Rottweiler Lilita vs. doberman Bullrich
Patricia Bullrich no perdió ni un segundo para capitalizar el categórico respaldo presidencial durante y después del G-20, por lo bien que le salió el operativo de seguridad de la cumbre. Prefirió convertirlo de inmediato en combustible para dar su paso más polémico sin más trámite: un guiño a las fuerzas de seguridad federales para que combatan a la delincuencia sin los riesgos procesales que aún enfrenta el policía Luis Chocobar por haber matado a un ladrón que apuñaló a un turista en La Boca.
Para eso, la ministra de Seguridad adoptó el código de conducta de las Naciones Unidas para funcionarios encargados de hacer cumplir la ley. Es el mismo en el que se inspiran países como EE.UU. y México, pero también los limítrofes Uruguay, Chile y Paraguay. La versión local, por cierto, viene despojada de ciertas advertencias que el texto original incluye en pos de morigerar esa prerrogativa en el uso de las armas por parte de los efectivos, aunque mantiene lo sustancial.
El reglamento adoptado, de todos modos y como corresponde, es muy cauto y solo lo habilita "cuando sea estrictamente necesario" y "resulten ineficaces otros medios no violentos" y únicamente en casos donde sea muy ostensible un peligro "de muerte o de lesiones graves". Pero también "para impedir la fuga de quien represente ese peligro inminente y hasta lograr su detención" lo que, tácitamente, descuenta que el disparo no será a matar ya que se busca apresar al delincuente y, para que eso suceda, tiene que estar vivo.
En la Argentina del debate tosco, superficial y encrespado en el que solo cabe el negro y el blanco sin matiz alguno, la caja de resonancia de la novedad solo circuló por los extremos: los garantistas a ultranza se siguen rasgando las vestiduras en tanto que los fanáticos de la mano dura experimentan espasmos orgásmicos con el video del delincuente que en Río de Janeiro tomó de rehén a una anciana y que fue abatido por la policía en medio de los aplausos y la algarabía de los vecinos y que, a posteriori, contó además con la felicitación del presidente electo de Brasil, Jair Bolsonaro . La detención de dos motochorros en el centro porteño provocó a su alrededor comentarios inquietantes del tipo "Vamos, vamos, como en Brasil, un tiro en la cabeza" o, peor, "Entréguenlos a la gente y los reventamos acá". El garantismo sin matices, paradójicamente, produce un hastío marcado y contraproducente en las clases altas y populares que empiezan a idealizar a líderes extremos como Bolsonaro.
A poco de que Patricia Bullrich comenzara su marcha triunfal por programas de radio y TV para explicar su postura, sufrió la intercepción más inesperada: Elisa Carrió rompía el silencio con un explosivo tuit en el que cuestionaba la reglamentación de la ministra que "viola los derechos humanos" y que remataba de manera explosiva: "Nosotros no vamos a ir al fascismo".
La rottweiler de Cambiemos volvía a mostrar los dientes. En lo más alto del gobierno venían disfrutando de su prolongado silencio y hasta se divertían con un meme de un billete de $5 con una inscripción manuscrita que decía: "Soy Lilita. Me tienen encerrada en un sótano en el CCK hasta que termine el G-20 . Ayuda!!". La reaparición no pudo ser más ruidosa.
La líder de la Coalición Cívica cobra muy caro al Gobierno enterarse por los medios o por el Boletín Oficial de las novedades trascendentales y no parece importarle el daño que pueda producir hacia adentro y hacia afuera de la coalición en el poder. Tras su día de furia, Carrió, por Facebook, fundamentó con mejor tono porque una norma ministerial es más débil que una ley (ofreció llevar el tema al Congreso) y que, por eso, puede ser objeto de interpretación judicial y hasta llegar a perjudicar al efectivo que hubiese abierto el fuego sobre un delincuente.
La polémica dividió las aguas no solo en la oposición sino también en el oficialismo. El ministro de Justicia, Germán Garavano , que no goza de la simpatía de Carrió, buscó ubicarse en un término medio al acuñar el rótulo "mano justa" para diferenciarse del garantismo, siempre más dispuesto a defender los derechos de los que delinquen que de las víctimas, y de la mano dura que prefiere primero apretar el gatillo y después preguntar. La inclinación de la balanza hacia este último lado, puede producir hechos tan trágicos como el reciente asalto a dos bancos en la ciudad brasileña de Milagres en el que murieron seis asaltantes, pero también seis miembros de una familia.
En su arremetida mediática, tan funcional a la oposición, el rottweiler Carrió se encontró con un más frío doberman (Bullrich). Frente a frente, la primera bajó un cambio y la segunda se quedó en guardia, pero sin atacar.
Todo esto sucede en un país muy particular que puede recibir a todos los líderes planetarios de manera impecable pero que no sabe organizar una final de fútbol (como el superclásico River-Boca que hoy definirá el campeón de la Copa Libertadores , en Madrid) y en el que desde hace unos días un extravagante individuo, como escapado de un reality berreta, con rasgos psicópatas y perfil abusador, produce una enorme e inexplicable fascinación en buena parte de la TV argentina.
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