Rubén Darío, una vida signada por la tragedia
Abandonado por sus padres cuando era aún un bebe, el escritor tuvo una vida signada por la tragedia: viudo de su primera mujer, imposibilitado de disolver su segundo matrimonio, tuvo seis hijos, tres de los cuales murieron a pocos días de nacer y un cuarto, fallece muy pequeño
En una de sus poesías más célebres, llamada "Melancolía", Rubén Darío le canta a una de sus banderas constantes, a esa emoción que lo persiguió desde su nacimiento y lo acompañó hasta su muerte: "Soy como un ciego. Voy sin rumbo y ando a tientas/Voy bajo tempestades y tormentas". Abandonado por sus padres cuando era aún un bebe, tuvo una vida signada por la tragedia. Viudo de su primera mujer, tuvo seis hijos, tres de los cuales mueren a pocos días de nacer y un cuarto, fallece muy pequeño.
Rubén Darío es el fruto de una pareja de primos constituida por un díscolo Manuel García y una jovencísima Rosa Sarmiento (tenían 20 años de diferencia y se casaron en 1866, cuando ella, embarazada, es obligada a hacerlo por su familia). Félix Rubén García Sarmiento nace en el seno de un vínculo complejo entre sus progenitores a causa del errático comportamiento de su padre y de la inexperiencia de su madre. El niño será abandonado en la casa de quien consideraría su verdadera madre, Mamá Bernarda, tía de Rosa. Rubén tomaría luego el apellido Darío (que pronto cobraría carácter legal) en honor al apodo con el que era conocida su familia adoptiva. En su Autobiografía, Rubén Darío escribe el único recuerdo que tiene de su madre, que registró a sus 11 años: "Un día una vecina me llamó a su casa. Estaba allí una señora vestida de negro, que me abrazó y me besó llorando, sin decirme una sola palabra. La vecina me dijo: «Ésta es tu verdadera madre, se llama Rosa, y ha venido a verte, desde muy lejos». Me dejó unos dulces, unos regalitos. Fue para mí rara visión. Desapareció de nuevo, no volvería a verla hasta 20 años después".
En la casa de Mamá Bernarda la situación económica era delicada. Su marido, a quien Rubén Darío consideraba su padre, y quien lo introduce en el fascinante mundo de su biblioteca, fallece cuando el poeta era un niño.
Romántico empedernido, a los 14 años se enamora perdidamente de una joven, Rosario Murillo. Quiso casarse con ella y tal era su obstinación con este cometido que sus amigos, para que desistiera de su propósito, lo empujan hacia El Salvador, donde da sus primeros pasos en el periodismo. Allí conoce a Rafaela Contreras, una poetisa cuyo pseudónimo era Stella. Se casa con ella en 1891 y de esta unión nace Rubén Álvaro Darío Contreras. Por entonces comienza un largo periplo del autor, ya reconocido a pesar de su juventud, que incluyó una visita a los Estados Unidos, España (donde cumple una misión diplomática) y a varios países de América. Su mujer enferma y muere durante su ausencia. Darío no regresa a Nicaragua, y el niño queda al cuidado de una hermana de Rafaela que tenía un excelente pasar económico. Padre e hijo recién se reencontrarían en 1910 en Barcelona.
Dos años después de haber quedado viudo contrae matrimonio con Rosario Murillo, quien fuera su primer amor. No es una unión saludable entre Darío, quien era ya un prestigioso intelectual, y la joven. El casamiento se dará a punta de pistola, con un Rubén Darío ebrio, obligado por su familia política [Rosario tenía una mala reputación en una sociedad conservadora, así que su hermano pensó que casarla era la única salvación de los Murillo]. La pareja tiene un hijo, quien muere a la semana de su nacimiento, víctima del tuétano. Se profundizan los conflictos entre el matrimonio y Rubén Darío pide el divorcio, aunque ella nunca lo firmaría. El autor parte a Buenos Aires y pierde contacto con Rosario hasta muchos años después. Es ella quien, muchos años después, cuida a un Rubén Darío ya agónico en Nicaragua, donde muere, imposibilitado de regresar a su casa en España.
Fue en Madrid donde "el príncipe de las letras castellanas", a sus 31 años, conoce a Francisca "Paca" Sánchez, una campesina humilde, con quien convive entre España y Francia y con quien tiene cuatro hijos. Los primeros tres mueren siendo muy pequeños [la primera de viruela; el segundo, Phocás, de ronconeumonía; la tercera vivirá pocos días] y el cuarto, Guicho, vive hasta los 48 años. Paca le dio serenidad a un alma tumultuosa y toleró sus largas ausencias, una de ellas, la última, de la que jamás regresó. La vida de esta mujer quedó plasmada en la biografía La princesa Paca, escrita por Rosa Villacastín y Manuel Francisco Reina.
Primer matrimonio
Julio de 1890: Rubén Darío, de 23 años, se casa por civil con Rafaela Contreras y Cañas en El Salvador y por iglesia en Guatemala
La pareja se traslada a Costa Rica y allí nace el 11 de noviembre de 1891 Rubén Álvaro Darío Contreras. El poeta debe abandonar el país en un clima político convulsivo y realiza varias misiones diplomáticas. En diciembre de 1892 muere Rafaela y el poeta, quien no llega de regreso a casa para despedirse, se encierra una semana en un hotel a beber. El niño queda al cuidado de su tía, Julia Contreras de Trigueros.
Segundo matrimonio
Rubén Darío, de 25 años, se casa en Nicaragua con Rosario Murillo, su amor de la adolescencia, el 8 de marzo de 1893. Se casan a punta de pistola.
Darío Darío nace el 26 de diciembre de 1893 y muere una semana después, víctima del tétano.
Tercer matrimonio
Rubén Darío nunca se casó con Francisca "Paca" Sánchez dado que Rosario Murillo nunca firmó el divorcio. Se conocen en 1898, en España, cuando el poeta tenía 31 años.
En 1899 nace Carmen, quien muere a las pocas semanas, víctima de una viruela.
En 1903 nace Darío, apodado Phocás, quien muere a los dos años años, víctima de una ronconeumonía.
En 1906 nace una niña y muere a los pocos días. Nunca se le dio un nombre.
En 1907 nace Rubén Darío Sánchez, apodado Guicho. Vivirá hasta los 48 años.
Soneto de Rubén Darío dedicado a su hijo Phocás
Phocás el campesino, hijo mío, que tienes
en apenas escasos meses de vida, tantos
dolores en tus ojos que esperan tantos llantos
por el fatal pensar que revelan tus sienes...
Tarda a venir a este dolor adonde vienes,
a este mundo terrible en duelos y en espantos;
duerme bajo los Ángeles, sueña bajo los Santos,
que ya tendrás la Vida para que te envenenes...
Sueña, hijo mío, todavía, y cuando crezcas,
perdóname el fatal don de darte la vida
que yo hubiera querido de azul y rosas frescas;
pues tú eres la crisálida de mi alma entristecida,
y te he de ver, en medio del triunfo que merezcas
renovando el fulgor de mi psique abolida.