Sábados Circulares de Cristina y Guzmán
Para anunciar su partida, el ahora exministro desvió la atención hacia él, mientras la vice hablaba en Ensenada
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Después de soportar estoicamente y en silencio tanto bullying directo e indirecto por parte del kirchnerismo desde que asumió, Martín Guzmán consumó su pequeña venganza contra Cristina Kirchner al renunciar como ministro de Economía por Twitter mientras ella hablaba en Ensenada, con la excusa de homenajear a Juan Domingo Perón, en un nuevo aniversario de su muerte. Evidentemente, ni el ahora exfuncionario creyó la tesis presidencial de que todos estos sobresaltos se deben a una “crisis de crecimiento”.
La pasión por la metáfora y el eufemismo -o mirar para otro lado mientras todo se incendia- logró, entre tantas disidencias, una única coincidencia sorprendente e inesperada en estas últimas horas entre el Presidente y la vicepresidenta: Milagro Sala.
El fenómeno vintage, de meros efectos decorativos -hablar de cosas del pasado para ocultar las del presente-, con los que el Gobierno pretende distraer del desmadre cambiario, inflacionario, energético y ahora también del cisma detonado por Guzmán con su partida intempestiva, tuvo su primera manifestación en la semana que pasó en el abrupto viaje de Alberto Fernández, recién llegado de la cumbre del G-7 en Alemania, para hacerse una foto al borde de la cama de Milagro Sala, en Jujuy. No importaba qué mal estuviesen las cosas aquí y que la economía crujiera. Levantó la agenda y enfiló para el noroeste.
Ayer, cuando el sol caía sobre el Conurbano, mientras los portales de los diarios y los canales de noticias ya estaban al rojo vivo por la salida de Guzmán, Cristina Kirchner luego de hablar más de cuarenta minutos a un auditorio integrado por sus más ilustres acólitos, encabezados por Hebe de Bonafini y su propio hijo (que tomaba mate y se sonreía por los comentarios que le hacían al oído), retomó la palabra para hablarle a la multitud reunida en las afueras del Polideportivo de Ensenada. Pero no lo hizo para anticipar en qué soluciones pensaba para superar la nueva crisis en marcha, sino también para evocar a la activista jujeña presa que, según dijo, es perseguida por “negra, mujer e india”.
No se sabe cómo abrirán los mercados el lunes, o si se dispondrá un feriado cambiario hasta tanto se pueda aclarar mínimamente como sigue todo esto, pero nada impidió que la creadora de este gobierno ayer a la tarde siguiera adelante con su alocución pródiga en ironías hacia su malogrado artefacto político: la lapicera, los “funcionarios que funcionan” -ponderó al respecto a Carlos Zannini- y hasta hizo una mención a la gente de Garganta Poderosa, con una inflexión bien teatral para que se asociara con la desopilante confusión que tuvo el primer mandatario hace unos días al nombrarlos y eso provocara, como sucedió, la risa de la concurrencia.
Cuando el peronismo gobernante entra en crisis (ocurrió tras el Rodrigazo, en 1975) se desenfoca rápidamente y no solo habla de temas sacados de la galera o que no le interesan a nadie. Dispara con mayor vehemencia hacia la oposición y los medios de comunicación, pero también empieza a canibalizarse dentro de sus propias filas (para decirlo con palabras del homenajeado general: “los enemigos internos y externos del movimiento”).
Si no fuera porque desde hace varias semanas planteaba insistentemente la que se venía, habría que destacar el talento de Andrés Larroque como certero pitoniso (el Diccionario de la Real Academia Española no registra la palabra en masculino -tarea para los vehementes del lenguaje inclusivo- pero, como dice Axel Kicillof, no nos van a indicar cómo hablar desde la península ibérica). El “Cuervo” lo dijo clarito: “la fase moderada está agotada”.
Habrá que desentrañar ese inesperado oráculo camporista y ver de qué manera se ejecuta otra de las premoniciones que dejó flotando: “A la sociedad hay que ofrecerle una perspectiva de esperanza y la única dirigente que genera eso hoy es Cristina Kirchner; que todavía es creíble y está dispuesta a enfrentar el poder”.
En el momento en que nadie todavía podía imaginar que Guzmán estaba tipeando su explosivo Twitter, en Ensenada la concurrencia coreaba: “¡Cristina presidenta!” Ella primero negó la posibilidad con un ademán y después no movió un solo músculo de la cara hasta que se apagó el cántico.
¿Solo se menea la posibilidad de Cristina candidata en 2023 para que el Frente de Todos mantenga su aptitud electoral aun con tan deplorable gestión?
Se arriesgaría, si eso sucediera, a ser derrotada, perder consecuentemente sus fueros y quedar a tiro de una condena en firme de alguna de sus múltiples causas. Más seguro para ella sería aspirar a convertirse nuevamente en senadora.
Alberto Fernández, en cambio, ¿se permite fantasear con la idea de seguir los pasos de Guzmán y tirarle el gobierno por la cabeza a quien tanto lo critica?