La iglesia más antigua de Buenos Aires recibe a los visitantes con espacios recién restaurados que siguen honrando su historia
La actual sede de la parroquia San Ignacio de Loyola, ubicada en Bolívar 225 es, en rigor, el tercer templo que tuvo la Compañía de Jesús una vez llegada a Buenos Aires en 1608. Eran tiempos de Hernandarias cuando la primera iglesia, llamada Nuestra Señora de Loreto, se construyó con paredes de adobe y techos de junco, a la usanza de la época. Estaba ubicada a escasos metros de la Pirámide de Mayo, en el cuadrante noreste de la plaza, más o menos a la altura de la casa central del Banco Nación. Unos años más tarde, al ser beatificado Ignacio de Loyola, tomó el nombre de San Ignacio. Los jesuitas permanecieron allí varias décadas, hasta que la necesidad de mejorar la seguridad en la zona los obligó a trasladarse hasta su actual ubicación.
Nuestra visita guiada a la parroquia comienza, justamente, en la Pirámide de Mayo. A escasos metros de donde comenzó la historia de la Compañía en la Ciudad. Desde allí transitaremos el camino hasta Bolívar 225 como si fuera un viaje en el tiempo. La mañana no podría ser menos propicia para andar por la Plaza de Mayo. Es uno de esos días en los que la lluvia y el viento convierten a los paraguas en un mal plan. Así que la gran mayoría de los transeúntes apura el paso mirando hacia abajo, como si quisiera esquivar las gotas.
En nuestro punto de encuentro la historia es otra. Cerca de las diez de la mañana, un grupo de personas comienza a reunirse, desafiando al mal tiempo. Llegan de a uno, en pareja o en grupos. Algunos, más rezagados, por no haber leído bien las coordenadas y dirigirse directamente hacia la parroquia. Buena parte ya se conoce. Son habitués, desde hace años, del ritual quincenal que propone recorrer, viernes por medio, iglesias, templos y espacios religiosos ubicados en la ciudad de Buenos Aires.
Organizadas por la Dirección de Cultos del Gobierno de la Ciudad, las visitas son guiadas y coordinadas por Marcos Vanzini, miembro del equipo. Este es el décimo año de las recorridas que los han llevado por unos 430 espacios sagrados de los casi mil que tiene la Ciudad.
"La idea es que, en cada lugar, sea alguien perteneciente a ese templo quien nos reciba", explica Vanzini. En esta ocasión, la recorrida estará a cargo de Soledad Saubidet, guía de San Ignacio. "En estos momentos, estamos parados sobre el barrio más antiguo de la Ciudad: Monserrat. En frente tenemos al más nuevo: Puerto Madero", relata la especialista, dando inicio a este recorrido.
Entre un extremo y otro –Puerto Madero y Monserrat–, hay una ciudad que no supo cómo retener los mejores testimonios urbanos de su historia. Por eso mismo, es poco lo que se conserva de aquella Buenos Aires, la de los tiempos de la colonia. Saubidet nos propone dirigirnos a San Ignacio de Loyola recorriendo brevemente algunos de los hitos que lograron resistir el impulso demoledor porteño: los Altos de Elorriaga–actual sede del Museo de la Ciudad–, propiedad ubicada en Alsina y Defensa; justo enfrente, la antigua (aunque mucho más cercana en el tiempo) farmacia La Estrella, y a media cuadra, sobre Alsina, los Altos de Ezcurra: la casa de María Josefa Ezcurra, un espacio cargado de historia, hoy asediado por el abandono.
En el cruce con Bolívar se levanta la parroquia, con un estilo completamente diferente al que imperaba en la colonia. ¿Producto de una remodelación posterior? En lo absoluto. El frente de San Ignacio de Loyola conserva sus líneas originales, poco comunes para aquella época, porque estaban inspiradas en el barroco alemán. Hasta ese lugar habían llegado los jesuitas cuando debieron abandonar la iglesia de Loreto, gracias a que Isabel de Carvajal, viuda y sin descendencia, les donara el terreno delimitado por las calles Perú, Bolívar, Alsina y Moreno.
