Roberto Lavagna: más que un bombero
Si en 2002 fue quien sacó al país de su peor crisis, el ministro de Economía demostró este año que es mucho más que un piloto de tormentas
Roberto Lavagna aceptó tomar la brasa de una economía que llevaba cuatro años en recesión, con el 10,4% mensual de inflación, el dólar al borde de los 4 pesos y un presidente, Eduardo Duhalde, que dudaba entre seguir los consejos económicos del procapitalista Carlos Melconian o los del más que heterodoxo Daniel Carbonetto. La suerte corrida por sus efímeros antecesores, Ricardo López Murphy, Domingo Cavallo y Jorge Remes Lenicov, auguraba una gestión igualmente fugaz.
Pocos habrán imaginado, en ese abril de 2002, que Lavagna se convirtiría, en poco tiempo, en una pieza clave para la transición política, a tal punto que su nombre sonaría con fuerza para la vicepresidencia y hasta para la presidencia de la Nación en el intenso verano de 2003. Sólo nueve meses después de tomar las riendas de la economía, en enero pasado, el ministro pudo anunciar el demoradísimo acuerdo corto con el Fondo Monetario Internacional y, lo más importante, el final de la recesión.
La desconfianza de propios --incluyendo la de Duhalde, al que el nombre de Lavagna le había sido sugerido por los gobernadores peronistas-- y extraños --colegas y empresarios, que lo veían como la opción "menos mala" en medio del caos social y económico-- se había transformado en respeto.
El jefe del Palacio de Hacienda demostró ser un muy buen piloto de tormenta y algo más: un hábil político de habla suave y pausada, pero filosa, que no se entrega ni a la depresión ni a la euforia, con un carácter firme y un estilo duro de negociación que lo hicieron fuerte desde una posición inicial de debilidad.
No sorprendió entonces que fuera la carta de triunfo ideada por el caudillo bonaerense para darle empuje al candidato justicialista al que finalmente apoyó, Néstor Kirchner. Al principio, el ministro sonó con fuerza como posible compañero de fórmula del político patagónico; finalmente se acordó que Lavagna se mantendría al frente de Economía más allá del cambio de gobierno, un hecho histórico en el país.
Así quedó sellada la convivencia entre los dos hombres con más poder en la Argentina actual, Kirchner y Lavagna. No fue fruto de la libre elección, sino de un pacto político alumbrado en los inciertos días de la transición entre la administración provisoria de Duhalde y la que surgiría de las urnas.
Para Kirchner, el jefe del Palacio de Hacienda era garantía de manejo económico racional y exitoso, además de una señal de certidumbre para calmar a la sociedad y a los mercados. Para Lavagna, economista, pero también un veterano político con aspiraciones, la continuidad era clave: sólo el tiempo permitiría afianzar su incipiente prestigio y cosechar los primeros datos económicos positivos a partir de lo que había sembrado en su gestión con Duhalde. Pasar a la historia como el bombero que había apagado el incendio era insuficiente de cara a un futuro en el que se imagina asumiendo responsabilidades aún más importantes.
Tras el triunfo de Kirchner, las diferencias de estilo y la eventual proyección política de Lavagna abrieron brechas en la relación entre ambos. El lugar que el ministro ganó como hombre fuerte de Duhalde, que le confió el manejo total de la economía, no es el mismo con el líder patagónico. El nombramiento de un hombre de máxima confianza presidencial, Julio De Vido, como ministro de Planificación Federal, con incidencia en temas que antes eran exclusivos de Economía, fue el primer signo claro de que las cosas serían distintas.
Más allá de este juego de equilibrio, es el propio Presidente el que irrumpe una y otra vez en el territorio natural de Lavagna. La manifestación más visible es la sinuosa relación con el FMI. El Presidente tiene una férrea convicción: la economía debe estar subordinada a la política y actuará en consecuencia cada vez que considere que algún resorte del poder escapa a su control.
Algunos se animan a comparar estos "problemas de cartel" con las disputas que alguna vez mantuvieron Carlos Menem y Domingo Cavallo por la "paternidad del modelo". Los rumores de ruptura reaparecen periódicamente y un eventual alejamiento del ministro de Economía despierta tanta ansiedad en vastos sectores de la sociedad como la que en aquel entonces generaba una posible salida de Cavallo. Los días por venir dirán si aquella historia puede repetirse.