Rincones del Estado en los que no parece haber ganado Milei
Con el accidente, Trenes Argentinos entró en el radar de la discusión pública; arrastra deudas millonarias con los proveedores y su management estuvo hasta hace poco identificado con Massa
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Varias de las dudas que el mercado financiero tiene desde hace un mes para aceptar el programa de Milei parten de un malentendido: operadores que daban por sentado un rumbo hacia la ortodoxia inmediata desconocen ahora cuáles serán los próximos pasos del Gobierno y, principalmente, en qué momento pretende darlos. Es más que nada una cuestión de timing. Luis Caputo, ministro de Economía, ve en ese desencuentro una virtud. Ha dicho que si anticipara, por ejemplo, la salida del cepo, alentaría a los ahorristas a cubrirse y eso repercutiría en las cotizaciones. Esta ambigüedad deliberada responde probablemente a su condición de trader, para quien lo decisivo es la información que el resto no tiene.
Pero los agentes económicos piensan al revés. Quieren conocer el modelo y sus plazos. Por eso el diálogo con el Gobierno se vuelve a veces contrapunto y se advierte en el riesgo país. ¿Vendrá efectivamente el fin de las restricciones cambiarias cuando converjan, como prometió el Presidente, el crawling peg y la inflación? ¿De ese proceso se saldrá con tipo de cambio fijo o flotante? ¿Durante cuánto tiempo se usarán reservas del Banco Central para atenuar el valor del dólar y en qué medida eso compromete el pago de la deuda? ¿Se irá a una dolarización clásica o a una competencia de monedas? ¿Lo tiene ya claro el Gobierno o lo decidirá en su momento?
Por ahora, lo incierto parece estar solo de un lado. Milei no se muestra preocupado y tampoco Caputo, que consiguió con el Presidente un nivel de identificación que llama la atención de quienes lo conocen. En privado, por ejemplo, el ministro suele destacarle a Milei su condición de líder: si lo definía a principios de año como uno de los cinco más relevantes del mundo, acaba de acortar esa lista a tres. Hay que entender esta relación bajo coincidencias de fondo y método. No bien aceptó en noviembre sumarse al gobierno, Caputo aspiraba en realidad a conducir el Banco Central, pero tenía en la cabeza una reducción de 5 puntos del PBI que pocos aspirantes al Ministerio de Economía consideraban viable. Por eso su destino fue finalmente el Palacio de Hacienda y, a cambio, propuso a Santiago Bausili para el Central.
Objetada por vulnerar la independencia del Banco Central, la fórmula viene siendo sin embargo eficaz. Su resultado es un equilibrio fiscal que celebran o al menos toleran incluso empresarios directamente afectados por el ajuste, como los de la obra pública, o generadores eléctricos a quienes tampoco se les reconoce el 100% de sus costos, una responsabilidad que el ministro traslada últimamente a provincias que no han otorgado aumentos de tarifas. “Díganle a Mindlin que le reclame a Kicillof”, lo oyeron decir.
Cumplido el objetivo fiscal, la incógnita pasó ahora a lo que Caputo llama segunda fase. Dicen que ni siquiera Macri, con quien el ministro habla seguido por WhatsApp, está del todo convencido del éxito de la estrategia cambiaria. Habrá que prestar atención a lo que diga pasado mañana, cuando asuma como presidente de Pro.
Quienes lo tratan afirman que Macri respaldará, sin embargo, el rumbo y que hasta es probable que corra a Milei por derecha: que lo aliente a apurar medidas que no fueron posibles entre 2015 y 2019 y que acaban de caer en manos de Sturzenegger. Privatizaciones, reformas, cierres, despidos. El expresidente se hace, sin embargo, preguntas similares a las del mercado. No cree demasiado en la capacidad de ejecución del Gobierno y tampoco lo convence todo el organigrama. No entiende, por ejemplo, cómo vastas áreas del Estado siguen en poder de Massa o el kirchnerismo.
Lo que Macri critica es, en realidad, la parte menos visible de la administración de Milei. Aquella a la que, por falta de estructura partidaria o interés o compromisos contraídos durante la campaña, el líder libertario ha decidido prestarle menos atención, y donde la ambigüedad no parece, como en el plan económico, deliberada. La Aduana, la AFIP, Aerolíneas, Aguas Argentinas, Trenes Argentinos: dependencias en las que un error se paga caro.
