Roald Dahl, genio de lo macabro
Londres.- En 2020 se cumplirán treinta años de la muerte de Roald Dahl (Gales, 1916-1990), el autor de Matilda, Charlie y la fábrica de chocolate, Mi amigo el gigante, junto a otra quincena de títulos que enloquecen a los chicos de todos los idiomas y suelen darse en muchas escuelas a pesar de que su creador fue –y a veces sigue siendo– considerado políticamente bastante incorrecto. Para otros, su incomparable don narrativo reside, como dice Anthony Horowitz, en "encontrar al niño en el adulto y al adulto en el niño, y clavarle un cuchillo a los dos". No subestima a ninguno y los lectores lo agradecen.
De ahí tal vez el éxito de sus historias en el cine. Dahl fue el creador de Los Gremlins, que publicó en 1943; emprendió con Walt Disney una adaptación para la pantalla grande que no llegó a cuajar. Finalmente la historia se rodó basándose en otro guión. Netflix anunció que este año incluirá en su plataforma películas inspiradas en su obra (dirigidas por Steven Spielberg, Wes Anderson y Tim Burton), films que volvieron a sus personajes mucho más conocidos que su creador.
Dahl, sin embargo, no escribió solo para chicos. Publicó también sesenta cuentos magistrales para adultos. Los relatos conmovedores y poéticos de sus experiencias en la Segunda Guerra Mundial conviven con otras historias domésticas neogóticas, cínicas y descarnadas. Ahí están el de la mujer que mata, con una pata de cerdo congelada, al marido infiel para luego servírsela como cena a los policías que investigan el caso. Otra señora, muy de su casa, deja morir a su marido psicópata en un ascensor. Un hombre apuesta los dedos de las manos en el juego y otro compra a un mendigo porque tiene tatuada una obra de arte en la espalda. En otro, una joven pierde muchos hijos para terminar pariendo a Hitler.
Cuentos como esos le valieron el apodo de "Maestro de lo macabro". Vecino de Saki en el humor negro y la sátira social, la tragedia en Dahl es cómica, grotesca hasta la carcajada. Varios de sus relatos fueron llevados al cine por Hitchcock y otros muchos, filmados para el ciclo televisivo Tales of the Unexpected (1979-1988).
"La idea de hogar fue complicada para Roald", escribe Donald Sturrock en The Storyteller, la biografía autorizada de Dahl. "De algún modo siempre tuvo el espíritu de un extranjero, la psicología de un emigrado", continúa el biógrafo en el hotel Kensington de Londres, donde lo encontramos para esta charla.
Es que cuando Dahl, que nació en Gales, llegó a Inglaterra como pupilo debió sentirse doblemente extranjero: sus padres eran noruegos exiliados en Cardiff. Además de pasar las vacaciones cerca de Oslo y hablar la lengua de la familia, el futuro escritor recibió una fuerte influencia de las leyendas de origen nórdico que se mezclarían en su tierra natal con la mitología celta. Toda esa imaginería popular influiría en su obra para chicos y para grandes.
Durante la Segunda Guerra Mundial, luego de un accidente aéreo, Dahl fue trasladado a Washington donde, aparte de comenzar por casualidad su carrera literaria, espió a los norteamericanos para Churchill, se codeó con figuras políticas y artísticas de Estados Unidos (entre ellos, Roosevelt y Walt Disney) y se casó con una de las más codiciadas actrices de Hollywood, Patricia Neal. De ahí en más, Dahl pasaría varios años a dos orillas entre Inglaterra y Estados Unidos.
"Hubo quienes lo adoraron y quienes lo odiaron. Fue alguien ardiente, polémico y contradictorio, pero también entrañable, divertido y apasionado, como todas las personas geniales. Amaba a su familia y la naturaleza. Nunca dejó de ser un niño y por eso los entendía como nadie", dice Sturrock, que conoció a Dahl en 1985, con la misión de filmar una biopic para la BBC. Más tarde escribió la biografía y en 2016 –centenario del natalicio–, publicó la correspondencia entre el escritor y su madre: Love from Boy.
Amigo de Dahl y editor del mítico sello editorial Everyman Library, que dirige desde la azotea de un edificio londinense, David Campbell admite que al escritor "se lo juzgó por comentarios en los que se equivocó y de los que se arrepintió porque lo hicieron ver como antisemita. O decisiones que tomó con sus personajes que fueron interpretados como racistas o machistas. Igual es curioso que hablen de machismo cuando Roald se la pasó rodeado de mujeres a las que idolatraba: su madre, hermanas, esposas e hijas. Con cualquier autor es igual: no es la persona quien debe gustarnos, sino su obra".
