Revoluciones emprendedoras
Cómo cambiar la mentalidad y perderle el miedo al fracaso
Hace unos meses, en el Centro de Convenciones de Moscú, mientras afuera miles de manifestantes con banderas celebraban la anexión de Crimea a Rusia, otros miles de funcionarios, investigadores y especialistas participamos, sin pancartas y protegidos del frío, del Congreso Global de Emprendedorismo. La experiencia fue extraordinaria por la riqueza y la vitalidad del congreso, que de a poco se está convirtiendo en una de las paradas principales del calendario de reuniones de negocios.
En el centro de convenciones, que estaba frente a las murallas del Kremlin y a la vuelta de la Plaza Roja, participantes de todo el mundo parecían coincidir en dos ideas fundamentales. La primera era que el emprendedorismo va a ser una pieza fundamental de la economía de este siglo. Gracias al avance (y al abaratamiento) de la tecnología, la facilidad para tercerizar servicios no esenciales y las nuevas culturas de colaboración impulsadas por Internet, muchos países están viviendo verdaderas revoluciones emprendedoras, creando cada vez más empleo y canalizando una porción creciente de la energía innovadora de sus comunidades.
Muchos países están viviendo verdaderas revoluciones emprendedoras, creando cada vez más empleo y canalizando una porción creciente de la energía innovadora de sus comunidades
Esta es una tendencia que está en ascenso y para la cual pocos ven un estancamiento o cambio de dirección. A pesar de que muchas empresas recién nacidas fallan y no logran sobrevivir a las demandas del mercado global, lo más probable es que en su conjunto estas empresas pequeñas y ágiles, con mucho valor agregado, en la frontera tecnológica y con mirada internacional, ocupen un lugar cada vez más importante en las economías de sus países. Este potencial de crecimiento, entonces, ha subido el perfil del emprendedorismo en la agenda global, y el congreso de Moscú, al que se acercaron más de 7000 participantes de 150 países, es una buena muestra de ello.
La segunda idea que flotaba en el aire es que los gobiernos pueden hacer mucho por impulsar la cultura emprendedora. Especialmente los gobiernos de las ciudades, que son los que están más cerca del pulso y la respiración de sus habitantes. Para los gobiernos, estas empresas de la economía creativa, que son aquellas donde el insumo principal es el capital humano, son importantes por varias razones. La primera, la más obvia, es que contribuyen a hacer crecer la economía. Pero no sólo eso: también crean empleos de calidad y son, a menudo, centros de innovación y experimentación, cuyos resultados reverberan hacia otras industrias y otros sectores de sus comunidades reales y virtuales.
Los gobiernos pueden hacer mucho por impulsar la cultura emprendedora. Especialmente los gobiernos de las ciudades, que son los que están más cerca del pulso de sus habitantes
En Moscú notamos, también, la buena reputación de los emprendedores argentinos entre los especialistas del sector. Cuando nos preguntaban cuál era la característica principal de los emprendedores de nuestro país, que tienen fama de ser muy creativos, nosotros decíamos que además han mostrado ser resilientes, es decir, que han logrado mantenerse a flote a pesar de los cambios de dirección y las crisis recurrentes de la economía. El emprendedor argentino es, además de todas sus otras virtudes, un experto en supervivencia.
En Moscú prácticamente no se hablaba de otra cosa que de seguir adelante: cómo cambiar la mentalidad y perderle el miedo al fracaso, cómo crear reglas de juego claras y cómo fomentar redes de colaboración entre emprendedores y con el Estado. Los gobiernos deberemos tener imaginación, paciencia y capacidad para trabajar con otros. Casi como si fuéramos emprendedores.
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