Riachuelo: el río que se contaminó solo
En su libro El medio ambiente no le importa a nadie (Planeta) Sergio Federovisky atribuye la escandalosa historia ambiental de nuestro país a la desidia estatal, pero también al hecho de que la preservación ecológica es un mero subproducto de las políticas económicas
Fue el Riachuelo de los navíos, primero, cuando era el fondeadero por excelencia de los barcos que ingresaban en la Santa María de los Buenos Ayres, allá por el 1600. Fue el Riachuelo de las barracas, después, cuando el virrey Arredondo, durante una epidemia de viruela, dispuso que la cuarentena de los negros se hiciera lejos del Río de la Plata donde se bañaban los hidalgos y los criollos. Es el Riachuelo, a secas. Es esa cinta de tinta china negra que dio letra a varios tangos, que es cruzada diariamente por un millón de personas, que hidrológicamente algunos todavía consideran río y sanitariamente todos consideran cloaca. Es ese acompañante silencioso cuya desembocadura bautizó al club de fútbol más popular del país. Es el doque, la isla Maciel, Barracas, Pompeya y más allá. Es el curso de agua más contaminado del mundo.
Marzo de 1987. Lo que inicia este capítulo es el primer párrafo de una nota que escribí en la desaparecida revista Crisis . El artículo terminaba aseverando que "casi cien años se invirtieron para que todos consideremos que el Riachuelo es ´así , que no tiene arreglo ".
En realidad, se sabe, se han invertido mucho más de cien años. [...]
Ya desde la época de la Colonia, Buenos Aires admitía al Riachuelo como el desagote natural del metabolismo ciudadano. [...]
La etapa de mediados del siglo XIX es descripta por Antonio Brailovsky como la primera muerte del Riachuelo, y destaca como asesinos a los saladeros, tal como lo reseñaba Hudson. [...]
La llegada del nuevo siglo, con el advenimiento de la industria, devolvió al Riachuelo a su función original -desagote de los desperdicios del metabolismo ciudadano-, a la que se adicionó, con las características de la modernidad, el dispositivo del puerto, que siempre había sido su perfil pero que añadía ahora la voracidad contaminante del petróleo. Y el Riachuelo, adaptado otra vez a su actividad específica, recuperó su estatus de río más contaminado del mundo.
De todos modos, había una diferencia crucial. Así como la materia orgánica había dejado al río sin oxígeno, los desechos industriales directamente lo envenenaron: la contaminación pasó a ser mayoritariamente inorgánica, con lo que la amenaza era superior y la posibilidad de una eventual recuperación espontánea pasaba a ubicarse en el plano de la utopía. De allí hasta el día de hoy, se inicia una catarata de denuncias, comentarios, estudios, informes, comisiones y todo tipo de ocupaciones respecto del Riachuelo. Siendo sinceros, no puede decirse que el Estado no se haya ocupado de él; lo que hay que decir es que la historia contemporánea de este río desnuda como ninguna otra cosa la inmensa inoperancia de ese mismo Estado, o la decisión de que el destino del Riachuelo sea el que todos comprobamos cuando lo cruzamos y nos tapamos la nariz, aun cuando generaciones de políticos se desgañiten diciendo lo contrario.
Sólo por citar el pasado más próximo:
-En octubre de 1973, bajo la férula de la Dirección General de Investigación y Desarrollo del Ministerio de Defensa, se publicó el Programa de soluciones de la cuenca río Matanza-Riachuelo. Es muy poético su prefacio: Desde la época de la Gran Aldea, el vuelco de los líquidos residuales al Riachuelo de las Barracas preocupó a las autoridades, las que advertían ya entonces un proceso de afectación de las condiciones del curso hídrico. Hoy, en la época de la Gran Metrópolis, el problema subsiste significativamente incrementado, alcanzando las aguas un grado de deterioro alarmante, extendido en su acción a la ribera del Río de la Plata. El presente trabajo responde a la necesidad de reconocer el problema de la polución y delinear un programa de soluciones para actuar ante el mismo.
-En 1984, el Gabinete Riachuelo, que tenía la coordinación general de todas las jurisdicciones que aportaban (problemas) a la cuenca, publicó el Plan Director de la cuenca Matanza-Riachuelo, " la respuesta para resolver la problemática de la contaminación hídrica existente", sostenía sin ningún pudor la introducción al proyecto.
-En 1993, María Julia capturó las tapas de los diarios con la presunta promesa de los "mil días". Más allá de si mencionó o no esa famosa frase, lo cierto es que se presentó en enero de ese año como un proyecto que terminaría con la vergüenza que significaba el estado del río.
-En 2006, como resultado de un fallo de la Corte Suprema de Justicia que entiende que el Estado está incumpliendo con el artículo 41 de la Constitución que consagra el derecho a un ambiente sano, el Estado nacional debió presentar un proyecto de saneamiento que no estaba en su agenda. La Corte tomó esta decisión como respuesta a una denuncia penal presentada por la Asociación de Vecinos de La Boca.
