Roma rinde homenaje a Arcimboldo, maestro del juego y la ironía
El Palazzo Barberini logró reunir por primera vez en una muestra veinte capolavori del artista milanés
ROMA.- Ajos, peras, choclos, cerezas, espigas de maíz, frambuesas, duraznos, zapallitos, arvejas, tomates, ciruelas, berenjenas, zanahorias, papas y más... Todo eso hay en una de las bizarras “cabezas compuestas” del genial Arcimboldo -Giuseppe Arcimboldi (1526-1593)-, maestro del juego y la ironía del arte italiano, celebrado por una fantástica muestra en Palazzo Barberini de esta capital.
Curada por Sylvia Ferino-Pagden, una de las mayores expertas en Archimboldo, esta exhibición es considerada excepcional. Es la primera vez que logran reunirse veinte capolavori del artista milanés, famoso en todo el mundo por sus “cabezas compuestas” de frutas y verduras -pero también de pescados, animales y otros elementos-, cuya obra se encuentra dispersa en diversos museos del mundo.
“De las aproximadamente treinta "cabezas compuestas" que hizo durante su vida Arcimboldo, un pintor italianísmo, sólo una se encuentra en Italia, en un museo de Cremona (ciudad del norte)”, dijo a LA NACION Niccoló Sponzilli, organizador de la muestra Arcimboldo, que se exhibe hasta el 11 de febrero.
Arcimboldo aprendió el oficio de su padre, también pintor,en una ciudad de Milán marcada por la escuela de Leonardo da Vinci y sus seguidores. Como les sucede hoy a los jóvenes italianos que en Italia no encuentran trabajo, también Arcimboldo debió emigrar de su tierra para realizarse y triunfar. Como explicó Sponzilli, las famosas “cabezas compuestas” que empezó a pintar en Milán comenzaron a ponerse de moda sólo cuando se trasladó a trabajar en la corte imperial de los Habsburgo, en Viena y Praga.
Allí no sólo pintó refinadísimos retratos de las damas de la corte –que también puede admirarse en la muestra-, sino que hizo furor con su serie de “cabezas compuestas”. Éstas representan las cuatro estaciones –invierno, primavera, verano, otoño-, pensadas por el artista para ir acompañadas por los cuatro elementos: agua, aire, fuego, tierra.
“Arcimboldo fue muy apreciado por las cortes de los Habsburgo de Viena y Praga. Estando al servicio de Fedrinando I, Maximiliano II y Rodolfo II, hasta ganó el título nobiliario, rarísimo para los artistas, de ‘conde palatino’ -contó Sponzilli-. Tanto gustaban sus cabezas compuestas, que el emperador le pedía a Arcimboldo réplicas para mandar luego de regalo.”
Aunque Arcimboldo se convirtió en uno de los protagonistas del manierismo –estilo artístico del Renacimiento tardío, caracterizado por su refinamiento y artificiosidad-, Sponzelli destacó que el pintor conservó, de todos modos, una fuerte impronta de la tradición “leonardesca”. “Estuvo impregnado por un gusto por las caricaturas de los oficios de esa época y, al mismo tiempo, por la pasión por un estudio minucioso y preciso de la naturaleza. Por eso sorprendió con invenciones fantásticas, pero también por su atención al costado científico”, indicó.
Todo eso puede admirarse en la muestra, que incluye pinturas “ridículas” –donde representa con ironía al “jurista” o al “bibliotecario”(una pintura que parece moderna, en verdad)- y dos sorprendentes “cabezas reversibles”. Se trata de naturalezas muertas de refinada ambigüedad visiva, que si se rotan de 180 grados asumen una imagen totalmente distinta: gracias a un espejo muy bien colocado debajo del óleo, el visitante puede ver tanto un plato de verduras, por un lado, como a un vendedor de hortalizas, en un caso; y un plato de asado de un lado y a un cocinero, del otro.
Arcimboldo, que también fue poeta y filósofo, fue mucho más que el genial artistas de las frutas y las verduras. Ecléctico, también fue un gran dibujante, como puede verse en un autorretrato. También realizó algunas de las ventanas de cristal de la catedral de Milán, modelos de estupendos tapices, así como ilustraciones para libros de estudio de la naturaleza, como puede admirarse en la muestra, que incluye objetos de la época.
“Arcimboldo fue un pintor ya conocido y apreciado en su tiempo, que cayó en el olvido en el 1700 y 1800. Fue rescatado en los primeros años del siglo XX por los surrealistas”, recordó Sponzilli. Desde entonces, agregó, sus “cabezas compuestas” fueron utlizadas no sólo en famosas publicidades sino también como un modo para enseñarle, a través del juego, el arte a los niños.