Reseña. El brujo, de Álvaro Bisama
Autor de una abultada obra narrativa que en sus inicios abrevó en la literatura de clase b para luego ir decantando hacia un realismo estilizado y trepidante, Álvaro Bisama (Valparaíso, 1975) es uno de los autores chilenos más importantes de la generación posBolaño. El brujo, su sexta novela, es la primera publicada en Argentina y más que una puerta de entrada a las ficciones del autor funciona, por sus propios méritos, como un dispositivo de abducción.
"A veces me preguntan por mi padre y lo que hizo. En respuesta, yo cuento esto para explicar qué pasó con él," escribe el narrador al comienzo. La voz, delicadamente calibrada en su intensidad, hunde el escalpelo en la figura paterna, un fotógrafo que alcanzó cierta celebridad en los años ochenta cubriendo protestas contra la dictadura de Pinochet.
Articulado alrededor de la relación padre-hijo, la novela tiene algo de ajuste de cuentas, algo de retrato y otro poco de elegía. La fría perplejidad y la distancia que suscitan en el narrador el itinerario vital emprendido por su padre, que se va replegando sobre sí mismo hasta terminar en una suerte de exilio interior en el sur del país, se ven continuamente tironeados por el afecto filial y por la intriga, digna de un policial, que va tiñendo la trama y que llevan al hijo a internarse en un archipiélago austral.
"Cuando me preguntaban qué había pasado con mi padre, lo que no contaba era esto," se lee promediando el libro. La frase parte el texto en dos: resignifica todo lo anterior y vuelve a arrastrar al lector hacia otra dimensión, más espesa y siniestra, de la que ya no habrá retorno.
El brujo, Álvaro Bisama, Alfaguara, 224 páginas, $ 529