Rosario: una amenaza que rompe los límites
ROSARIO.-A las 8.45 de la mañana del lunes entró el primer mensaje a mi teléfono. “Perdón que te joda un feriado… balearon canal 5″. El texto era mucho más largo y aportaba detalles de quién podría haber tramado el supuesto ataque. La fuente era confiable, pero en esta ciudad se sospecha hasta de los helechos. Era un informante que conoce de cerca el mundo narco y pocas veces se equivoca. Yo no estaba en Rosario, pero decidí hacer una serie de llamados para chequear la información. También consulté con otros colegas y por lo menos dos funcionarios se enteraron de que esa información estaba dando vueltas aquella mañana. La conclusión: no se había producido ningún ataque a balazos contra la sede de Telefé Noticias, ubicada a dos cuadras del Monumento a la Bandera. “No hay ningún atentado”, respondí cerca de las 9.30. La fuente aclaró que habían atrapado a uno de los soldaditos narco, cuando iba a atentar contra el canal, y que otro estaba escondido en un Fonavi. Por ese motivo, según él, no se había concretado el ataque. También decía que esta banda narco había pagado a la policía la liberación del sicario.
Al otro día, el martes cerca de las 8 de la mañana, apareció un cartel de tela colgado en el ingreso a Telefé Noticias, que decía: “A todos los medios de Rosario… dejen de ensuciar y condenar a los pibes con la lengua porque vamos a matar periodistas. Con la mafia no se jode”. La amenaza era clara y directa contra todos los periodistas. La “fuente”, que tiene la extraña capacidad de predecir lo que va a ocurrir en el mundo criminal, no se había equivocado el lunes. El fin de semana largo se había gestado una estrategia para amenazar a los periodistas y los medios. El plan inicial era balear el canal. El plan B incluía dejar el mensaje para infundir terror: “Vamos a matar periodistas”. El cartel provocó lo que buscaba: irradió un temor profundo.
En Rosario las amenazas se cumplen, tarde o temprano. Con ese cartel los periodistas quedaron en la mira, y fueron arrastrados a ese barro del mundo criminal donde mandan la sangre y la muerte sin metáforas. El temor nunca aparece infundado en esta ciudad. En la última década fueron asesinadas más de 2300 personas. Rosario no solo tiene una tasa de homicidios que triplica la media nacional, sino una estructura institucional que está perforada por el crimen organizado. Policías, fiscales, funcionarios, legisladores y empresarios, según detectaron causas judiciales, trabajan o son cómplices de ese mundo oscuro.
Las balas marcan la agenda informativa desde hace tiempo en Rosario, una ciudad fragmentada, que posee una ubicación estratégica en la geografía productiva –de los puertos de la zona se exporta el 85 por ciento de los granos que cosecha la Argentina– y los periodistas, por el rol que tienen, deben exponer la grave situación de violencia, muchas veces con un alto riesgo. Hasta ahora los narcos aprovechaban ser los protagonistas de las noticias, porque la exposición en las redes y los medios les servía para ascender en la carrera criminal. La violencia es un negocio que se nutre del miedo. Para que el terror penetre se debe conocer.
“Muchas veces se mata a la hora de los noticieros”, ensayó hace unos días un fiscal. En Rosario el periodismo investigó tramas ásperas, antes de que los protagonistas de la geografía narco fueran condenados y perseguidos por la Justicia. Porque era necesario revelar y explicar por qué la violencia irradió de manera tan intensa en esta ciudad, donde parte de la clase política se acuarteló para defenderse bajo el eslogan de la estigmatización de Rosario, por temor y por complicidad. Contra los primeros que reaccionó la banda de Los Monos fue contra los periodistas, después comenzaron a disparar contra los edificios judiciales y las residencias de magistrados.
En el canal donde apareció la amenaza analizan comprar vehículos blindados para que los periodistas hagan su trabajo, se metan en zonas a las que la violencia extrema convirtió en un territorio de guerra informal. El gobierno de Santa Fe anunció que los cronistas van a ir acompañados por policías a registrar situaciones de peligro. El periodista se transformó en un enemigo más de los grupos criminales. Esta situación no sorprende, hasta parece lógica en este contexto, pero el problema que aparece en Rosario es que desde hace tiempo los límites se rompieron y cualquiera puede transformarse en un blanco, como los empresarios que pagan el llamado “impuesto narco” para vivir en paz.
Un juez federal desgranó esta compleja situación con una metáfora nada poética: “Estamos en la primera temporada de una serie de Netflix en la que no sabemos en qué capítulo van a matar a un juez, a un fiscal o a un periodista”.