Roberto Plate: elogio de la pintura
Una muestra antológica en el MNBA confirma la fidelidad del artista al acrílico y el pincel, además de registrar su experiencia con instalaciones, escenografía y performance
Algunas personas tienden a pronunciar "pleit", pero el apellido Plate es alemán, así que debe pronunciarse "plate" sin demasiadas vueltas. Corresponde a Roberto, un multifacético artista nacido en Buenos Aires en 1940, con una carrera europea que incluye escenografía, cinematografía, actuación y, sobre todo, pintura. Roberto Plate ha dejado una huella imborrable en la historia del arte argentino con una obra que prácticamente detonó el fin del Instituto Di Tella allá por la década de 1960. El Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) exhibe hasta el 27 de marzo Buenos Aires-París-Buenos Aires, una muestra de sus pinturas e instalaciones, curada por Raúl Santana.
EXCESO DE MÍMESIS
Plinio el Viejo contaba que el griego Zeuxis pintaba uvas tan perfectas que los pájaros se acercaban a picotearlas. Desde entonces –y hasta hoy en los círculos más conservadores– el arte occidental ha sido marcado por el triunfo de la mímesis (imitación de la naturaleza). En 1967 Plate presentó Los ascensores en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, una falsa construcción de puertas metálicas e indicador luminoso de pisos. En rigor era una especie de trompe-l’œil, una técnica pictórica muy usada en el Barroco que provocaba la ilusión de profundidad arquitectónica. Cuenta el artista que su padre fue a ver la muestra y no encontró la obra. Hoy, a casi cincuenta años, una historiadora despistada se quedó esperando el "ascensor" frente a la remake de la "obra". Es decir que sigue siendo tan efectiva como antaño. Como la ilusión se ha logrado no con pintura sino con objetos industriales, el exceso de mímesis volvió invisible la obra. Asociado con este trompe-l’œil hay algo muy recurrente en el arte contemporáneo: el humor. Frente a estas manifestaciones conceptuales, más de una vez alguien se paró frente al matafuegos del museo a ponderarlo como la mejor obra.
ENTRE LA CENSURA Y EL MINGITORIO AUSENTE
El año 1968 fue el del Mono para los chinos, el de la muerte de Marcel Duchamp, el de las revueltas estudiantiles de París y el de la masacre de Tlatelolco en México. En la Argentina, el gobierno de Juan Carlos Onganía prohibió un ballet de Béla Bartok, otro de Stravinsky, la ópera Bomarzo de Ginastera y Mujica Lainez, y la película Blow up de Antonioni. En ese año pasional, Plate participó de Experiencias ‘68 con un falso baño (carecía de artefactos sanitarios) de hombres y mujeres que servían para que el público hiciera en sus paredes anotaciones de todo tipo. Bastó un grafiti que injuriaba al presidente de facto para que se le iniciara juicio al director del instituto por atentar contra la moral y las buenas costumbres. Las fajas de clausura aparecieron rápidamente y los artistas solidarios retiraron sus obras en señal de protesta, destruyéndolas en la calle. La remake de Los baños en el MNBA se hizo con las puertas encadenadas y una faja de clausura, es decir, subrayando el acto heroico de ser censurado. ¿Qué hubiera pasado hoy, con una trayectoria democrática de treinta años, si Plate proponía las paredes blancas de un simulado baño público?
YO POR MÍ
Cuando el arte perdió su aura sagrada en el Renacimiento, el ego del artista se sentó en el trono de la pintura. Rembrandt, Frida Kahlo y tantos otros fueron inigualables en este género, que incluso tuvo ribetes conceptuales cuando el británico Keith Arnatt se fotografió con un cartel que indicaba "soy un verdadero artista" (1969). Al ingresar en la muestra del MNBA hay un pequeño autorretrato (Moi par moi, 2014), una pintura que sigue los parámetros de la otrora popular foto carnet blanco y negro. En la sala principal hay varios autorretratos más tradicionales; es decir, el pintor frente a su tela o a su modelo, u otros más audaces, como aquellos que priorizan la nuca o la espalda. El mejor es Muskil Gusha (2000), un gran acrílico de 180 x 200 con el pintor de mameluco azul visto desde un punto de vista muy alto y con el gesto que se hace para defenderse del resplandor solar, junto a sus tachos de pintura y una escalera de aluminio.
POLÍTICAMENTE INCORRECTO
En una sala se advierte que ciertas imágenes pueden herir la sensibilidad del espectador. De la calle al museo es una serie de pinturas que imitan publicidades de meretrices acompañadas de textos procaces ("medime el aceite", "te vas a perder esta cola"). Se inspira en los volantes que se pegan en cabinas telefónicas ya prácticamente en desuso, o incluso en los contenedores callejeros de basura. El interrogante es: ¿qué hiere la sensibilidad? ¿El desnudo femenino o la prostitución?
RETRATO DEL ACTO DE CREACIÓN
En 1961, el estadounidense Robert Morris presentó Caja con el sonido de su propia fabricación. A la vista del público era un sencillo cubo de madera que ocultaba un grabador que emitía dichos sonidos. En esta misma dirección, el tema central de la obra de Plate es el acto de creación y, específicamente, del quehacer pictórico. Una y otra vez pinta el pincel, el acrílico que sale del pomo, la tela, a sí mismo en el acto de pintar. Hace hincapié en el placer táctil de la pintura (una obra se llama Orgasmo) y en el misterio de la transformación del color en forma (otra se llama Alquimia). La mirada sobre la pintura llega a su clímax en la gran instalación recreada para esta muestra con un espejo de agua –que es literal, no metafórico: la superficie reflejante es agua con fondo oscuro– y un gran pincel que oficia de axis mundi; todo rodeado por decenas de cuadros de materia acrílica.