Salud mental en pandemia: crónica de una subestimación
Me siento a escribir y miro el calendario: pasaron cuatro meses desde que comenzó el aislamiento social, preventivo y obligatorio. Con el paso del tiempo tendremos una dimensión real de cuanto ha cambiado nuestra vida cotidiana en este 2020 al que todavía le queda mucha cuerda.
A esta altura, en medio de una cobertura informativa sin precedentes, la gran mayoría de los argentinos conocemos a qué nos estamos enfrentando, cómo debemos prevenir los contagios y qué hacer en caso de registrar síntomas compatibles con el Covid-19. También sabemos las enormes dificultades económicas y sociales que atravesamos. Podría citar infinidad de datos que reflejan el panorama sombrío en la producción y el mercado laboral. Pero me quedaré solamente con uno que duele e indigna como ningún otro: según Unicef, a fin de año habrá más de 7 millones de niñas, niños y adolescentes pobres en la Argentina.
Sin embargo, hay un aspecto de la pandemia que solamente lectores asiduos y atentos hallan en los medios y que está prácticamente ausente en las comunicaciones oficiales del Gobierno. Me refiero a la salud mental de todos los que estamos viviendo esta coyuntura atípica y desconcertante.
No se trata de un cambio pasajero en el humor social, sino de complicaciones que excederán en el tiempo a la misma pandemia
La Fundación Ineco afirma que uno de cada tres pacientes presenta síntomas de depresión. Los jóvenes entre 18 y 25 años son, por mucho, el grupo etario más afectado. Más de un 70% de ellos evidencian cuadros depresivos y un 38,5% sufren ansiedad.
Al estrés que implica tomar conciencia de la gravedad de la situación y adaptar nuestros hábitos a nueva vida, se le suma la incertidumbre generalizada respecto al futuro: sobran los interrogantes y escasean las certezas. Mientras tanto, hay que vivir, estudiar, trabajar y salir adelante.
La merma de los ingresos, la pérdida del empleo, niños y jóvenes sin clases presenciales y la preocupación por familiares o amigos enfermos, son apenas algunas de las situaciones con las que miles de personas lidian cotidianamente. Como suelen repetir los profesionales ante el tratamiento descuidado de estos temas en medios tradicionales y redes sociales: no se trata solamente del encierro, que obviamente perjudica y mucho, sino de la pandemia que lo precede y sus ramificaciones que afectan a todo el tejido social.
Por estas razones reclamamos al Presidente, desde hace meses, que amplíe y diversifique el grupo de especialistas que asesora al Gobierno. No se trata de un cambio pasajero en el humor social, sino de complicaciones que excederán en el tiempo a la misma pandemia. Con más de 120 días de cuarentena y los indicadores económicos y sociales en rojo, el aporte de expertos en salud mental en el diseño y aplicación de políticas públicas no es una alternativa posible sino una obligación insoslayable.
En este sentido, considero importante también retomar la idea de implementar equipos de abordaje psicosocial. Se trata de especialistas en salud mental que se desempeñan en el territorio, cerca de los vecinos que están padeciendo la reinserción en un mundo que ya no es el mismo.
Cuidar a médicos, enfermeros, auxiliares y a todas las personas que trabajan en la detección de casos, va más allá de una cuestión salarial y de insumos. Muchos de ellos son estigmatizados y enfrentan cotidianamente situaciones de extrema tensión. Allí es donde más se necesita una política consistente de asistencia y, claramente, donde se más se nota la falta de ella.
La desigualdad que cruza históricamente a la Argentina también se manifiesta en el plano de la salud mental. ¿Cómo? No son muchos los que tienen cobertura para acceder a una consulta psicológica virtual. Ni quienes pueden y saben, cómo indagar fuentes confiables de información. La inconveniencia de acudir a un hospital público en este contexto para tratar este tipo de cuadros, hace todo aún más difícil para los sectores más vulnerables.
Para terminar quiero plantear un escenario de cara al futuro próximo. En múltiples ámbitos la pandemia ha quitado caretas y corrido alfombras para mostrarnos tal cual somos. Y creo que el tema que motiva esta nota de opinión no será la excepción. El factor emocional juega un papel fundamental en las decisiones de cada individuo; la política y las elecciones, evidentemente, no escapan a esa lógica.
Quiénes tenemos responsabilidad en la política debemos proponer un proyecto integral y sustentable de país que contemple el bienestar genuino de sus ciudadanos. Estamos en deuda. Pero de algo estoy segura: todos los que trabajamos para ser parte de las soluciones tenemos por delante el enorme desafío de estar a la altura de la Argentina que merecemos.
Vicepresidente UCR Nacional, diputada provincial PBA – Juntos por el Cambio