En este aspecto, los distintos entrevistados para este retrato de Dahl (que incluye al director y a la archivista del Museo Roald Dahl) coinciden. Más allá de cuál pudo haber sido su actitud en la vida personal, su obra estudiada en detalle deja en claro que muchos de sus personajes femeninos, en los relatos para adultos, no solo suelen vengarse del maltrato masculino y salir victoriosas, sino que encontramos fuertes, inteligentes y adorables protagonistas mujeres en la obra infantil también. En todo caso, cuando Dahl se burla lo hace de las miserias humanas en general.
En Gales e Inglaterra
En un extremo de Cardiff, blanca y adusta se sostiene la iglesia noruega en la que Roald Dahl fue bautizado en 1916. Es hoy al mismo tiempo un austero centro de artes en el que se exhiben algunos objetos del autor. Una plaza de cemento, con el desencanto de la arquitectura moderna, ha sido rebautizada en su honor. De la estación central de Cardiff hay solo diez minutos en tren hasta la casa en Llandaff, donde una placa azul confirma que allí, en el número 32 de la calle Fairwater, nació el escritor.
En 1920 lo marcó la primera de las tragedias de su vida: la muerte de una de sus hermanas, de siete años, primero, y la del padre, poco después. Décadas más tarde, su propia hija de siete años fallecería, su hijo sufriría un fuerte accidente cerebral y una de sus esposas un ACV del que le costaría recuperarse. En parte por todas estas pérdidas extraordinarias, su obra para chicos está impregnada por el tema de la orfandad y por las familias monoparentales. Los protagonistas de Mi amigo el gigante, Las brujas, James y el durazno gigante son huérfanos. La familia de Matilda es tan nefasta que la nena termina eligiendo otra, mientras que en Danny, el campeón del mundo, el chico solo tiene al padre.
Desde las fábulas hasta Dickens, el gusto de la literatura sajona por el tópico de la orfandad debió influir también el imaginario de Dahl. Su viuda señala que las muertes de los amigos en la guerra pudieron contribuir a ese sentimiento, mientras que, según Sturrock, los años como pupilo en las escuelas que detestaba sirvieron para el retrato de infancias duras y solitarias, en las que el héroe es un optimista resiliente capaz de reencauzar su camino.
En el número 11 de Llandaff High Street, un edificio vacío, venido a menos, luce su placa desde que, en Boy, el libro de memorias infantiles, Dahl volvió legendario el sweet shop de Mrs. Pratchett, una horrible mujer que lo inspiró para personajes como Tronchatoro en Matilda.
La obra de Dahl se nutrió profusamente de los años escolares que pasó en Inglaterra. Completó la primaria en St. Peter’s School en Weston-super-Mare, justo frente a Gales, del lado inglés. Bastante más lejos, en Derbyshire, hizo la secundaria en Repton School. Algunos relatos dan cuenta de los años de martirio entre abusos de alumnos mayores, bullying y castigos físicos de los maestros. Los reportes académicos son desastrosos: "El alumno tiene por costumbre decir lo opuesto a lo que piensa", algo que luego constituirá un recurso en su estilo cargado de sarcasmo y juegos de palabras.
Dahl se negó a estudiar en la universidad; prefirió trabajar en la empresa Shell para que lo destinaran a lugares exóticos del mundo. Ese período y la guerra inspirarían sus primeros cuentos. Puede pensarse que Dahl fue también un foráneo en su propia literatura. Comenzó escribiendo relatos para adultos aunque, a medida que nacieron sus hijos, concibió historias para contárselas y la exorbitante fama de su obra infantil opacó aquellas colecciones.
Dahl pasó sus últimos 36 años en Great Missenden, un minúsculo pueblo agreste en Buckinghamshire, a casi una hora de Londres. La única razón por la que un viajero puede buscar acercarse al lugar es por las pistas que quedaron del escritor. Luego de fallecido en 1990, su segunda mujer, Felicity, cedió el material de su esposo para crear el Roald Dahl Museum.
Cerca del centro, puede visitarse el cementerio donde está enterrado. Las huellas de un gigante, impresas en el suelo, conducen hasta su tumba mientras el viento (o los pequeños Mimpins, nunca sabremos) sacude las ramas del bosque que utilizó como escenario de varias de sus historias. A pocos metros, se encuentra la biblioteca del pueblo donde el autor imaginó a la valiente Matilda, mientras que Sophie saluda desde el orfanato a todos los visitantes del museo, en la vereda de enfrente.
Como pasa con Harry Potter, las criaturas inventadas por Dahl se han convertido en un emblema de la cultura británica. Se las encuentra en cada rincón: en golosinas, en musicales que duran años en cartelera, en la diversidad de ediciones de sus libros. Y cada 13 de septiembre se celebra su nacimiento con actividades alusivas en todo el Reino Unido. Tal vez porque, como anota Quentin Blake, el magnífico ilustrador de la obra de Dahl para chicos, "Roald tenía una energía infinita; por eso cuando se fue pareció que se quedaba con nosotros para siempre".