Retratos de la ausencia. Claves para entender la obra de Santiago Porter
Bruma, la muestra actual del fotógrafo en la galería Rolf Art, reúne imágenes de edificios emblemáticos de la Argentina, monumentos y paisajes
Indagar en el aspecto de las cosas y su historia, en la aparente opacidad de construcciones y paisajes, y en los golpes del tiempo que los marcaron. Éso es lo que se propone Santiago Porter con Bruma, su muestra en la galería Rolf Art, que reúne una serie de fotografías tomadas desde 2005. Con registros de las fachadas de edificios emblemáticos de la Argentina, de monumentos y paisajes y de los objetos que tenían las víctimas del atentado de la AMIA en el momento de la explosión, Porter busca revelar historias de vida y entramados sociales. A continuación, las claves de su obra.
Las propias ruinas
En su serie de monumentos, Porter pone el foco en “objetos que sufrieron en carne propia los avatares de la historia”. Incluye el paredón de fusilamiento en el denominado Pozo de Arana; la Catedral de Buenos Aires manchada de pintura roja, como sangre, tras un reclamo político; un puente inutilizable en la ruta 9 porque no se terminó o una torre de vigilancia erigida en Ezeiza para una cárcel que nunca se hizo. Para el artista, esta garita refleja “un país que construye sus propias ruinas”.
Una de sus fotos más conocidas es la que muestra la escultura de Eva Perón emplazada en el Museo Histórico 17 de Octubre, en la quinta San Vicente. Realizada en un bloque de mármol macizo de más tres metros de altura, fue decapitada a mazazos.
“Perón había encargado un megaproyecto de mausoleo –recuerda Porter– que tendría un monumento al descamisado de unos 75 metros, visible desde Montevideo; el cuerpo de Eva embalsamado dentro de una cúpula de cristal y una escultura suya. Se la encargó al artista italiano Leone Tommasi, que vino a la Argentina con un bloque de mármol de Carrara. Tras el golpe de 1955, un comando militar hizo desaparecer el cuerpo de Eva y otro irrumpió en los talleres de Tommasi. Como en una especie de rito macabro, decapitaron la escultura y la llevaron con grúas, como en una procesión, para tirarla en el Riachuelo”.
Capas de historia
El Ministerio de Economía, los Tribunales de Comodoro Py y la Casa de la Moneda son algunos de los edificios públicos que Porter fotografió con cámara de gran formato los domingos y feriados muy temprano, cuando estaba nublado, para que las tomas tuvieran la misma luz y no hubiera personas.
“Siento que en el silencio de la galería, las capas de historia acumuladas en esos lugares empiezan a desplegarse”, dice Porter sobre las fotos reveladas en gran tamaño, donde se evidencian detalles que no suelen verse al pasar por esos sitios. Para el fotógrafo, esas imágenes son como retratos de personas. El diseño, la decoración, las marcas sobre la pared revelan el núcleo del edificio: la vida política y social en un determinado momento.
Huellas humanas
En las fotografías de paisajes, Porter no consigna dónde fueron tomadas las imágenes. “Me propuse fotografiar lugares que fueron modificados por decisiones políticas o por acontecimientos históricos”, señala. La serie incluye, entre otros sitios, tierras ocupadas en la campaña al desierto, basurales en Río Grande y un bosque muerto de lengas en Tolhuin, en Tierra del Fuego.
“A principios de la década de 1950 –recuerda el fotógrafo–, la Marina envió a esta localidad una misión con veinticinco parejas de castores traídos desde Canadá. El objetivo era desarrollar la industria peletera. El proyecto fracasó: sin sus depredadores naturales, los castores se reprodujeron exponencialmente. De las parejas originales se pasó a cientos de miles de castores, que al generar sus hábitats naturales inundaron y liquidaron cientos de miles de hectáreas de bosques, y produjeron la emigración de cientos de especies nativas”.
El último recuerdo
Cuando era chico, Porter fue varias veces a la AMIA con su padre o con su abuelo, para acompañarlos mientras hacían trámites tras la muerte de un familiar. Más tarde concurrió a la biblioteca de la institución mientras investigaba sobre su tío abuelo, el escritor, periodista y dramaturgo Israel Zeitlin Porter, conocido con el seudónimo de César Tiempo.
Apenas ocurrió el atentado, el diario para el que trabajaba lo envió a hacer la cobertura. La ausencia (2001-2002) incluye fotos de objetos que llevaban las víctimas en el momento de la explosión, junto a la imagen de un familiar. En los casos en los que no se hallaron objetos en el lugar del atentado, les pidió a los familiares que seleccionaran algo que hubiera estado en contacto con las víctimas en las 24 horas previas a la explosión.
Entre los retratados está Rosa junto a la pelota de fútbol de Sebastián, su hijo de cinco años; pasaban por la puerta de la AMIA cuando estalló la bomba. A Salo se lo ve junto a una taza que Dora, su mujer, que trabajaba en la institución, conservaba como recuerdo de su abuela. Alicia y Judith, la hermana y la hija de Esther, posan junto al envase del perfume que ella usaba y que llevaba cuando fue a la bolsa de trabajo que funcionaba allí.
Cada epígrafe condensa un puñado de datos sobre la persona fallecida: nombre, apellido, edad, estudios, ocupación, en qué sector del edificio estaba cuando murió, o si estaba en la calle. “Las tomas para este trabajo –recuerda Porter– eran pequeños rituales: momentos de mucha circunspección, angustia, afecto y agradecimiento”.