Rodney King, un muchacho sinuoso
Rodney King tenía 25 años cuando recibió la paliza de su vida. En la noche del 3 de marzo de 1991, un grupo de policías le rompió una pierna y varios huesos de la cara a fuerza de patadas y bastonazos. El video de George Holliday convirtió a King en un símbolo internacional de abuso policial.
Hoy vive recluido en su casa de Altadena, en las afueras de Los Angeles, con su novia y sus dos hijas. Sus apariciones públicas se limitan a sus frecuentes encontronazos con la policía y sus peleas con sus abogados, a quienes acusa de haberle birlado gran parte de la recompensa de casi 4 millones de dólares que le pagó la ciudad de Los Angeles por daños y perjuicios.
Desde su casa maneja una productora de discos de rap y los fines de semana lleva a sus hijas a pasear a un parque público a pocas cuadras de allí, el Loma Alta Park, donde él pasó gran parte de su infancia.
A King nunca le cupo bien el sayo de víctima. De entrada, los medios no sabían cómo describir a este joven desempleado que venía de pasar un año en la cárcel por robo a mano armada. Entonces inventaron la frase: "El motorista negro Rodney King", que simplemente describía la circunstancia de que King estaba manejando su auto cuando los policías golpeadores intentaron detenerlo.
En el primer juicio, que terminó con la absolución de los cuatro policías, King no testificó, porque sus abogados pensaron que al jurado, blanco y conservador, no les resultaría un personaje simpático.
Cuando ese veredicto desencadenó una ola de violencia en Los Angeles, los abogados convencieron a King de grabar un mensaje por televisión para calmar los ánimos.
La frase que balbuceó King conmovió al país entero y fue un baldazo de agua fría que calmó a los más exaltados: "Este, no podríamos, no sé... ¿no podríamos llevarnos bien?".
Pocos meses después fue detenido con un travesti en la zona rosa de Los Angeles, después de embestir con su automóvil a un agente encubierto que quiso levantarle un acta de infracción. Debido al estado emocional de King, la fiscalía de la ciudad decidió no elevar cargos en su contra.
Desde entonces, fue detenido seis veces por distintas infracciones. En un caso fue condenado por manejar borracho. En otro caso se lo acusó de intentar atropellar a su ex esposa y en otro, por pegarle a sus hijas y a su novia.
Los defensores de King aseguran que la policía de Los Angeles no lo deja tranquilo y que lo vigila con celo exagerado. También dicen que King, que continúa recibiendo asistencia terapéutica, nunca pudo superar el trauma de la paliza y reacciona mal cada vez que se le acerca un uniformado.
Sus detractores aseguran que King nunca fue un ciudadano ejemplar y que ya mostraba conductas agresivas mucho antes de recibir la golpiza histórica.
Catorce meses después del primer juicio por la paliza, se realizó un segundo proceso, donde los cuatro policías fueron juzgados por violación de derechos civiles. Esa vez, King subió al estrado y causó una muy buena impresión. Cuando le preguntaron por qué insistía en levantarse cuando los policías, entre golpe y golpe, le gritaban que se quedara en el piso, King simplemente contestó: "Estaba tratando de evitar que me maten."
Los dos policías condenados en el segundo juicio pasaron 30 meses en la cárcel y después fueron dejados en libertad. Según el código penal estadounidense, el crimen por el que fueron condenados conllevaba una pena de por lo menos 70 meses, pero el juez la redujo a menos de la mitad. Uno de los condenados, el sargento Stacey Koon, aprovechó su reclusión para escribir un libro, Presumed guilty , algo así como "condenado de antemano".
Hoy, King no se lleva bien con sus abogados en ese juicio. Desde 1996 les inició querellas a cinco de ellos y perdió todas. Los abogados se quedaron con más de la mitad de la indemnización, además de cientos de miles de dólares que cobraron directamente de la ciudad de Los Angeles en concepto de honorarios regulados por el juez.
La Justicia falló que King había firmado papeles voluntariamente para cederles parte de la recompensa a sus letrados.
Mientras tanto, King fue tentado innumerables veces para prestar su nombre a una variedad de causas emparentadas con los derechos civiles. Casi siempre dijo que no.
Una sola vez, en 1996, aceptó hablar con un diario local acerca de un proyecto de presupuesto del Concejo Deliberante de Altadena, que proponía un recorte en sus partidas para parques públicos.
"A veces, el gobierno hace tantos recortes que te hace pensar que la plata ahorrada se gasta de otra forma cuando los jóvenes empiezan a tener problemas", explicó.
Después participó en una junta vecinal, donde habló de defender los espacios verdes de la ciudad y estampó su firma en un petitorio.
El Concejo Deliberante le hizo caso y suspendió el recorte presupuestario. Una semana más tarde, King era detenido por forcejear con su ex esposa.
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