Lo cierto es que con estos antecedentes, el Riachuelo es un ejemplo cabal de la ausencia de la cuestión ambiental en la agenda de soluciones previstas (si es que tal agenda existe).
Tecnológicamente no hay misterios. Existen antecedentes -el Támesis es el más citado- de cursos de agua putrefactos devueltos a su condición de ríos. En tiempos en que la tecnología del agua es capaz de volver potable el agua de mar, recuperar un río contaminado no presenta escollos. Un informe de la Defensoría del Pueblo de la Nación (por citar apenas el más cercano en el tiempo) indica que más de 3.000 empresas vuelcan sus desechos de manera no ilegal (es decir, con conocimiento de la autoridad correspondiente) a la cuenca Matanza-Riachuelo, aunque sin ningún tratamiento. Ante un pedido del defensor del pueblo, la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación respondió que " comparte la preocupación [ ] ante la crítica situación ambiental de la cuenca" y que cuenta con un listado de las empresas anotadas en el registro de contaminantes, donde consta una declaración jurada de cada una. Casi la opinión de un observador y no de quien, como en esa misma nota se admitía, ostenta el poder de policía sobre los efluentes industriales.
Metodológicamente no hay secretos. Cualquier consultado dirá que es una obviedad que para limpiar un río contaminado y hacer eficaz esa limpieza lo primero es detener las fuentes contaminantes. Anunciar un plan de saneamiento del Matanza-Riachuelo y confiar en la veracidad de la declaración jurada de las empresas que lo habitan es, por decir poco, un infantilismo.
Jurisdiccionalmente está todo escrito. Una megaexcusa para explicar la permanencia del Riachuelo en el podio de la podredumbre es la superposición de una veintena de jurisdicciones (sobre su agua, sus orillas, sus caños) entre municipios, provincia, ciudad, nación, empresas públicas, puerto, etcétera. Cualquier libro de descontaminación escrito en el último siglo indicará que para atacar la polución es necesaria una disciplina militar: un comité de cuenca donde uno mande y los demás obedezcan. Lo cierto es que la excusa (y la constitución del comité de cuenca) se arrastra por décadas. Pero, igualmente, allí aparece el Reconquista para recordarnos que sin superposición jurisdiccional, transitando sólo el territorio bonaerense, también es posible tener un río hipercontaminado. De hecho, se acaba de citar párrafos arriba la existencia de un Gabinete Riachuelo que tenía las prerrogativas de Comité de Cuenca y sin embargo no pudo avanzar una pulgada. Mientras se terminaba este libro se produjo un avance inédito: se aprobó por ley la creación de una autoridad de cuenca en cabeza de la Secretaría de Medio Ambiente.
Legislativamente no hay trabas. Solamente cumpliendo alguna de las decenas de leyes sobre envenenamiento de aguas apiladas por decenios, más de cuatro ("empresarios", "funcionarios", "inspectores") deberían estar presos. Socialmente no hay vergüenza. El 55 por ciento de los habitantes de la cuenca carece de cloaca, lo que lleva sus desperdicios -por vía directa o por perversa ósmosis a través de pozos ciegos- al Matanza-Riachuelo. Y donde hay cloacas, la mayoría de los catorce municipios del conurbano que se asientan en sus márgenes descargan "legalmente" pero sin tratamiento previo sus contenidos al río.
Empresarialmente no hay compromiso. El episodio más siniestro en ese sentido se produjo en el salón de actos del Palacio de Tribunales, donde en agosto de 2006 la Corte Suprema convocó a una audiencia pública para resolver el destino del Riachuelo, luego de hacer lugar a la demanda de los vecinos de La Boca acerca del derecho al ambiente sano que se les había conculcado. La Corte había conminado a cuarenta y cuatro empresas (las más grandes y contaminantes de la cuenca, la mayor parte de ellas multinacionales) a que se presentaran con dos papeles: un estudio de impacto ambiental de su actividad y una declaración jurada respecto de la calidad de los efluentes que arrojan al curso de agua de la cuenca Matanza-Riachuelo. La inmensa mayoría pidió prórroga o miró hacia otro lado. Otras tantas se acogieron a contestar por escrito. Y apenas seis, que a priori se las creía valientes por esa actitud, pusieron la cara para exponer sus verdades. Todas negaron al unísono tener vinculación alguna con el estado de la cuenca. Todas negaron que sus efluentes fueran contaminantes y, en algunos casos, hasta negaron tener efluentes. Todas pusieron de relieve no sólo su inocencia, sino su condición de militantes de la causa ecologista y su compromiso con un mundo mejor, un ambiente sano y una niñez feliz. El juez de la Corte Ricardo Lorenzetti los detuvo en un determinado momento y espetó: "Escuchando a estas empresas tengo la convicción de que el Riachuelo se contaminó solo".
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