Roberto Juarroz, el poeta que sondeó el misterio de lo real
Una muestra en la Biblioteca Nacional permite acceder al universo de lecturas, publicaciones y aportes a la bibliotecología del autor de Poesía vertical
En 2018, la familia del escritor, traductor, profesor y bibliotecólogo Roberto Juarroz donó a la Biblioteca Nacional Mariano Moreno (BNMM) la colección del autor de Poesía vertical que, además de miles de libros, incluía cartas, manuscritos, tarjetas postales, apuntes y mapas. De esa galaxia textual, Andrés Boiero y Javier Planas, que trabajan respectivamente en el Departamento de Desarrollo de Colecciones y en el Departamento de Investigaciones de la BNMM, seleccionaron el material que orbita en Saltos verticales: Roberto Juarroz entre nosotros, muestra que se exhibe en la Sala María Elena Walsh de la institución hasta marzo de 2020. Como la casa de Temperley en que Juarroz vivió con su compañera de toda la vida, la profesora y especialista en literatura inglesa Laura Cerrato, había sufrido un incendio décadas atrás, algunos ejemplares de libros y de la revista Poesía=Poesía (que Juarroz codirigió con Mario Morales de 1958 a 1965) conservaban aún rastros de cenizas. El Departamento de Conservación Preventiva de la BNMM realizó un tratamiento especial para proteger esas piezas. No obstante, el fuego filosófico de su poesía sigue activo. La muestra tiene tres ejes: Juarroz como lector (de Charles Baudelaire, de Luis de Camoens, de Jorge Luis Borges); sus obras publicadas en la Argentina y en Francia, donde su producción fue y es muy valorada, y su aporte a la bibliotecología. Los dibujos y siluetas del escritor que se ven en la muestra son de Lautaro Parada. Se exhibe además, por gentileza de Cerrato, la pipa del poeta.
Respetado y conocido por su obra poética, que en gran parte se articuló a la manera de silogismos, Juarroz se destacó como bibliotecario y teórico de la bibliotecología. Nacido en Coronel Dorrego en 1925, se formó en la Universidad de Buenos Aires (donde trabajó como profesor por más de treinta años) y en la Sorbona, colaboró con instituciones internacionales, y dirigió el Departamento de Bibliotecología y Documentación de la UBA por varios años. En simultáneo, desarrolló una metódica pasión por la escritura que, a partir de la publicación de Poesía vertical, en 1958, evolucionó hacia un lenguaje que intentaba descifrar el misterio de lo real mediante una sutil desconfianza por las palabras. "Levantar el papel donde escribimos/ y revisar mejor debajo// Levantar cada palabra que encontramos/ y examinar mejor debajo// Levantar cada hombre/ y observar mejor debajo", recomienda uno de sus austeros poemas verticales. Concentrados, reflexivos, "metapoéticos" y paradójicos, los libros de Juarroz aparecieron hasta 1994, con la edición de Decimocuarta poesía vertical, siempre en el sello de su amigo Carlos Lohlé, donde también publicó su ensayo Poesía y realidad, y el libro de conversaciones con el poeta Guillermo Boido, Poesía y creación, donde se explicitan sus procedimientos, obsesiones e influencias. Hoy, lamentablemente, no circula edición alguna de esos libros.
"Como los surrealistas, Juarroz pretendía quizás un más allá de la razón, pero, a diferencia de ellos e incluso en dirección opuesta, sin abandonar nunca el uso de la razón -dice el poeta y traductor Rodolfo Alonso-. Lo que no mezquina sus riesgos y determina, voluntariamente o no, los límites de su aventura, siempre sobre el abismo que separa la prosa filosofante de la poesía realmente encarnada". En la obra poética de Juarroz, que murió en 1995, no se encuentran alusiones al agitado contexto sociopolítico nacional e internacional. En tono armonioso, su poesía "discute" con la poesía de la época y la filosofía. "Continuó martillando sin pausa la rugosa y refractaria realidad -sigue Alonso-, intentando otra dimensión que pueda ser la vía o la coartada de tanta angustia. Donde choca, cae y se alza una y otra vez, cual Sísifo. Aunque en sus textos se percibe una desconfianza visceral ante la vida ('fatal repetición de un sonido inexistente') y el lenguaje ('las palabras semejan alas disecadas'), se sublima o se aplaca una tercera salida". Alonso describe el sistema poético de Juarroz como tangencial, tal vez porque por contigüidad, síntesis o "contacto oscuro", como se lee en uno de sus poemas, se podía revelar el código de la realidad, un lenguaje que se rebelaría contra la abolición de los lenguajes. "Existe un alfabeto del silencio,/ pero no nos han enseñado a deletrearlo./ Sin embargo, la lectura del silencio es la única durable,/ tal vez más que el lector", aventuró Juarroz. Su poesía, elevada y cabal, ensaya ese intrépido salto de la lectura al silencio.