Sarmiento y la pedagogía de los detalles
A 129 años de su muerte, Sarmiento sigue enseñando: sus ideas, lúcidas y controvertidas, que sirvieron para soñar un país, resisten con escritura furiosa en los 52 volúmenes de sus Obras Completas y educan desde el fondo de la historia argentina
“El poder, la riqueza y la fuerza de una nación dependen de la capacidad industrial, moral e intelectual de los individuos que la componen. Y la educación pública no debe tener otro fin que el aumentar esta fuerza de producción, de acción y de dirección” escribe en su libro Educación Popular, publicado en 1849, donde expone la idea central que expresa el sentido de la educación escolar.
Sus ideas dibujan el mapa de un país con forma de escuela. En el discurso de asunción como presidente de la nación en 1868, Sarmiento dispara la idea de la educación común, la educación del soberano, como acción ordenadora y civilizadora del Estado: "Para que haya paz en la República Argentina, para que los montoneros no se levanten, para que no haya vagos, es necesario educar al pueblo en la verdadera democracia, enseñarles a todos lo mismo, para que todos sean iguales...para eso necesitamos que toda la república sea una escuela"
El gran maestro piensa esas ideas ,después de haber sido un gran aprendiz. Primero en la provincia interior, su San Juan natal y luego en sus viajes por el mundo. En Recuerdos de Provincia, publicado en 1850, refiere ese proceso vital de construcción de las ideas: “¿Cómo se forman las ideas? Yo creo que en el espíritu de los que estudian sucede como en las inundaciones de los ríos, que las aguas al pasar depositan poco a poco las partículas sólidas que traen en disolución y fertilizan el terreno”. Educación Popular es el libro que escribe como resultado de sus viajes por Europa y Estados Unidos, donde fue a conocer los experimentos que algunas pocas sociedades hacían en el afán de organizar sistemas escolares que garantizaran educación masiva e igualdad de oportunidades. Esa curiosidad por ver el mundo, que le valió la insólita acusación de “cosmopolita” entre la innumerable cantidad de epítetos con los que fue combatido, fue también la experiencia necesaria para alimentar sus ideas.
Pero Sarmiento no es un teórico, es un hacedor, un político, las ideas solas no le alcanzan. Va a las cosas. Él es un símbolo de la relación indisoluble entre educación y desarrollo y diseña al menos dos estrategias políticas fundamentales para la Argentina moderna, el ferrocarril y el sistema educativo. Trenes y escuelas públicas son la base de la integración económica y política del país que piensa y los hace realidad. Durante su presidencia de 6 años (1868-1874) fundó 800 escuelas y construyó 800 km de vías férreas.
La visión ideológica y la acción política tienen una especial característica en Sarmiento: la atención a los detalles. Y es ahí donde su enormidad cobra un brillo particular. La gran diferencia de Sarmiento está en su trabajo de escultor que, con paciencia, se concentra en los detalles de su obra.
La escuela es para Sarmiento el símbolo y la esperanza de un país que se está gestando pero es a la vez un lugar real, que requiere trabajo efectivo. En Educación Popular, se detiene largamente en los detalles: “Las salas y patios deben ser aseados y barridos todas las mañanas, media hora antes de la llegada de los niños”. Y con respecto a las familias y su obligación de contribuir a la educación escolar de los hijos también en aquel mismo texto va a los detalles: “Cada día antes de llevar los niños a la escuela, los padres les lavarán las manos y la cara, los peinarán y cuidarán de que sus vestidos no estén rotos, descosidos, ni desgarrados” . Cuando se refiere al sistema de enseñanza se detiene, cincela con precisión la naturaleza de la relación de enseñanza- aprendizaje: “La atención no puede exigirse por la autoridad; no pueden obtenerla completamente las recompensas, ni los castigos hacerla nacer. Es necesario que ella venga de suyo, y que sea sostenida por la curiosidad y el deseo de aprender, que son felizmente disposiciones habituales de los niños”.
“La diferencia está en los detalles” suele decirse. Y en educación los detalles son clave. El qué y el cómo valen por igual. Sarmiento organiza un sistema de relojería, donde las grandes ideas se articulan a partir de los detalles. Al mismo tiempo que define el sentido general de la educación, los modos de financiamiento del sistema escolar, la formación docente, las funciones de la inspección, se detiene en precisiones sobre la arquitectura escolar, diseña el mobiliario del aula, los horarios y hasta procedimientos didácticos para la enseñanza de la lectura y la ortografía. Sarmiento piensa un país que no existía, pero las grandes ideas que piensa no le alcanzan, necesita ir a la acción y a los detalles, pedestres, prácticos, tangibles. A Sarmiento le importa que las cosas sucedan, por eso se detiene en los detalles.
En circunstancias históricas muy distintas, no se trata hoy de tomar a Sarmiento al pie de la letra, ni de hacer reivindicaciones nostálgicas de su obra. Se trata más bien de dejarse interpelar por aquella preocupación por los detalles, inspirarse en esa obsesión por concretar las ideas para conjurar la levedad con que en tiempos actuales se transitan las políticas educativas entre promesas demagógicas, declamaciones anodinas y compromisos vacíos por la educación. La obsesión sarmientina por los detalles denota una ética y una estética de la acción que sigue esperando ser aprendida.
Doctora en Educación, directora del Area de Educación de la Escuela de Gobierno de la Universidad Torcuato Di Tella claudiaromero@utdt.edu