No pasó hasta ahora. Pero el Gobierno ya tuvo señales de alerta. El choque de trenes del 10 de mayo, por ejemplo, pareció un aviso de la Providencia. ¿Qué habría pasado si la formación vacía que fue embestida hubiera llevado también pasajeros? “Schiavi fue preso y en Once había solo una concesión”, razonó un proveedor ferroviario. El accidente expuso la falta de inversión y obligó al Gobierno a declarar la emergencia del sector, por la cual le destinará 350.000 millones de pesos este año.
Pero las emergencias se ocupan del presente y del futuro, no del pasado. Y Trenes Argentinos, que entró con el accidente en el radar de la discusión pública, arrastra deudas millonarias con unos 700 proveedores tanto o más impacientes que Wall Street. Una mora explosiva que acumula al menos 9 meses y que convive con lo de siempre sobre las vías: problemas operativos, internas y hasta falta de transparencia en algunos procesos.
Probablemente todo termine de explotar pasado mañana, cuando el directorio le pida, como se anunció esta semana, la renuncia a Adrián Luque, presidente de Sofse, la administradora de la compañía. Los motivos de la decisión no están claros, pero empezaron a vislumbrarse en las últimas dos semanas. Inciden intereses múltiples. No hay que olvidar que el management de Trenes Argentinos estuvo hasta hace pocos meses identificado con Massa y que ahora dice seguir lineamientos del área de Santiago Caputo.
Algunos de estos tironeos derivaron en determinaciones relevantes. Se postergó sin fecha, por ejemplo, una licitación para 68 locales comerciales en las estaciones de los ramales Mitre, Roca, San Martín y Sarmiento que debía hacerse el 1° de julio. Se resolvió después de que trascendieron inconsistencias que van desde lo irrisorio de los cánones –muy inferiores al alquiler de un monoambiente en la ciudad de Buenos Aires– hasta las dificultades que algunos interesados tienen para conocer las condiciones del pliego. Son concursos que a veces ni se publican y a los que accede un puñado de contratistas atentos y de buena relación con Fabián Carballo, un hombre de negocios que apuntaló varias campañas del Frente Renovador y que suele moverse dentro de la empresa casi como funcionario.
Cada vez que se lo preguntan, Carballo contesta que su único interés es aportar experiencia para ayudar a quien hasta hace pocos días era su amigo, Luque, del que ahora ha quedado distanciado. Consultado por este diario, Luque tampoco explicó los motivos. Lo que se sabe hasta ahora es que la desconfianza explotó una semana después de aquella licitación cancelada y cuando varios proveedores acrecentaban sus quejas por deudas impagas.
En la lista de espera hay grandes y chicos. Constructoras como Dycasa o Criba, empresas de seguridad o de software como Datco. La mayor parte de ellas reclamó por carta. La más ruidosa fue la de Motorola, encargada de un servicio fundamental: el VHF para comunicaciones y señalización. Varios llegaron a plantearlo este mes ante directivos del Macro, el banco que les presta fondos para operar. Muchas de las facturas contra las que se dio el crédito ya pasaron el plazo de vencimiento, 60 días. Imposible devolver nada, dijeron los contratistas ante el apuro del acreedor, si el Gobierno no paga.
El malestar de los proveedores, que no se circunscribe solo a la mora, sino también a condiciones que Trenes Argentinos agregó últimamente para los contratos y la certificación de deuda de cada uno, llegó enseguida a la Jefatura de Gabinete, desde donde se ordenó al directorio poner las cosas en orden. Se resolvió entonces pedirles la renuncia esta semana al gerente general administrativo, Jorge Adrián Álvarez Holmberg, que está de vacaciones, y a Luque. Álvarez Holmberg llega de ese viaje este fin de semana y probablemente se encuentre formalmente con el despido pasado mañana. A Luque, en cambio, quien le dio la noticia fue el propio Carballo.
Hasta ayer, el presidente de la empresa se negaba a irse. Dicen que, después de la de su examigo, recibió una llamada de Franco Mogetta, secretario de Transporte, y que también rechazó la orden. No solo eso: fue a la Casa Rosada con la intención de hablar con Santiago Caputo y tampoco lo consiguió. Anteayer Luque volvió a discutir con Carballo por teléfono y a los gritos. “Yo me voy, pero no voy a ser el único”, lo oyeron decir. ¿Mantendrá la pretensión ante el directorio?
Son conflictos con los que se encontrará Sturzenegger, el ministro de la transformación. Rincones del Estado en los que no parece haber ganado Milei. Y que exponen al Presidente ante otra prueba, no menos exigente y riesgosa que la del mercado: la de 400 millones de pasajeros que todos los años suben y bajan del andén.