Retrato de un caudillo político
Sobre Alem, de Miguel Ángel de Marco
Con justeza, Miguel Ángel De Marco subtitula su obra sobre Leandro N. Alem Caudillo popular, profeta de la República y hace de entrada una caracterización exacta de su imagen actual: "Parece poco menos que ausente de la memoria colectiva [...]. En la versión acotada y a veces maniquea de nuestra historia que llega al gran público parece no existir espacio para aquel hombre valiente y desafortunado que clamaba por la pureza electoral".
La pesada herencia de haber sido hijo de un padre mazorquero le costó maltratos y burlas cuando ingresó en el colegio secundario privado de Lorenzo Jordana aunque, señala De Marco, allí se hizo amigo para toda la vida de Aristóbulo del Valle y Norberto Quirno Costa. El autor abandona pronto la historia personal del adolescente Leandro para dedicar largas páginas a los acontecimientos que ocurrían entre Buenos Aires y la Confederación, presidida por Justo José de Urquiza.
Cuando el relato retorna al joven Alem, revela que, al ingresar a los quince años en la Universidad de Buenos Aires para estudiar jurisprudencia, solía usar el apellido Alén y Ponce. En la adolescencia cultivó la poesía, generalmente dirigida a determinadas señoritas, pero con desastrosos resultados ("Al nacer por el Oriente
De luz rico tesoro/ Se ve a la noche, su lloro/ Derramar"). De modo que no se dedicó más a la poesía y se volcó a la lucha contra Buenos Aires. Pero el autor discute las versiones de algunos biógrafos (Álvaro Yunque entre ellos) que ubicaban a Alem en Cepeda, pues hacia las mismas fechas habría aprobado exámenes en la universidad. Sin documentos, la historia se convierte en especulación, es la lección de De Marco.
En el caso particular de Alem, dice el historiador: "… clamaba por la pureza electoral y no vacilaba en empuñar el revólver en su afán por imponerla aun por la fuerza". Vale decir que el hombre valiente y desafortunado podía andar tranquilamente a los tiros. Más adelante lo compara con Roca y Pellegrini, y lo deja en clara desventaja. Sobre el metódico y paciente Roca y el "calentón" Pellegrini, que poseía una mente organizada y claridad para prever, Alem aparece como "el más apto para poner el pecho a los entreveros" (en una palabra que De Marco no usa, un típico matón de época).
La posterior trayectoria política de Alem estuvo marcada por su pertenencia al Partido Autonomista durante algo más de dos décadas. Pero la integración de la provincia de Buenos Aires a la Nación lo llevó a renunciar a su banca de diputado. Según De Marco, esto lo enfrentó a una gran depresión anímica, pues sentía que se formaba el vacío a su alrededor y que, para colmo, la dirección del partido por Roca lo había cambiado profundamente. El Club del Progreso dejó de ser su segunda casa y el nefasto gobierno de Juárez Celman lo impulsó de nuevo a la acción política.
El gran mitin opositor en el Frontón Nacional convocó a 20 mil personas. Bartolomé Mitre, primer orador, defendió el derecho de reunión y sugirió que estaba a la vista un movimiento cívico-militar aunque insistió en su respeto por la Constitución. A continuación Alem fue proclamado presidente de la asamblea y se presentó al público como presidente de la Unión Cívica, con un discurso que De Marco califica de "metálico". La denominada "Revolución del 90" fue el impulso para lo que culminaría en la conformación de la Unión Cívica Radical. Le siguió un período plagado de conflictos que finalmente, el 30 de junio de 1896, llevaron a Alem a suicidarse mientras iba en un coche hacia el Club del Progreso.
De Marco señala un punto de gran importancia que marcó ciertas carencias del radicalismo: "Hubo cuestiones candentes que no formaron parte de las inquietudes principales de Alem. Por ejemplo, la inmigración extranjera, que sólo ocupa algunas líneas en su vasta labor parlamentaria, o la cuestión social traducida entonces en huelgas y otras expresiones de protesta". Menuda miopía política.
Alem
Por Miguel Ángel De Marco
Emecé
352 páginas
$ 285