Riquelme vs. Macri: la elección que se juega en la Justicia
La incertidumbre domina a una institución que, por el tamaño de su padrón, es casi equivalente a una provincia
- 5 minutos de lectura'
Juan Román Riquelme y Mauricio Macri solo tienen en común los colores. Lo único que los hermana son el azul y el amarillo. La semana que pasó refleja cómo ambos ni se ven ni se tutean; no se toleran. El expresidente se jacta de ser el dirigente más exitoso de la historia de Boca. El otro, un ídolo sin par, más cercano al corazón de los hinchas que cualquier otro. Uno habla de gestión; el otro, de identidad. Uno se cree experto de escritorio; el otro, el mesías que salvará al club de los capitales golondrina; de la privatización.
La Argentina actual parece acostumbrada a los procesos electorales con propuestas antagónicas. No existe el término medio. Todo es negro o blanco. Así como hace unos días el balotaje nacional enfrentó a Javier Milei con Sergio Massa, la contienda boquense, comparable a una provincia en padrón, mide dos modelos de club que no tienen un solo punto en común. Si uno (Riquelme) propone quedarse en la Bombonera actual e ir “casa por casa” para poder anexar más terreno y ampliar el estadio, el otro (Macri) habla de dos canchas, incluida una último modelo -Bombonera siglo XXI- que se construiría a pasos del templo xeneize. Si uno (Riquelme) tiene fotos con Sergio Massa y vive en Don Torcuato, el otro (Macri) firmó el acuerdo de gobernabilidad con Javier Milei, el presidente electo. Si uno (Riquelme) saca a relucir el millonario superávit del último ejercicio contable, el otro (Macri) piensa en aportes externos de capital para financiar la construcción del nuevo estadio. Y así, un juego de mil contrastes.
La última de esas diferencias llegó a los tribunales. Fue por la confección del padrón, una estrategia común en el fútbol argentino que suele funcionar para dilatar los comicios. Basta una inspección en los listados de los socios habilitados para votar para encontrar incongruencias. Puede pasar en Boca, River, Sacachispas o Yupanqui. Ningún club está exento de que en las nóminas de electores aparezcan personas ya fallecidas, por ejemplo. En el caso de Boca, los comicios pasaron dos veces por los tribunales. Primero, la Justicia resolvió la postergación del 2 al 3 de diciembre. De sábado a domingo, para permitir que los empadronados de religión judía pudieran ir a votar.
Boca club -o sea, Riquelme y Jorge Amor Ameal- protestó por la decisión a través de las redes sociales. Pero aceptó celebrar las elecciones el día propuesto. Es decir, hoy. Sin embargo, nadie acudirá a las urnas y las tres carpas preparadas para tal fin quedarán desiertas. El oficialismo dice que perderá millones por la decisión de la jueza Alejandra Abrevaya, quien dictó una medida cautelar que pone en suspenso los comicios. Hubo más de 13 mil nombres “observados” (el término técnico para indicar que están faltos de papeles). Sobrevino entonces una larguísima conciliación entre dos partes destinadas a no conciliar. La oposición quiere votar sin aquellos impugnados. El oficialismo pretendía que sufragaran todos. Por supuesto, no hubo acuerdo. Y comienza la semana próxima un laberinto judicial que, con una ráfaga -ni siquiera un viento- a favor podría volver a convocar a los socios a las urnas el próximo 17. Es eso o votar en marzo-abril de 2024.
Mientras tanto, Riquelme apuesta todas sus fichas a ese diferencial que sabe que tiene: el amor de los hinchas, ésos en los que todavía pervive su talento como futbolista, por más que sus últimas imágenes con la pelota y la camiseta xeneize daten de junio de 2014. Hace casi una década. A ellos, que lo siguen con una reverencia casi mística, es imposible pedirles que separen al deportista del gestor; el número 10 del dirigente. Riquelme será siempre Román. En la función que sea.
Sin embargo, al ídolo le jugaron una mala pasada el calendario y el andar del equipo. La final de la Copa Libertadores en Río de Janeiro, perdida en el alargue ante Fluminense, hizo que Boca tuviera sus venas abiertas. Un puñado de días después, y con el resultado todavía fresco, Macri decidió postularse como vicepresidente. Hasta esa derrota deportiva, Riquelme estaba seguro de que ganaría la contienda caminando. Habló de “95 a 5″. Le siguieron la derrota en las semifinales de la Copa Argentina a manos de Estudiantes, la no clasificación a los cuartos de final de la Copa de la Liga y la certeza de que en 2024 no habrá Copa Libertadores, sino Sudamericana, el segundo torneo sudamericano en importancia. Además, renunció Jorge Almirón, el DT elegido por Riquelme.
El socio de Boca no pudo emitir un solo voto, pero la contienda electoral se juega desde hace más de un mes. Serán los tiempos judiciales los que definan cuándo y cómo se vota. Riquelme tiene clarísimo por dónde librar su batalla: codo a codo con los hinchas. Hoy los acompañará en la Bombonera. Muchos de ellos lo hubieran votado. Él está seguro de que le hubiesen alcanzado esos votos para ganar. El partido entre Macri y Riquelme empezó hace rato. Nadie sabe cómo puede terminar.