Historias extremas. La hora de las novelas policiales salvajes
Las ficciones de Don Winslow dedicadas al narcotráfico y el último ciclo de James Ellroy, ubicado en Los Ángeles durante la Segunda Guerra Mundial, salen a la búsqueda de una Gran Novela Americana violenta y sin respiro
Raymond Chandler, creador de Philip Marlowe, expresó en una frase muy citada su admiración por Dashiell Hammett (Cosecha roja, La llave de cristal, entre otros libros) y lo que le había aportado de nuevo a la novela policial: "Sacó -dijo- al crimen del jarrón de cristal veneciano y lo arrojó a la calle". El reconocimiento de la violencia sin tapujos era esencial para el desarrollo del género en su versión negra y norteamericana, tan distinta de los razonamientos deductivos del británico Sherlock Holmes. Un autor que se especializó luego en esa clase de novela, agregándole crueldad y retorcimiento psicológico, fue Jim Thompson (1906-1977), en historias como El asesino dentro de mí y 1280 almas, donde los criminales estaban a cargo de la narración.
El movimiento del policial exacerbado alcanzó nuevo status en la actualidad con la literatura que toma como tema el narcotráfico. Una extensa novela reciente, La frontera, del estadounidense Don Winslow (Nueva York, 1953), con la que concluye la trilogía conocida como Cártel, es un contundente ejemplo de esa vertiente. En una extensa deconstrucción de la "guerra contra las drogas", la historia pasa de México a Estados Unidos (los dos tomos anteriores se centraban en las bandas mexicanas) para mostrar con minucia el amplio y letal efecto de los narcos en las calles de Nueva York. También se centra en las crueldades y desequilibrios que surcan la mente del protagonista, un detective designado en este último volumen como director de la DEA.
Pero quizá el mejor escritor de hoy en esa línea, la del policial extremo y arriesgado, sea por su ambición James Ellroy (Los Ángeles, 1948). Aprovechando la publicación de Esta tormenta, su nueva y notable novela, vale la pena repasar la obra narrativa del escritor, que se organiza mayormente en grupos de tres o cuatro libros.
Los primeros títulos individuales (Requiem por Brown, Clandestino y el escalofriante El asesino en la carretera) fueron seguidos por la "trilogía de Lloyd Hopkins": Sangre en la luna (1984), A causa de la noche (1984) y La colina de los suicidas (1985), reunidos en un solo volumen como L. A. Noir. A continuación, Ellroy, obsesionado por un famoso caso policial del pasado (una aspirante a actriz de Hollywood que fue descuartizada, crimen que sentía similar al de su madre, asesinada cuando él tenía diez años), elaboró la novela que inauguró el primer "Cuarteto de Los Ángeles": La dalia negra (que filmaría Brian De Palma). En esa historia alcanzó mayor densidad en la prosa, y mayores dosis de violencia y corrupción policial, una marca de sus libros. La serie se completó con El gran desierto (1988), Los Ángeles Confidencial (1990) y Jazz Blanco (1992).
Muy consciente de la progresiva amplitud que iban adquiriendo sus tramas, Ellroy decidió que la historia con mayúsculas debía jugar en ellos un papel central. Con América (1995) inició un grupo de obras situadas en la época de los asesinatos de John Fitzgerald Kennedy y de Robert Kennedy, y del líder negro Martin Luther King. La aspiración interpretativa se ve comprometida por momentos por los baños descontrolados de sangre o violencia (la forma en que narra la frustrada invasión de Cochinos, en Cuba, por ejemplo), pero el tono de su literatura ya no se parece más que a sí mismo. En el siguiente tomo, Seis de los grandes (2001), el salto estilístico es notable: las frases son reducidas a un mínimo de palabras, pero experimentan con las sonoridades y el frenesí de la oralidad; también destila un humor salvaje. Esa forma de narrar lo llevó más allá de lo que se espera de un policial: Ellroy parece haber inventado un género propio.
El proyecto en curso del escritor es el "Segundo Cuarteto de Los Ángeles", que se inauguró con Perfidia (2014), una "precuela" histórica, ya que se desarrolla en California, entre el día previo al ataque de Pearl Harbor y un mes después. La segunda entrega, Esta tormenta (2019), que acaba de salir en castellano, es también un hito. Ellroy ya no es una figura crucial del policial (que nunca abandonó), sino un gran escritor a secas. Cada tomo opera como la búsqueda cuidadosa, y a la vez violentísima, de ese gran fantasma elusivo: la Gran Novela Americana. El trabajo de información verídica -para el que Ellroy cuenta con el auxilio de investigadores adicionales- es monumental. Las novelas se tejen alrededor de numerosos personajes, que se repiten en los dos volúmenes: en especial, el químico forense de origen nipón Hideo Hashida, el inmoral y potente sargento irlandés Dudley Smith, y figuras femeninas tan apasionadas, traicioneras y especuladoras como sus contrapartes masculinas. La franqueza con que aborda narrativamente aquellos períodos históricos lo lleva (al menos en boca de sus personajes) a una potente incorrección política.
En el extenso remolino de historias de Perfidia, aparecen (y no son muy bien tratados) personajes de la comunidad japonesa en Los Ángeles, antes (y después) del ataque de Pearl Harbor. La flamante Esta tormenta se desarrolla, en cambio, cuando la Segunda Guerra Mundial ya se encuentra bien instalada en la psiquis de sus personajes, que, pasada la ofensiva contra la base naval estadounidense y alejados geográficamente del conflicto en Europa, se dedican a planear cómo podría ser "el día después", aunque la trama todavía esté en 1942. Un probable acuerdo entre nazis y comunistas aparece y desaparece como posibilidad. Abundan las escenas brutales de interrogatorio, que pueden terminar en muerte. Se despliegan matanzas. Se suceden numerosas fiestas, y aparecen personajes reales del mundo del cine. En particular Orson Welles, el director de El ciudadano, a quien Dudley Smith le propina una soberana paliza para convencerlo de que colabore.
Hay pasajes breves que justifican la crítica que otro buen novelista policial, Dennis Lehane, le hizo a Perfidia: que a veces los excesos son más pueriles que reveladores. Pero Esta tormenta se echa a las espaldas un caso más complejo que el de su predecesora: hay un viejo robo de oro, un desplazamiento de tierra que pone al descubierto un cadáver del pasado. También, el asesinato de dos policías y un mexicano en un clubhouse. Como un experto prestidigitador o equilibrista, Ellroy logra cerrar todos los hilos, que son muchos, para que el lector (que debe adaptarse a una concentración muy distinta a la clásica facilidad del género) celebre al final por la proeza. El largo cruce de la jungla urbana orquestada por Ellroy -con su ensamble de diálogos veloces que se entrecruzan, como una suerte de música feroz- volvió a valer la pena. El policial, en gran medida gracias a él, parece tener todavía mucho que decir.
LA FRONTERA
Don Winslow
Harper Collins
Trad.: Victoria Horrillo Ledesma
960 págs./$ 1574
ESTA TORMENTA
James Ellroy
Random House
Trad.: Carlos Milla Soler
688 págs./1499