottage, en un pacto para apoyar al postulante que deba enfrentar al oficialismo. La presión para que Massa declinara su candidatura presidencial y apoyara a Macri antes de la primera vuelta fue desechada por los propios macristas, porque calcularon que una traslación de apenas el 30% de los votos de Massa y José de la Sota hacia Scioli le permitiría a éste superar el 45% en octubre.
La estrategia de Macri y Massa luce mezquina, como la de esos equipos de fútbol que, en una final de campeonato, apuestan al cero a cero durante el tiempo reglamentario, con la única esperanza de que su adversario cometa una equivocación que puedan capitalizar, o de tener alguna chance de ganar en el alargue o en la definición por penales. Pero es lo máximo que han logrado hasta ahora: descartada la alternativa de arriesgarse yendo juntos en búsqueda del triunfo en la primera vuelta, Macri quiere llegar al ballottage y Massa se conformaría con transformarse en árbitro en esta hipotética instancia.
Su apuesta es a que Scioli no crezca y a que el escenario socioeconómico limite la expansión del oficialismo. Es probable que la escalada del dólar no aflija a una mayoría de la ciudadanía que carece de capacidad de ahorro para pensar en adquirir billetes estadounidenses. Sin embargo, cualquier movimiento brusco al alza en su cotización genera la sensación colectiva de que todo se dispara también hacia arriba, junto al temor a perder el trabajo.
Otros datos que no se hacen públicos perjudican al oficialismo, como el hecho, verificado por consultoras en recursos humanos, de que desde mediados de 2014 las empresas sólo cubren un puesto laboral por cada tres vacantes que se producen, al tiempo que un gran número de compañías multinacionales que operan en la Argentina, en silencio, están disminuyendo el número de empleados, mediante retiros voluntarios o no cubriendo vacantes. En los últimos años, el empleo sólo crece en el sector público. El resto de la actividad económica está estancado, a la espera del nuevo escenario.
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