Allí construyeron, primero, una iglesia provisoria que los albergó hasta finalizar la definitiva. Los planos de esta última estuvieron a cargo del arquitecto jesuita Juan Krauss y la finalización de las obras, de los arquitectos Juan Bianchi y Juan Bautista Prímoli. San Ignacio es inaugurada en 1722, aunque no estaba completamente terminada.
A su lado, levantaron el Colegio San Ignacio, que pasaría a llamarse Real Colegio de San Carlos cuando la comunidad fue expulsada y, más tarde, en 1863, adoptaría su actual denominación: Colegio Nacional Buenos Aires. Pero volviendo a la parroquia, Saubidet destaca que estamos ante uno de los espacios antiguos mejor conservados de la ciudad. Entonces todos los presentes coinciden en que la iniciativa de volver peatonal la calle Bolívar, vigente desde hace unos años, fue sumamente beneficiosa para la edificación, ya que disminuyeron de manera notable las vibraciones ocasionadas por los colectivos que pasaban por ahí.
Casi en forma permanente, algún sector se está restaurando. En esta oportunidad, la novedad es la recuperación de la procuraduría, ubicada detrás de la parroquia, en donde se almacenaban las provisiones de lo que la Compañía producía en otras zonas del país, y las matroneras, galerías laterales en la primera planta de la iglesia, que tuvieron múltiples usos en la época y dotaban al templo de una mayor capacidad.
Para llegar hasta una de ellas debemos subir por el interior de una de las columnas del frente, construida con ladrillos. En la planta alta todavía persiste el aroma a final de obra. La vista hacia la nave central es inmejorable. Saubidet explica que en las matroneras se realizaban reuniones vecinales cuando la cantidad de asistentes superaba la que podía albergar el Cabildo. Asimismo, era el lugar desde donde los indios y los esclavos presenciaban las misas. Y también los estudiantes del colegio vecino: la especialista cuenta que se han encontrado algunos apellidos ilustres tallados en las barandas de sus balcones a modo de travesura adolescente. Por último, también era el espacio en el que las mujeres atendían –amamantaban, incluso– a los más pequeños. De hecho, la palabra "matronera" proviene de "matrona".
Antes de descender, Saubidet adelanta que el destino de este bello lugar restaurado será una puesta museográfica, abierta al público, mientras nos detenemos unos instantes en torno al órgano, ubicado en el coro y restaurado a principios del siglo XX.
Ya en la planta baja, nos dirigimos hacia el retablo de Nuestra Señora de las Nieves, ubicado a la derecha del altar. Es, junto a San Martín de Tours, patrona de Buenos Aires. El espacio está cubierto por un cuadro religioso debido a que la imagen de la Virgen está en proceso de restauración. La de la Virgen de las Nieves es una de las imágenes religiosas más antiguas de la ciudad. Saubidet explica que vino de Europa junto con los jesuitas. Fue emplazada originalmente en la iglesia de Loreto, la que la congregación ocupó originalmente. Está confeccionada con cabello natural y la ropa había sido elaborada por la madre del párroco.
Tras recorrer algunos altares, cerramos la visita dirigiéndonos a lo que queda del antiguo claustro, ubicado entre la parroquia y el Nacional Buenos Aires. Al ingresar, se hallan expuestos tres fragmentos de la construcción original de ese espacio, hallados durante una remodelación, en 1859. Se trata de dos fragmentos de figuras talladas en mármol y de la talla de una cifra: 1675. Fue, justamente en ese año, cuando los jesuitas terminaron su segundo templo, el que los albergó en la nueva ubicación hasta que el actual –el tercero y definitivo– estuvo terminado. Casi tres siglos después, la parroquia San Ignacio de Loyola sigue honrando su propio pasado. Un pasado que es el nuestro también.
Para informes sobre las visitas guiadas: https:/www.facebook.com/dgcultos/
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