Retrato salvaje de un sacerdote del periodismo
No hubo medias tintas en el estilo visceral con el que Hunter S. Thompson bruñó los esplendores del nuevo periodismo desde que en enero de 1970 hizo su primera contribución con la revista Rolling Stone, una crónica del festival de Altamont en la que el sacerdote del periodismo gonzo mostró sus garras: mirada lúcida, estilo personalísimo y un manejo del lenguaje y del pulso narrativo que inauguró un modo de contar. Crónicas despiadadas, tensas, atiborradas de imágenes de un salvajismo iridiscente, un andamiaje narrativo con el que reflejó las convulsiones de los años 60 y 70. E. Jean Carroll, su biógrafa, entrega en Hunter. La vida salvaje de H. S. Thompson (Tusquets) un ejemplo de periodismo gonzo que pone las cosas en su lugar. Es un exultante retrato coral hecho de observaciones agudas y un humor chirriante de quien, para decirlo con el prologuista Juan Forn, "tiró un ácido en la ponchera de la realidad estadounidense, puso a todos a alucinar y les hizo ver en ese trip lisérgico que el American Dream era una pesadilla". La traducción de Elvio E. Gandolfo es impecable.