San Martín de Tours, patrono de la Ciudad de Buenos Aires
San Martín de Tours es uno de los santos más famosos en toda Europa y en América Latina. Fue elegido Patrono de la hermosa Ciudad de Buenos Aires, fundada por Don Juan de Garay en el año 1580.
El 20 de octubre de 1580, los miembros del Cabildo se reunieron como lo hacían habitualmente, con un orden del día detallado. El primer término era el elegir el “custodio divino” de la flamante población: “…por suerte cupo a esta ciudad por patrón de ella, el señor San Martín. Y aquel día (el 11 de noviembre) es justo solemnizar la Fiesta”.
San Martín de Tours se les distingue por ser “soldado por la fuerza, obispo por obligación y monje por gusto”.
Nace en Szombarthely (Hungría) hacia el año 316, en el seno de una familia pagana. Su padre, tribuno militar del ejército romano. Recibe su educación en Pavía y allí conoció la religión cristina. A los quince años sus padres le obligaron a entrar en el ejército e intentaron por muchos medios que se olvidará de Jesús y de sus seguidores; pero Martín supo ingeniarse para cumplir sus deberes militares sin abandonar sus ideales cristianos.
Vivió de forma ejemplar como soldado, procurando el bienestar de toda la sociedad, la aplicación de la justicia y la defensa de los derechos de los pobres y marginados.
Mientras se preparaba, como catecúmeno, para recibir el bautismo, fue enviado en misión militar a la ciudad de Amiens (Francia). Un día muy frio de invierno se encuentra a un mendigo, víctima del frío en pleno invierno; entonces él quitándose la capa, la partió en dos con su espada para darle la mitad al mendigo y a la noche siguiente vio en sueños a Jesucristo que llevaba puesta la mitad de su capa, y oyó que le decía: “Martín, hoy me cubriste con tu manto”.
La imagen del soldado a caballo cortando de un tajo su capa por la mitad se transformó en símbolo universal del amor fraterno.
Poco después, en la Pascua del 339, recibe el bautismo. A partir de este momento solo aspira a dejar de ser soldado, para seguir a Cristo de un modo total. Cuentan que le dijo a su superior: “Hasta ahora he servido como buen soldado, déjame, de ahora en adelante, servir a Jesucristo anunciando la buena noticia”.
Martín decidió dejar todo lo que tenía y permanecer cerca de Hilario, el santo obispo de Poitiers (Francia) admirado por su sabiduría y santidad, para aprender a vivir como un cristiano auténtico.
Hacia el año 356 regresa a ciudad natal y logra convertir al cristianismo a su madre. De regreso, junto con otros amigos, el obispo Hilario les ofreció un lugar solitario y ahí se dedicaron a la oración y a las obras de caridad. Fueron los años más felices de Martín, viviendo como monje, alabando a Dios y sirviendo a los hermanos.
Como la sede de Tours había quedado vacante, piensan en Martín para hacerle obispo, siendo consagrado el 4 de julio del 371. Lo primero que hace es construir el monasterio de Marmoutiers, cerca de Tours, donde se le prepara una celda de madera, rodeada de un pequeño jardín, siendo allí donde vuelve siempre buscando la paz, después de sus correrías apostólicas.
Se distinguió como curtido asceta y apóstol entregado a su ministerio, pero sobre todo fue un hombre de oración que amaba las bellezas de la naturaleza y el mundo para él era un libro de teología que siempre le hablaba de Dios.
Siendo obispo emprendió agotadores viajes apostólicos, para llevar la buena nueva de Jesús, reprender a los malos gobernantes, apaciguar a los rebeldes, defender a los débiles, interceder por los presos y condenados y realizar innumerables servicios al pueblo de Dios.
Siendo ya anciano realizó un viaje a la ciudad de Cades, en busca de la unidad de la comunidad. Allí se enfermó gravemente. Momentos antes de morir, sintiendo el dolor se sus hermanos, pronunció el lema, que todos conocemos: “Señor, si todavía soy necesario a vuestro pueblo yo no rehuyo el trabajo”. (Non recuso laborem).
Su muerte ocurrió en el año 397, cuando contaba unos 80 años. Le llegó de forma serena y confiada, como había sido su vida. Martín de Tours fue sobre todo un hombre de profunda oración y de ardiente caridad hacia el prójimo.
Párroco de la Iglesia de San Martín de Tours