Sarmiento en su día: mira, escucha y habla
Qué diría el gran sanjuanino de la actual campaña política en nuestro país
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En 1868, en el discurso de asunción como presidente de la Nación, Sarmiento dice: “Para que haya paz en la República Argentina, para que los montoneros no se levanten, para que no haya vagos, es necesario educar al pueblo en la verdadera democracia, enseñarles a todos lo mismo, para que todos sean iguales... para eso necesitamos que toda la república sea una escuela”.
“Que toda la república sea una escuela”, dice, y en efecto sobre las bases de la educación común y desde las escuelas, se construiría una nación con formidable capacidad de integración y movilidad social de enorme prosperidad económica, un fenómeno bastante inédito en el mundo.
Sarmiento no está coucheado, su discurso no lo hizo un asesor, no está respondiendo a encuestas, ni a focus group. Sabe lo que dice, sabe lo que va a hacer y sobre todo cree en cada una de sus palabras. La educación está en el centro de sus preocupaciones, es una obsesión. Y por eso, Sarmiento no improvisa. Más de veinte años antes de llegar a la presidencia, Sarmiento había escrito Educación Popular, un libro donde, luego de sus viajes de aprendizaje por Europa y Estados Unidos, diseña con originalidad un sistema educativo que va desde la arquitectura escolar al financiamiento de la educación, de la formación de maestros, hasta el sistema de enseñanza. Y aún en el exceso de entusiasmo de su proverbial escritura, Sarmiento no estafa, sus actos serán consecuentes con su pluma y dispararán una voluntad política que seguirá obrando aún después de muerto, hace135 años.
Los ojos de Sarmiento miran, desde el fondo de la historia y con furia que no se apaga, la liviandad con que hoy los gobernantes anuncian con actos rimbombantes aquello que saben que no van a cumplir: las 100 escuelas técnicas de Alberto Fernández o, antes, los 3000 jardines de infantes de Macri, por poner algunos ejemplos, que están en la memoria reciente. No hicieron ni el 10% de eso. ¿Por qué? Ni siquiera hay una explicación, deben estar esperando que la Patria la demande.
Sarmiento, como todos, asiste a la actual campaña, donde acontece la “preparación” para la contienda electoral. Escucha y le impacta como a todos, la balacera de slogans que se lanza sobre la sociedad atribulada, el discurso zigzgueante que corre detrás de los votos. Un discurso que de todos modos no es errático, sino que tiene, en muchos casos, un carácter corrosivo de la dimensión escolar.
Desde la posición oficialista donde la escuela está desactivada como tal, clausurada por casi dos años, travestida en terminal de distribución de mercaderías varias al servicio del populismo vigente, hasta la propuesta grosera de lógica darwinista donde los vouchers y el ajuste (que no pueden resolver ningún problema educativo) harán que “los melones se acomoden solos”. Otros candidatos hacen lecturas posmodernas que nominan a la escuela como “un dispositivo que cayó en desuso” como quien trata a una tecnología obsoleta que deberá ser reemplazada por otra. O aducen que, con presupuesto, un poco de fuerza e información se resuelve el desastre. Muchos hablan de maestros y de alumnos, de sujetos, pero pocos de escuelas, es decir de instituciones.
Al mismo tiempo todos los candidatos se fotografían firmando un compromiso a favor de la alfabetización. ¿Alguien podría estar en contra? ¿O negarse a firmar? Es importante en campaña la foto, la firma y la causa indiscutible. En realidad, se trata de una Campaña de Alfabetización impulsada por ONGs y diversos colectivos, mientras asociaciones y fundaciones cuentan como el tercer sector se ocupa de llevar adelante las enseñanzas fundamentales como enseñar a leer y escribir. Este asunto ya fue saldado a fines del siglo XIX, con la ley 1420. Es la escuela la institución encargada de enseñar a leer y escribir, entre otras cosas, y es todo el sistema educativo el responsable de que eso suceda. Es patético fantasear con “brigadas alfabetizadoras” que reemplacen a la escuela.
Cuando la evaluación ERCE de la Unesco dice que en la Argentina 1 de cada 2 chicos no comprende lo que lee al terminar tercer grado no dice por qué sucede. Eso es lo que cualquier política educativa debe dilucidar antes de proponer un plan de acción que lo resuelva. Detrás de cada chico que, estando en la escuela, no aprende a leer, hay una trastienda compleja de factores que lo explican. Los que más inciden provienen de la situación socioeconómica de las familias y constituyen el “efecto cuna” que justamente la escuela como institución está llamada a revertir. Por eso no es deshaciéndonos de la escuela como vamos a resolverlo. La escuela importa, la escuela le importa a muchos que siguen viendo en ella un pasaporte al futuro. Todos los candidatos deberían tenerlo en cuenta.
Sarmiento también, a veces, habla. Hace unas semanas atrás, un grupo de padres y madres protestaba por la falta de clases por un paro, en las puertas del Consejo Escolar de Bahía Blanca. Las palabras de un padre, entre el grito y el llanto, se viralizaron. “La raíz de todos los problemas de cualquier país del mundo, es la educación. De Sarmiento para acá se sabe. No puedo creer que tengamos que venir nosotros para que ustedes se den cuenta de que estamos en un terrible problema… Igualdad no es hablar con X, igualdad es que los chicos tengan clases todo el año… Soy remisero, no terminé la escuela, y quiero que mis hijos sí lo hagan y que aprendan. ¡No es para aplaudir, es para llorar!” dijo el padre, en medio de una ovación.
La investigación de los últimos 20 años aporta conocimiento acerca de cómo se mejoran las escuelas, cuáles son los principales factores asociados al éxito. Entre ellos el “factor director”, es el segundo factor en importancia detrás de la enseñanza (pesa más que tener una computadora por alumno, la costosa política que sí se sigue desde hace años), pero curiosamente la Argentina no tiene una política clara que organice la formación y carrera de los directivos como sí existe en países que mejoran. La escuela es el primer nivel de gobierno de la educación y mejorar el liderazgo directivo escolar debe ser una prioridad para el próximo gobierno. Pero no es propuesta de ningún candidato.
Dado que no estamos en la etapa fundacional sarmientina ni resultan saludables las posiciones nostálgicas y retrógradas de reponer el pasado hay que aceptar que no hay soluciones mágicas y que por trillado que suene, la solución es compleja e integral. El sistema educativo existe y hay que operar una transformación. Pero no es con atajos, no es por afuera de la escuela, ni soluciones únicas, ni con propaganda. Es con un plan de varias velocidades, para el corto, el mediano y el largo plazo que engarce con un proyecto de desarrollo del país. Y dado que el sistema existe es necesario gobernarlo con solvencia en dirección al cambio: liderar velando por el derecho a la educación de todos, construir transparencia, relevancia y un sistema inteligente de estímulos hacia la mejora.
Doctora en Educación, profesora e investigadora de la Escuela de Gobierno de la Universidad Di Tella